«La democracia no es un regalo del cielo, sino una conquista nacida de la voluntad del pueblo.» Estas palabras de Benazir Bhutto, la líder política pakistaní, resuenan con fuerza en un mundo donde las libertades y los valores democráticos se enfrentan a desafíos sin precedentes. En un mundo interconectado, las amenazas no convencionales, como la desinformación, las campañas de influencia extranjera y las tácticas cibernéticas, han socavado la confianza de los ciudadanos en las instituciones y han puesto a prueba la resiliencia de las democracias.
Sin embargo, lejos de ser espectadores pasivos, los ciudadanos tienen el poder de forjar un futuro más brillante. Según un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los países con altos niveles de participación ciudadana y confianza en el gobierno son más resistentes a las amenazas no convencionales.
Polonia es un ejemplo inspirador de cómo la resiliencia de un pueblo puede superar incluso las más abrumadoras adversidades. Durante décadas, los polacos lucharon contra el yugo del comunismo y la opresión de la Cortina de Hierro, manteniendo viva la llama de la libertad gracias al liderazgo del Papa Juan Pablo II y el apoyo de líderes como Ronald Reagan. A través de movimientos pacíficos como Solidaridad, los ciudadanos polacos demostraron que la voluntad de un pueblo unido puede derribar los muros de la opresión.
Hoy, Polonia ha tomado medidas proactivas para combatir la desinformación y fortalecer la resiliencia democrática. Mediante iniciativas de alfabetización mediática y campañas de concientización, el gobierno y la sociedad civil han trabajado juntos para empoderar a los ciudadanos con las herramientas necesarias para identificar y contrarrestar las tácticas de desinformación.
Según un informe del Centro de Investigación de la Opinión Pública de Polonia, el 71% de los ciudadanos polacos ahora pueden identificar noticias falsas, lo que demuestra el impacto positivo de estas iniciativas. Además, el porcentaje de ciudadanos que confían en las instituciones democráticas ha aumentado en un 12% en los últimos años, fortaleciendo la cohesión social y la resistencia a las influencias externas.
Este ejemplo inspirador nos recuerda que, a través de la educación, la participación cívica y la cooperación entre el gobierno, empresas y la sociedad civil, los ciudadanos pueden desempeñar un papel fundamental en la defensa de las democracias y las libertades frente a las amenazas no convencionales. En un mundo cada vez más complejo, fortalecer la resiliencia democrática es un imperativo para preservar los valores que nos unen como seres humanos y evitar que las sombras del pasado se ciñan sobre nuestro futuro tiñéndolo de sangre, tristeza y caos.
El papel de la sociedad civil en la resiliencia democrática
La fortaleza de una democracia no radica únicamente en sus instituciones gubernamentales, sino también en la vitalidad de su sociedad civil. Los ciudadanos comprometidos y las organizaciones de la sociedad civil desempeñan un papel fundamental en la defensa de los valores democráticos y la promoción de la resiliencia frente a las amenazas no convencionales.
Una ciudadanía activa e informada es la piedra angular de una democracia sólida. Los ciudadanos que se involucran en el proceso democrático, participan en elecciones, se mantienen informados y exigen rendición de cuentas a sus líderes, son una fuerza poderosa contra las tácticas de desinformación y las campañas de influencia maliciosas. Iniciativas como programas de alfabetización mediática, foros comunitarios y plataformas de participación cívica en línea pueden empoderar a los ciudadanos para que sean vigilantes y defiendan la integridad de su democracia.
Las empresas y el sector privado también desempeñan un papel crucial en el fortalecimiento de la resiliencia democrática. Además de su contribución económica, las empresas pueden asumir un compromiso con la responsabilidad social corporativa, para colaborar con el desarrollo de sus comunidades. Al involucrarse en iniciativas comunitarias como asilos, hospitales, sitios de recreación o guarderías locales, las empresas pueden ser motores de cambio positivo y contribuir a la estabilidad y el progreso de las sociedades democráticas.
Análisis de casos exitosos
Para comprender mejor cómo la sociedad civil puede contribuir a la resiliencia democrática, es valioso analizar algunos casos de éxito inspiradores. Por ejemplo, en Taiwán, la ONG «Iniciativa de Alfabetización Informativa» ha capacitado a más de 100,000 ciudadanos en habilidades de verificación de hechos y detección de desinformación. Esta iniciativa ha sido clave para contrarrestar las campañas de desinformación y fortalecer la confianza de los ciudadanos en las fuentes de información confiables.
En Islandia, después de la crisis financiera del 2008, los ciudadanos se movilizaron masivamente para exigir reformas democráticas y una nueva constitución. Este movimiento ciudadano, conocido como la «Revolución de las ollas y cucharas», condujo a la creación de un proceso constitucional sin precedentes, en el que los ciudadanos participaron directamente en la redacción de la nueva constitución. Aunque no fue aprobada finalmente, este caso demuestra el poder transformador de la participación ciudadana activa.
Recomendaciones para el futuro
Para fomentar una sociedad civil fuerte y promover la resiliencia democrática, se deben implementar estrategias a largo plazo:
Invertir en educación cívica desde una edad temprana, fomentando el pensamiento crítico, la alfabetización mediática y la comprensión de los valores democráticos.
Crear plataformas y mecanismos para facilitar la participación ciudadana en los procesos de toma de decisiones gubernamentales, promoviendo la transparencia y la rendición de cuentas.
Promover la colaboración entre el gobierno, las empresas y las ONG en iniciativas de responsabilidad social corporativa y desarrollo comunitario.
Brindar protección legal y apoyo financiero a las organizaciones de la sociedad civil y sus líderes, reconociendo su papel esencial como garantes de la democracia.
Fomentar la inclusión de todos los sectores asegurando que todas las voces sean escuchadas y representadas.
Conclusión
«Una democracia verdadera no es algo que se pueda preservar eternamente, sino que debe ser reinventada y redescubierta por ciudadanos de todas las generaciones interactuando juntas y con respeto». Estas palabras de Anita Roddick, fundadora de The Body Shop, resuenan con fuerza en nuestros tiempos. La democracia no es un estado estático, sino un proceso dinámico que requiere la participación constante de todos. Es amor en acción por cada proyecto que pueda ir mejorando a un país.
Sólo a través de una ciudadanía comprometida, empresas socialmente responsables y una sociedad civil vibrante y protegida, podremos mantener la resiliencia de nuestras democracias frente a las amenazas no convencionales que buscan socavar nuestras libertades. Cada individuo, cada organización y cada empresa tiene un papel que desempeñar en la defensa de los valores democráticos y en la construcción de un futuro más justo, prospero, equitativo y libre.
Juntos, podemos ser los arquitectos de una nueva era de democracia reinventada, donde la voluntad del pueblo sea la fuerza motriz que impulse el progreso y donde las libertades fundamentales sean el legado que dejemos a las generaciones venideras. Como dijo Howard Schultz, ex CEO de Starbucks, «La responsabilidad de las empresas es dar tanto como reciben. No se trata sólo de crear empleos y ganancias, sino de crear valor para la sociedad».
Dayana Cristina Duzoglou ( @dduzoglou)