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Es lo que es

Editorial El Nacional

Flor de un día. Eso fue el acuerdo suscrito en Bridgetown el 17 de octubre de 2023 entre el “gobierno de la República Bolivariana de Venezuela” y la “Plataforma Unitaria de Venezuela”, como reza el texto olvidado. Pero ese día único de vida fue realmente importante. El denominado Acuerdo de Barbados “liberó” el camino para la realización de la elección organizada por la Comisión Nacional de Primaria que consolidó el liderazgo de María Corina Machado. Conviene recordar que los días previos al 17 de octubre eran los días típicos de una nación gobernada por una dictadura: no se sabe qué va a ocurrir, ni cuándo, ni cómo. Sin embargo, el 22 de octubre, el día de la primaria, ocurrió un fenómeno electoral incontestable..

Es posible pensar que el “gobierno”, para respetar el lenguaje del acuerdo, haya pecado, además de soberbia, de desconocimiento de la realidad política del país  y calculó, en consecuencia, que la primaria sería un fracaso. Fue lo contrario: el anticipo del gigantesco deslave electoral del 28 de julio de este año. También es posible pensar que privilegiaron obtener el alivio de las sanciones para salir del marasmo en que quedó el régimen, económico y político, después del escándalo de Tareck el Aissami y los 40 ladrones. Se sabe, hasta la saciedad, que lo que mueve realmente a los “revolucionarios” en el poder es el vil metal que tanto dicen aborrecer.

La primaria tuvo un valor político de gran magnitud: mostró capacidad organizativa en la oposición que autogestionó una elección en la que participaron más de 2,5 millones de personas, evidenció la pulcritud de la Comisión Nacional de Primaria presidida por el doctor Jesús María Casal  —ojalá alguna vez tengamos un Consejo Nacional Electoral de esa talla—, expresó el deseo inmenso de cambio político en densas capas de la población, particularmente en sus sectores populares y sirvió para renovar el liderazgo opositor luego de la frustrada experiencia del gobierno interino. No es, para nada, poca cosa.

Una vez que el “gobierno” asumió el golpe de lo que significó la primaria opositora, se dispuso a actuar contra todo lo suscrito en Barbados, siguiendo se supone las instrucciones de Nicolás Maduro y los consejos de Jorge Rodríguez, que estampó su firma en el documento. El Tribunal Supremo de Justicia, siempre atento a la complacencia, produjo una sentencia en la que dejaba “sin efecto” la primaria. Hubo un terremoto, pero no tembló, constataron los magistrados; pasó un huracán, pero ni una sola  hoja se desprendió, garabatearon los altos jueces.

Sin entrar en el contenido del acuerdo, en la parte de las consideraciones previas que encabeza el documento, algo así como una declaración de buenas intenciones, el gobierno, con su contraparte, se comprometía a:

  • Fortalecer una democracia inclusiva y una cultura de la tolerancia y convivencia política.
  • Acordar las condiciones necesarias para que se lleven a cabo los procesos consagrados en la Constitución, con todas las garantías.
  • Rechazar cualquier forma de violencia política en contra de Venezuela, su Estado y sus instituciones.

Los dos primeros puntos fueron demasiado pronto letra muerta: no hay una democracia inclusiva, sino una dictadura aún más abusiva; y sobre la cultura de la tolerancia y convivencia política dan muestra los 2.000 ciudadanos que fueron perseguidos y encarcelados después de las elecciones del 28J, y una cantidad menor, pero significativa, durante la campaña electoral. Lo de elecciones con todas las garantías incluye inhabilitaciones y bloqueo de candidaturas, secuestro de tarjetas de partidos hasta el robo descarado del resultado electoral.

El tercer aparte es en el que se afinca el “gobierno” para ir contra todo aquel que, por ejemplo, desconozca la veracidad de un resultado electoral sin actas de escrutinio. Ese ciudadano, esos millones de ciudadanos, son violentos. Callarlos, apresarlos si es necesario, da vida a un Estado sin ley y a instituciones sin alma y sin cordura. El efecto, inmune al TSJ, es el desprestigio mundial de Maduro y sus acompañantes. 

Editorial El Nacional

Nicolás Maduro llama patarucos a sus adversarios políticos, pero los mete presos. El lenguaje despectivo es propiedad del discurso oficial. También el uso arbitrario y desmedido de la fuerza. Además de inútil, porque cada acto represivo pone aún más evidencia a un gobierno que ha perdido la calle y la sindéresis.

En las últimas horas, las fuerzas de seguridad detuvieron a Juan Iriarte, coordinador de Vente Venezuela; a JeanCarlos Rivas, activista de Voluntad Popular, y a Luis López, periodista. Todos fueron apresados -o secuestrados- en el estado La Guaira (antes Vargas).

Un post del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP) indica que López había salido hacia la zona de Caraballeda para cubrir la detención de Rivas, pero no habría llegado hasta el lugar. El propio periodista había denunciado en enero que funcionarios policiales habían estado en las cercanías de su vivienda en Maiquetía preguntando por él. Hasta ayer se desconocía su paradero.

Como en tantos otros casos de vigilancia, persecución y detención se carece de explicaciones oficiales. Es el patrón de conducta del gobierno, más manifiesto aún durante el desarrollo de la campaña electoral. Es posible esperar que en algún momento un vocero del gobierno -por lo general la Fiscalía- esgrima una teoría conspiratoria para justificar estos hechos que enturbian la ya muy precaria vida política del país.

Magalli Meda, directora del Comando por Venezuela, asilada en la embajada junto a otros cinco dirigentes políticos en espera de un salvoconducto, se preguntaba en la red X “¿qué clase de campaña es esta en la que se aniquila al contrincante?”. Junto con Meda se encuentran en la sede diplomática argentina Pedro Urruchurtu, coordinador internacional; Claudia Macero, responsable de comunicaciones de la campaña de María Corina Machado; Omar González, dirigente nacional de Vente Venezuela; Humberto Villalobos, coordinador electoral; y Fernando Martínez, asesor de la Plataforma Unitaria. Otros dos responsables políticos del partido, Henry Alviarez y Dignora Hernández,  siguen detenidos.

La campaña represiva del gobierno de Maduro es la respuesta -una pésima respuesta- a las constantes manifestaciones de rechazo hacia su gobierno, expresadas en los recorridos por el país de Machado y el candidato presidencial Edmundo González Urrutia.

El sector oficial debería, en cambio, volver a la mesa de negociación política con la Plataforma Unitaria, que produjo en octubre pasado el esperanzador Acuerdo de Barbados, hoy convertido en letra muerta, para regularizar la campaña electoral, ofrecer las garantías indispensables a todos los actores políticos y a los ciudadanos, porque se ha llegado a arremeter contra humildes trabajadoras, y abrir una perspectiva de entendimiento para encarar el día de las votaciones y el insólito, por excesivo, proceso que sigue hasta la asunción en enero de quien triunfe en las elecciones del 28 de julio.

La represión, la frágil institucionalidad y la ausencia de diálogo solo incrementa la incertidumbre del proceso político electoral que debería abrir las puertas a una etapa de recuperación que anhela la amplia mayoría de venezolanos, en el país y en el mundo. Restan poco más de 40 días para unas elecciones cruciales que permitan retomar la senda democrática. Aún hay tiempo para que se imponga la sensatez.

Quedan las 24 horas de este lunes 25 de marzo para el desenlace de las postulaciones presidenciales. Una decisión crucial para el éxito de las fuerzas democráticas en las elecciones condicionadas -porque no son justas ni libres- convocadas para el 28 de julio. El régimen, que inhabilitó tramposamente a María Corina Machado, también impide la inscripción de Corina Yoris.

El proceso de postulaciones iniciado el 21 de marzo aceptó sin problema alguno las candidaturas afines al régimen. Pero no procesa la de la candidata Corina Yoris presentada el viernes por María Corina Machado en un acto de la Plataforma Unitaria. La intención es muy clara. La inhabilitación es la política de Nicolás Maduro y se extiende a todo lo que tenga el aval de Machado, la líder nacional electa en las primarias de la oposición el pasado 22 de octubre.

El régimen retrasa la inscripción de Corina Yoris, reconocida académica, electa recientemente como individuo de número de la Academia de la Lengua, sin militancia política, para que en su lugar se «proponga» un nombre «potable», es decir, que tenga apariencia opositora pero que en el fondo no represente ningún peligro para la permanencia de Maduro en el poder.

Fue ayer un día de reuniones intensas entre las fuerzas políticas democráticas, curiosamente con la inasistencia de Un Nuevo Tiempo y Acción Democrática, al menos en la sesión matutina. Apenas 48 horas después de la postulación de Yoris, está en marcha una maniobra para desconocer esa candidatura, que tuvo el respaldo inicial de la Plataforma Unitaria y de toda la dirigencia adversa a Maduro.

El régimen sabe que está derrotado por la vía electoral y trata, mientras corren presurosos lo minutos, de dividir a la oposición y favorecer esa “candidatura potable” que repita el escenario de Barinas: la victoria parece opositora, pero es el régimen al final el que gana. Esa «candidatura potable» para sustituir la de Yoris no podría tener el apoyo manifiesto de María Corina, según ha trascendido de las reuniones que ayer se efectuaron.

La respuesta solo puede ser una: Corina Yoris es la única candidata opositora. Corina Yoris es la candidata que expresa sin reservas el mandato de la elección del 22 de octubre.

Las fuerzas democráticas que buscan el cambio político no pueden aceptar la anulación de su candidata Corina Yoris, porque entonces no habrá cambio político alguno y se defraudará la aspiración mayoritaria de un pueblo condenado a la miseria, al maltrato y al abandono.

Hay que defender el mandato del 22 de octubre, que no es otro que el inicio de la transición democrática. Y ese inicio solo se logrará con la victoria en las elecciones del 28J, a pesar de este camino de trampas y ventajismo trazado por el régimen al que alguna dirigencia opositora se puede prestar. La comunidad democrática mundial deberá tomar nota, una vez más, de cómo la dictadura de Maduro cierra todas las puertas para la elección y, por tanto, al reencuentro de los venezolanos.

Editorial El Nacional

Ralph Gonsalves tiene mucho que agradecerle a Nicolás Maduro y a Hugo Chávez. En los 20 años que tiene como primer ministro de San Vicente y las Granadinas ha recibido asistencia pronta, eficaz y milmillonaria para él y para la isla sin pedirle nada a cambio, o muy poco, uno que otro voto en ciertas sesiones de la OEA.

El último regalo, 70 millones de dólares de la deuda con Petrocaribe.

Cualquiera diría que es una nimiedad, que esa factura no representa mucho, pero va sumando. En 2017 la deuda acumulada era de 185,23 millones de dólares y al año siguiente se le perdonaron casi 30 millones. Saque usted la cuenta, estimado lector. ¿Cuántos vasos de leche se compran con 100 millones de dólares?

Esta isla ha sido tratada con preferencia desde la época de Hugo Chávez. En Kingstown firmaron él y Gonsalves el acuerdo de Petrocaribe en 2005 y desde allí comenzó una “amistad” bastante asimétrica que ha consistido mayoritariamente en que Venezuela le financia a San Vicente muchos proyectos, comenzando por el aeropuerto que pagó Miraflores completico y que fue objeto de muchas denuncias por corrupción de los partidos opositores isleños.

Esta estrecha relación de más de 20 años ha hecho olvidar totalmente que Venezuela mantiene una discusión limítrofe con la isla que por muchos años (en la era democrática) trató de definirse de la mejor manera para ambas naciones. Ya no debe quedar nadie especializado en este tema en la Cancillería y mucho menos deben los representantes diplomáticos venezolanos tratar el asunto, pues los embajadores designados no han sido especialistas en la materia.

Pero eso no importa, porque el objetivo que tuvo Chávez desde el inicio fue mantener contento al gobierno de la isla para que representara un peso en la balanza a la hora de ciertas votaciones en organismos multilaterales.

El gobierno de Gonsalves ha sabido aprovecharse muy bien de esta circunstancia. En esta oportunidad no solamente le condonaron la deuda, sino que también van a recibir la donación de 100 casas, más fertilizante y asfalto, como si sobraran en el país.

Se han quejado los agricultores venezolanos de que les faltan estos insumos, pero parece que a Maduro le conviene más beneficiar las islas del Caribe.

¿Cuál será la verdadera motivación para este gesto tan magnánimo de Miraflores de regalar lo que a los venezolanos tanta falta les hace? Genera suspicacia que condonemos deudas tan felizmente, como si a Venezuela le sobraran los recursos financieros.

La producción de combustible ha aumentado en el primer trimestre del año, pero no como para regalar y los millones de la factura que dejan de pagarle al país podrían ser invertidos en tantas necesidades de la población.

Hubo una época en la que Venezuela era adorada por los países caribeños porque los ayudaba en su desarrollo, pero esos planes eran ampliamente discutidos por el Congreso antes de ser aprobados y aplicados, así funciona una democracia, no como si se tratara de la hacienda personal.

No hay manera de justificar una medida que de paso se toma sin pedir permiso, como si se tratara de dinero del bolsillo de Maduro. Si él quiere abonar el terreno para tener un lugar seguro donde veranear, ese es su problema.

Pero el dinero de los venezolanos debe invertirse en los venezolanos.

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