Por Jesús Manuel Pérez Triana en Guerras Posmodernas

El pasado día 24 de mayo un adolescente de 18 años entró armado en la escuela Robb de Uvalde (Texas). Mató a 19 alumnos de entre 9 y 11 años, además de 2 profesoras.

El incidente generó, cómo no, todo un debate mediático sobre la fácil disponibilidad de armas en Estados Unidos y la recurrente falta de medidas legislativas que frenen este tipo de tragedias.

En el caso de los comentaristas españoles, el asunto se trató con la habitual condescendencia europea hacia Estados Unidos. Yo he prestado atención al asunto desde un enfoque que aborda un tema que he tratado anteriormente en este blog y en Twitter: la militarización de la policía en Estados Unidos.

Presupuesto municipal de Ubalde (Texas). Fuente: Chad Loder.

Uvalde, la localidad donde tuvo lugar la masacre, tiene tan sólo 16.000 habitantes. El departamento de policía consumía el 40% del presupuesto municipal y cuenta con una unidad de intervención especial (SWAT) que tuvo un papel funesto y patético en la tragedia. La cobardía y falta de preparación de los agentes de la unidad SWAT es la consecuencia última del fenómeno de que las autoridades públicas usan como baza electoral la promesa de mano dura contra el crimen dando más medios a la policía, combinado con una cultura de fascinación por las unidades de operaciones especiales. Así que ha habido una proliferación de este tipo de unidades por todo Estados Unidos, incluso allí donde la conflictividad es baja.

Recordemos que en Estados Unidos determinados puestos de la judicatura y otros de las fuerzas de orden público, como los sheriff del condado, se eligen en votación. Así que existe un incentivo para prometer «mano dura» con medidas efectistas, como crear unidades de intervención especial y dotarlas de material militar. Sobra decir que después del 11-S la amenaza terrorista también contribuyó a que se potenciaran este tipo de unidades. Escribí aquí en agosto de 2014 sobre «La militarización» de la policía en Estados Unidos«. Y mencioné entonces casos como el de Doraville (Georgia), con 9.000 habitantes, cuyo departamento de policía recibió un blindado de transporte de tropas M113, como los que varios países han donado a Ucrania recientemente.

La «militarización de la policía» significa también que la policía adopta una mentalidad de «ejército de ocupación» frente al concepto de «policía de comunidad». Y sin embargo, los datos revelan que este tipo de unidad apenas tienen que atender los tipos de casos que justifican su creación. Pero no permanecen ociosas, sino que se generalmente se les mantiene ocupadas en misiones de bajo riesgo, como registros domiciliarios o ejecución de órdenes de búsqueda y captura. El resultado es que este tipo de unidad efectúan allanamientos violentos en domicilios de personas que hubieran sido fácilmente detenidas con tan sólo esperar que salieran por la puerta de su casa. Y sus intervenciones derivan en tiroteos totalmente innecesarios que se conviertan en una auténtica tragedia cuando se comprueba que la policía registró la casa equivocada y la víctima mortal es un ciudadano honrado que simplemente agarró un arma de su mesa de noche y bajó a la planta baja cuando escuchó ruidos en el patio trasero. Radley Balko recogió estadísticas y una larga lista de casos trágicos en su informe Overkill: The Rise of Paramilitary Police Raids in America, publicado por el Cato Institute en 2006. Su trabajo investigador daría como fruto posteriormente en el libro Rise of the Warrior Cop: The Militarization of America’s Police Forces, publicado en 2013.

La proliferación de unidades especiales de intervención policial tiene no sólo una causa electoralista de cargos públicos promocionándose como «duros contra el crimen», sino que tiene también características de fenómeno cultural con la glorificación del militar y el «operador» de unidades especiales en la cultura popular. Ese fenómeno ha llegado a España. Recuerdo las polémicas en mi ciudad natal con la Unidad de Intervención Policial (UNIPOL), creada en el seno de la policía local de Santa Cruz de Tenerife a pesar de que ese tipo de entidad policial tiene competencias limitadas. Cuando en 2014 escribí sobre la militarización de la policía en Estados Unidos y revisé la proliferación de unidades de intervención entre las policías locales me encontré que en la ciudad de Valencia existía un Grupo de Operaciones Especiales, nombre que copia a las subunidades del Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra español. Detrás de tan contundente nombre existía una unidad con competencias en «mercadillos y mendicidad».

Equipo S.W.A.T. de la policía de Ubalde (Texas). Fuente: Chad Loder.

La matanza en el colegio de Uvalde ha dado luz a las miserias detrás del fenómeno. La unidad S.W.A.T, que se mostraba en redes sociales con sus equipos y camuflaje militares, llegada la hora de la verdad mostró cobardía y falta de capacidades. Los «policías guerreros» del equipo S.W.A.T. de Ubalde se limitaron a establecer un perímetro, agredir a los padres desesperados que pretendían entrar en el colegio para rescatar a sus hijos y se dedicaron a esperar, mientras las víctimas se desangraban y el responsable de la masacre pasaba minutos y minutos dentro del colegio. Finalmente, fueron agentes de una unidad de intervención de la guardia de fronteras (BORTAC) los que entraron en el colegio, neutralizaron la amenaza y proporcionaron primeros auxilios a las víctimas. Todo indica que con la legislación estadounidense en la mano no es de esperar repercusión alguna para los agentes del equipo S.W.A.T. Un responsable del departamento de la policía de Uvalde dijo que los agentes no entraron «porque les podían haber pegado un tiro».

Espero que el patético papel jugado por el equipo S.W.A.T. de la policía de Uvalde haga a más de un responsable político y policial en Estados Unidos plantearse seriamente las capacidades reales de estas unidades, lo que lleve a una revisión de planes de formación. Mientras tanto, en Europa no podemos ver estos acontecimientos desde la distancia emocional y desde la condescendencia europea hacia Estados Unidos. La amenaza de los «tiradores activos» nos resulta un fenómeno propio de Estados Unidos que implica a adultos causando masacres en centros de trabajo o a jóvenes y adolescentes causando masacres en centros educativos. Pero aquí en Europa tenemos su equivalente en la forma de ataques yihadistas «low cost» llevados a cabo por individuos radicalizados de forma individual (véase aquí en mi blog «El regreso de la yihad atomizada» y «Una yihad atomizada y nihilista» publicados en 2015). Sin olvidar la violencia terrorista de ultraderecha (véase «El atentado de Christchurch en el contexto del auge de la violencia de ultraderecha«, publicado aquí en marzo de 2019). Estas nuevas formas de terrorismo lleva a tener que replantear la respuesta policial.

Las unidades especiales de intervención policial aparecieron en los años 70 como una respuesta al auge de las espectaculares acciones terroristas con toma de rehenes llevadas a cabo por terroristas árabes y/o sus aliados de la ultraizquierda europea. El acontecimiento que impulsó la creación de estas unidades fue la masacre de los atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972. La unidad GSG 9 de la policía de fronteras alemanas (BGS) se creó en abril de 1973. El GIGN de la Gendarmería francesa se creó en marzo de 1974. Otros países, como Estados Unidos, siguieron un camino diferente y asignaron a unidades militares la resolución de crisis de rehenes. Así, la Delta Force estadounidense se creó en 1977. Durante aquella década tuvo lugar el secuestro del vuelo 571 de SABENA, el secuestro del vuelo 181 de Lufthansa, el secuestro del tren en Holanda, etc. Sin olvidar el secuestro de la embajada de Irán en el Reino Unido en 1980. En todos los casos mencionados la crisis de rehenes se solucionó con un asalto de una fuerza especial que liberó los rehenes con un número reducido de víctimas.

En todas aquellas crisis de rehenes hubo largas negociaciones que permitieron estudiar el objetivo y preparar el asalto de las fuerzas especiales, normalmente una unidad de élite con responsabilidad sobre todo el país. Hoy en día en España contamos con unidades de esa índole: el Grupo Especial de Operaciones (GEO) del Cuerpo Nacional de Policía y la Unidad Especial de Intervención (UEI) de la Guardia Civil. En el caso de la policía nacional para descargar al GEO de trabajo se crearon ocho Grupos Operativos Especiales de Seguridad (GOES) repartidos por toda España. En un caso u otro se parte de la idea de que estamos ante un recurso especial para casos excepcionales. En caso de una crisis grave de rehenes, el GEO saldría de su base en Guadalajara y acudiría al lugar donde se le requiera en toda España. Pero como hemos visto, ese tipo de unidad fue la respuesta al terrorismo de los años 70. Y ahora tenemos otro.

La gran paradoja del terrorismo «low cost» y atomizado es que requiere una respuesta inmediata. Es tarea de los policías que patrullan las calles afrontar este tipo de amenaza porque serán los primeros en llegar. Hablamos en el caso de España de los vehículos de patrulla indicativo Zeta. Los refuerzos, a lo sumo, podrían tratarse de agentes de las Unidades de Intervención Policial (UIP) o Unidades de Prevención y Reacción (UPR). Así que se da la paradoja de que los policías que están en la base en cuanto preparación son la principal esperanza del ciudadano en esta nueva era de terrorismo. La conclusión evidente es que se requiere abordar la preparación ante la amenaza de forma diferente. No descuidando los medios y preparación de unidades como el GEO y los GOES, pero sí potenciando la preparación de los policías de la Comisaría General de Seguridad Ciudadana en materias como tiro con pistola o primeros auxilios a heridos de bala o arma blanca (hablamos de Tactical Combat Casualty Care), sin olvidar la dotación de equipación individual básica como chalecos antibala y botiquines.

La conclusión final es que podemos permitirnos el lujo de mirar de forma condescendiente a Estados Unidos y sus miserias, pero tendríamos que pensar primero en las carencias y retos que tenemos que afrontar en España.