Vía El Confidencial

El megaproyecto del reactor de fusión nuclear ITER retrasa su puesta en marcha 10 años y se deja adelantar por el sector privado después de gastar cientos de miles de millones de dinero público

Después de 18 años de operaciones y más de 200.000 millones de euros gastados, el ITER, el mayor proyecto de reactor de fusión nuclear del mundo, no acaba de arrancar. Su puesta en marcha estaba prevista inicialmente para 2016, luego se retrasó a 2025 y ahora la dirección de ITER acaba de anunciar que la primera descarga de plasma no se producirá hasta al menos 2035. Esto supone otros 10 años de retraso que ponen la más prometedora fuente de energía ilimitada y barata del mundo en manos del sector privado.

El ITER es un proyecto internacional situado en Francia que cuenta con la participación de la Unión Europea, China, India, Japón, Corea del Sur, Rusia y Estados Unidos. Su objetivo es demostrar que se puede obtener y suministrar energía limpia mediante la fusión nuclear usando como combustible una fuente inagotable, el hidrógeno.

Sin embargo, sus décadas de retrasos y problemas le convierten en el proyecto científico más aplazado y con los sobrecostes más elevados de la historia, según un informe publicado por Scientific American. Todavía no han trascendido las causas del nuevo retraso ni los planes de futuro del multimillonario consorcio. La dirección de ITER ha convocado una rueda de prensa para explicarlo todo el próximo 3 de julio, aunque ya hay muchas voces que apuntan a que este nuevo revés puede darle la puntilla final.

Graves dificultades

La Autorité de Sûreté Nucléaire (ASN), el organismo francés que vigila la seguridad del ITER y otros proyectos nucleares, paralizo la construcción del reactor a principios de 2022 por defectos de fabricación importantes. Según la evaluación de la ASN y los técnicos, no se podía garantizar la seguridad de la operación del ITER después de comprobar graves problemas de fabricación en dos componentes construidos en Corea del Sur.

Ese mismo año, salieron a la luz informes que aseguraban que en noviembre de 2021 las estimaciones internas del ITER ya mostraban 17 meses de retrasos. Pero en junio de 2022, en una reunión del Consejo del ITER, la cifra se había duplicado hasta alcanzar los 35 meses de retraso, suficientes para añadir fácilmente miles de millones de euros al presupuesto.

El ambicioso proyecto ITER lleva años enfrentando grandes dificultades y los científicos no guardan muchas esperanzas: “Los retos técnicos pendientes del proyecto están a punto de hacer que los presupuestos se descontrolen aún más y que el éxito de la operación se aleje en el futuro”, recogía el informe de Scientific American publicado hace un año.

Además, en marzo de 2023, la ASN descubrió que se habían falsificado las cualificaciones de algunos trabajadores que debían realizar soldaduras de calidad nuclear entre piezas metálicas. Y, a principios de ese mismo año, ITER expuso problemas con los escudos térmicos y los recipientes de vacío de la instalación. Los problemas «pueden solucionarse y se solucionarán”, afirmó la organización. “Se necesita una cantidad de tiempo considerable y el tiempo siempre cuesta dinero», declararon entonces para el medio Research Professional News.

Cuando el proyecto ITER se inició en 2006, sus socios internacionales acordaron un plan estimado en 5.000 millones de euros y 10 años de duración, lo que habría permitido su puesta en marcha en 2016. Ahora, los datos oficiales de ITER estiman el sobrecoste del proyecto de 22 mil millones de dólares, aunque nadie en la organización proporciona estimaciones de los retrasos ni de los gastos adicionales derivados de ellos. Sin embargo, hay varias estimaciones no oficiales que sitúan el costo en el rango de 30 a 45 mil millones de dólares.

El ITER se rinde

Laban Coblentz, responsable de comunicación del ITER, ha compartido algunas de las razones de los retrasos con New Scientist antes de la rueda de prensa del próximo 3 de julio. Coblentz se escuda en que el proyecto ha sufrido una racha de mala suerte que le ha obligado a desviarse de su estrategia inicial: ha afrontado retos significativos como la pandemia del covid, el fallecimiento de su director general en 2022 y defectos en los paneles del escudo térmico que necesitaron extensas reparaciones.

Coblentz asegura que ITER ha optado por invertir más tiempo en la preparación que en lanzarse a realizar experimentos que puedan reportar menor beneficio. Por ejemplo, se planeó inicialmente que el reactor funcionara con 100 kiloamperios de corriente de imán, pero ahora se incrementará rápidamente a 15 megaamperios, 150 veces más. Esta decisión se tomó para prevenir posibles daños a la máquina debido a la ausencia de algunos componentes protectores.

A causa de este y otros cambios drásticos, dice Coblentz, el ITER pasará de ser un proyecto líder mundial en investigación de fusión a convertirse en un centro formativo que acogerá a investigadores de diversos sectores. Se centrará en el diseño de componentes, el desarrollo de procesos para construir, operar y reciclar un reactor y en la formación de talento. Con este nuevo rol, el ITER abandona la carrera por conseguir la fusión nuclear comercial y le pasa el testigo al sector privado, después de los cientos de miles de millones de dinero público gastados.

Uno de estos nuevos reactores de fusión privados que se puede llevar el gato al agua lo está construyendo la empresa británica Tokamak Energy, una escisión de la Autoridad de la Energía Atómica del Reino Unido. Aunque hay decenas de empresas trabajando en distintos tipos de diseños por todo el mundo.

«La antigua forma de pensar, si se puede llamar así, siempre ha considerado que el objetivo de ITER era la transferencia de tecnología, pero se veía como una especie de secuencia: se construyen las instalaciones públicas a lo largo del tiempo, se terminan, se responde a más preguntas científicas y entonces llega el sector privado y empieza a tomar el relevo», dice Coblentz.