Morfema Press

Es lo que es

Federico Jiménez Losantos

Por Federico Jiménez Losantos

ste viernes, en la gala por el vigésimo quinto aniversario del Grupo Libertad Digital, tuvimos el honor de recordar a los héroes que mantienen viva la causa de la Libertad, con mayúsculas, en todo el mundo, incluida España. Ucrania es la trinchera de la libertad que defiende a Europa; María Corina Machado, en Venezuela, es el ejército de una persona, pero con toda una nación detrás, que mantiene viva la lucha por la libertad de los que la merecen. Un solo minuto del mensaje desde la clandestinidad de esa mujer vale por el cuarto de siglo que llevamos en la guerra eterna por la dignidad humana, que se resume en ser libres y responsables de nuestro destino. E Iñaki Arteta nos recordó el imperativo derecho a no olvidar a los nuestros, a todos los que en España han caído defendiendo nuestros derechos civiles, los que hoy quiere arrebatarnos la mafia de Sánchez, Pumpido y la ETA.

María Corina es un símbolo histórico a la altura de Sajarov y Soljenitsin, Mindszenty, Walesa o Havel. Y una realidad política comparable a la de la disidencia cubana, el «presidio histórico» de la isla mártir, que lucha, como el libro de Valladares, «Contra toda esperanza». Qué ética predican, qué moral ofrecen y qué valor nos transmiten estas figuras heroicas de la causa de la Libertad. Qué privilegio compartirla.

¿Pero qué es esta causa? ¿A qué obedece que tantos seres humanos hayan entregado su vida, a lo largo de los siglos, en todas las civilizaciones, a mantener vivo este sueño, en el que sabían que nunca iban a despertar? A que cada uno quiere ser propietario de su vida, de su derecho a equivocarse buscando su felicidad, Libertad es el derecho sagrado a impedir que nadie se equivoque o incluso acierte por nosotros. Somos dueños de nosotros mismos, pero nuestra soberanía interior, indetectable y secreta, necesita la abierta soberanía de los demás para defendernos de la tiranía, que acecha siempre, como el mal, como la muerte, como el olvido. Ese olvido de las víctimas del terrorismo que Mikel Arteta no nos deja olvidar. Ni podemos ni queremos olvidarlas, porque el precio sería el de perder nuestra dignidad.

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Los españoles somos orgullosa parte fundadora, hasta del nombre, de la gran nación de los liberales del mundo, la que el himno norteamericano llama «la tierra de los libres», la primera democracia del mundo pero que es hija de milenios de civilización, que nos dejan obras clásicas, dignas de imitación, por su belleza. Cervantes, Galdós, Velázquez o Goya están ahí para que los españoles y el resto del mundo disfruten de su obra en libertad. ¿Alguien puede dudar, leyendo el Quijote o Fortunata y Jacinta, viendo Las Meninas, el retrato de Jovellanos o los Fusilamientos del 3 de mayo de 1808 que España ha dado siempre lo mejor de sí en la lucha por la libertad?

Pero la aurora de la libertad, casi siempre por llegar, es inseparable de la oscuridad, la corrupción, la injusticia, el atropello del también eterno ejército de las tiranías, que desde el exterior o incluso desde el interior de las mismas personas, niegan a las demás el derecho a vivir su propia vida. Recientemente, al recibir el Premio Escuela de Salamanca, Milei recordó que cuando el Faraón permitió que los judíos salieran con Moisés, sólo uno de cada cinco quiso hacerlo. La mayoría, prefirió la esclavitud. La libertad es una empresa muchas veces solitaria, casi siempre minoritaria, poco comprendida, y con toda seguridad será criticada, calumniada, despreciada, condenada.

Por eso los libres no podemos serlo solos. Por eso necesitamos que la lucha por la libertad sea imperecedera, y vamos de una trinchera a otra, de una guerra a otra, de una lucha política a otra, y por eso nos emociona ver a nuestros héroes, a nuestros ucranianos, a nuestros venezolanos ahí y aquí, a nuestro lado, luchando por ellos y por nosotros, por lo que nos une y no nos hace mejores sino, simplemente, personas: la sagrada causa de la Libertad. A ella nos debemos. En ella nos honramos, por ella luchamos, como ayer lucharon y lucharán otros mañana. Si el mal no descansa, la libertad, vigila. Comienza el segundo cuarto de siglo de esta empresa. Y más que vendrán.

1/ La farsa

Nunca en la Historia, un sangriento imperio desaparecido como el azteca había intentado colonizar otro imperio difunto, el inca de los Andes, y, a ejemplo de Hernán Cortés, con la ayuda de tribus andinas sojuzgadas por los incas, como los quechuas y aymaras, más algunos piratas de origen español que, como Lope de Aguirre, no reconocen a su Rey ni a su Nación.

Esa brujería metahistórica, para los peruanos vil injerencia colonial, la perpetró Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, junto al cacique cocalero Evo Morales y alquilones de la tribu podemita, unidos para apoyar a Pedro Castillo, cuyo gobierno se tambalea tras ser atrapado robando sin el sombrero gigante ni el liqui-liqui boliviano. López Obrador, que, pese a sus recios apellidos españoles, se finge azteca, anunció el envío de víveres, vacunas y consejeros económicos para Castillo, que, también a pesar de su apellido, se finge quechua sin rastro de españolidad. Algo antes ya había llegado el nuevo embajador cubano (o siboney, guanahjuatabuey o taíno) “El Gallo”, coronel de inteligencia perito en operaciones encubiertas.

Evo, “non grato” y Alva, reivindicada

A continuación, Evo Morales, gran cacique cocalero y huésped fijo en Lima de la gargantuesca tribu de los cerrones, quiso poner el pie en el Cusco con el tenderete de UNASUR, pero fue declarado “persona non grata” por el Congreso peruano. La respuesta del grupo aindiado de Puebla fue que sicarios de la tribu podemita acusaron a la presidenta del Congreso peruano, María del Carmen Alva, de visita en Madrid, de haber dicho que Castillo y su gobierno eran golpistas, torpes, delincuentes y terroristas.

Es una descripción ajustadísima, pero nunca la hizo. Se trataba de urdir la destitución de la presidenta del Congreso para vengar la que se había intentado en el Congreso con Castillo. Fracaso total. El montaje era burdo, el ex-premier Bellido negó el apoyo de una parte de Perú Libre, y Bermejo y otros acabaron dejando el grupo, él se supone que camino del VRAEM y del Sendero Luminoso de los Quispe Palomino. Ellos fueron los financiadores, a través de “Los Dinámicos del Centro” de Cerrón, de la campaña de Castillo. En Perú, el Poder se basa en ese delito, que podría resolver la fiscalía de no estar en manos de la izquierda caviar, que ha preferido entregar el Poder a Sendero Luminoso antes que a una Fujimori.

2/ La tragedia

Pocos días antes de las elecciones chilenas, Mario Vargas Llosa clausuró en Argentina unas jornadas de la Fundación Libertad, que dirige con mano esforzada y solvente Gerardo Bongiovanni. Una frase en su extraordinario discurso me llamó la atención: “Hablamos de América Latina y estamos a pocos días de decir que América Latina ha desaparecido”. Desde España, lo de “Latina” siempre nos suena a cursilada francesa, que lo es de origen, y de negación del mérito español y, en menor medida -aunque no pequeña-, portugués en la llegada de la civilización occidental a esa parte del mundo. Pero, pues que hablamos de difuntos, aceptemos la esquela del falsolatina.

Porque, efectivamente, el 19 de Diciembre de 2021 Chile eligió a un presidente comunista, Boric, para guiar su destino camino del cementerio de Cuba, Venezuela, Nicaragua y demás fosas de la América Soviética. En el repaso a la situación de los países echados a perder que, no hace mucho, parecían haber ingresado definitivamente en el club de la civilización y la prosperidad, Mario empezó por México, en homenaje a Ernesto Zedillo, allí presente, que devolvió o simplemente otorgó a sus paisanos la libertad de votar. Y votaron. Y votaron bien… hasta que empezaron a votar mal.

El resultado de esos errores es la presidencia, grotesca y criminosa, de Andrés Manuel López Obrador, que, como consignó el gran novelista y fallido presidente peruano, ha recibido al tirano de Cuba “como si fuera el virrey de México”. Nunca la “dictadura perfecta” que mezcló la política de extrema derecha en el interior y de extrema izquierda en el exterior se ha volcado tanto hacia el narco y hacia el comunismo como en la actualidad.

De lo primero tenía ya experiencia AMLO. De lo segundo ha demostrado tener enorme apetito. Sólo alguien intelectualmente basuriento es capaz de arrodillarse, como presidente electo del primer país del mundo de lengua española, ante el carcelero y verdugo de Cuba, sin elecciones desde hace 63 años. Hace falta una insensibilidad de piedra pómez hacia el sufrimiento humano para identificar a tu país con esa máquina de sangre y de miseria. Y eso ha hecho AMLO, que, como la Cuba de Castro en África cuando era una sucursal de la URSS, envía brigadistas rojos al Perú para sostener al tirano dizque indígena, perito en atracos, coimas y sobornos.

Nicaragua, Venezuela, Perú, Colombia, Brasil…

Reparó luego Mario Vargas Llosa en el silencio internacional sobre el fenómeno tiránico más asombroso que se ha visto en América, sea del Sur, del Norte o del Centro: las últimas elecciones en Nicaragua. Ni en las tiranías más extravagantes de ese amasijo o revoltijo de repúblicas mal avenidas en que hace dos siglos se convirtieron las antiguas tierras de las coronas de España y Portugal hay un caso como el de Daniel Ortega y su Despótica Cónyuge, que para asegurarse de ganar las elecciones metieron en la cárcel a todos los demás candidatos. Y nadie ha protestado. Nadie.

En realidad, la América Soviética se ha construido sobre el silencio cómplice o el aplauso abierto de la gran mayoría mediática y profesoral de aquella desdichada parte del mundo. Incluidos, por supuesto, los Estados Unidos, cuyas universidades han sido reservorios comunistas tras la caída del Muro y hoy proveen de todo el arsenal ideológico, racial y de género, indigenista y ecologista, con el que ha lavado su imagen, no su realidad, el comunismo genocida de Venezuela o el terrorista del Perú y de Colombia.

No es que no falten, es que sobran voluntarios en la crema de la crema de sus universidades de élite sesudos propagandistas del marxismo-leninismo tropical. “Del buen salvaje al buen revolucionario”, el gran libro de Carlos Rangel sobre esa ideología racista occidental ante las tiranías comunistas, buenas para América pero inaceptables para Europa, podría subtitularse “Y del buen revolucionario al buen salvaje”, porque eso es lo que hoy vende con enorme éxito la Ivy League: la vuelta a la naturaleza al estilo de Woodstock, pero con las técnicas políticas del Gulag y el Laogai.

Uruguay, la última trinchera liberal

Avizorando, es decir, temiendo el futuro, Mario no sólo habló del doloroso caso del Perú, sino de Colombia, a punto de caer en manos de Petro, que es como decir las FARC, hoy en el narcoparaíso venezolano. Y de Brasil, que puede caer muy pronto en manos de Lula, delincuente que fue condenado como tal pero que recientemente, en la Plaza de Mayo de Buenos Aires, comparó su caso judicial con el de Cristina Kirchner. No sabíamos que el latrocinio de Lula hubiera alcanzado semejantes sumas. De Argentina, por prudencia y piedad, no habló. Para qué si estaban allí.

De esa hecatombe de la civilización política, de ese liberticidio de masas que es la recién nacida la América Soviética, sólo se salvan, por ahora, Ecuador, aunque cercado, y el Uruguay del presidente Lacalle Pou. De los trescientos millones de humanos bajo la bota soviéticoamericana, la civilización liberal sólo puede sentirse segura entre los tres del “Paisito“. Nunca la tiranía pudo llegar a tanto. Nunca la libertad pudo llegar a menos.


Este artículo fue publicado originalmente en Libertad Digital el 26 de diciembre de 2021

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