Por Germán G. Creamer

Los cambios políticos y elecciones recientes en Latinoamérica, especialmente las de Colombia, muestran un avance importante del autoritarismo en Latinoamérica. Aunque la región ha sido afectada por gobiernos autoritarios desde su independencia, hacia finales del siglo veinte parecía que había superado esta tendencia antidemocrática, con la excepción de Cuba. Desafortunadamente, la elección de Chávez como el aparente líder redentor de las mayorías marginadas de la abismal riqueza venezolana cambió el tono en la región. Gracias a los altos precios del petróleo y al saqueo de las arcas públicas venezolanas, Chávez financió el resurgimiento de nuevos caudillos autoritarios como Correa en Ecuador, Evo en Bolivia, Ortega en Nicaragua y los Kirchner en Argentina.

La utopía de la plaga de los gobiernos del siglo XXI fue vendida a través de una falsa imagen de prosperidad gracias al despilfarro de la riqueza petrolera y al excesivo endeudamiento externo en condiciones poco favorables con China. Sin embargo, la caída de los precios del petróleo y el desgaste de estos gobiernos, agravada por los efectos desvastadores de la pandemia de Covid-19, llevó a la pérdida de credibilidad de este modelo. 

La otra amenaza para la democracia en la región proviene del modelo tecnocrático chino al vender y financiar la alternativa de un rápido desarrollo económico gracias al cambio tecnológico, pero desde un gobierno autoritario. Sin embargo, este modelo es poco viable en Latinoamérica, aún con gobiernos autoritarios, ya que el desarrollo chino requiere tanto una férrea disciplina social y fiscal como una rápida transformación tecnológica. El saqueo de las arcas públicas por los líderes del siglo XXI muestra que lo último que les interesa es implementar una alta disciplina social orientada al desarrollo. Su principal interés ha sido buscar mecanismos para perpetuarse en el poder y así mantener regímenes corruptos sin ninguna supervisión externa. 

El cambio tecnológico de China es muy difícil que sea implementado en Latinoamérica ya que éste se debió a una significativa inversión estatal en investigación y desarrollo combinado con una relajada política de protección intelectual que le ha permitido copiar tecnología extranjera sin restricciones. Aprovechando el gran mercado chino, después de la muerte de Mao Zedong en 1976, Deng Xiaoping introdujo una serie de reformas económicas dirigidas a modernizar la economía y abrirla al resto del mundo. Esto facilitó la entrada de corporaciones multinacionales, aunque obligadas a establecer alianzas con empresas locales. De esta manera, las empresas chinas asimilaron rápidamente la tecnología de punta occidental y luego establecieron compañías independientes como fue el caso del grupo FAW y Volkswagen, la primera compañía industrial extranjera que se estableció en China hace cuatro décadas. El grupo FAW, la segunda compañía estatal china productora de vehículos, también llevo adelante nuevos proyectos de inversión y desarrollo automovilístico con otras corporaciones como Toyota y General Motors. 

El creciente autoritarismo en la región también se puede explicar por la nueva Guerra Fría en la que Moscú y Pekín intentan disputar el poderío mundial de EE. UU. Mientras que la aproximación de Putin es principalmente política, China ha firmado acuerdos de intención de incluir a varios países latinoamericanos como Chile, Ecuador y Bolivia en la “Nueva Ruta de la Seda”. Esta iniciativa, impulsada por el líder chino Xi Jinping desde 2013, busca extender el poderío chino al apoyar el desarrollo industrial y comercial de sus aliados, especialmente del Tercer Mundo.

Dado la transición de Rusia y China de países comunistas a países autoritarios capitalistas, la Guerra Fría V. 2.0 no revive el anterior conflicto entre capitalismo y comunismo sino entre gobiernos democráticos y autoritarios. Este conflicto se ha evidenciado en la guerra de Ucrania y la lucha por el control geopolítico entre la OTAN y la alianza china-rusa. La pregunta para Latinoamérica es si está dispuesta a pagar el alto precio de convertirse en una ficha más dentro de la estrategia china-rusa de control mundial por el acceso a créditos costosos o es capaz de reencontrar su camino de desarrollo con una democracia participativa. En este cambio, las organizaciones de la sociedad civil dentro y fuera de la región, como la Plataforma de Venezolanos en el Exterior (PLAVENEX), pueden facilitar la elección y el mantenimiento de regímenes democráticos con una visión de largo plazo de alto desarrollo tecnológico e inclusión social en la región.


Germán G. Creamer es profesor asociado de finanzas y análisis empresarial en el Stevens Institute of Technology y profesor asociado adjunto en la Universidad de Columbia.