“Aún no he decidido si seré el candidato presidencial”, dijo Nicolás Maduro cual dama coqueta que juega a agitar los deseos. La actitud no debería sorprender. Se trata de un mensaje que corre por varias vías. Una directa que resulta en el parpadeo a los americanos haciéndoles ver que considera con alguna seriedad la oferta del perdón de sus delitos a condición de que se vaya en paz. Dicho ofrecimiento le permitiría disfrutar de su cuantiosa fortuna, asunto de importancia vital para la pareja presidencial y de manera decisiva para Cilia Flores.

No sería la primera vez que esta oferta se coloca sobre una mesa. De hecho, dos generales que trabajaron en organismos de inteligencia, uno preso y el otro en el exilio y entre quienes no existe ningún afecto, Hugo “el Pollo” Carvajal y Cristopher Figuera, coinciden en que Cilia Flores ha manifestado anteriormente su deseo de gozar en modo paradisíaco la riqueza abultada durante estos años de poder. Cilia sería partidaria de negociar un retiro seguro sin la etiqueta vergonzosa de ser la esposa de un solicitado como narcotraficante cuya cabeza tiene un alto precio.

Sin embargo, otro alto exfuncionario militar cercano a la pareja presidencial considera que para Maduro la opción del retiro es prácticamente imposible y destaca que Maduro jamás se ha “bajado del burro”, es decir que nunca ha corregido una decisión.

Influye mucho en todo esto que Maduro, contrario al pensamiento de muchos, no es bruto. Y ha aprendido. Así que él sabe que el odio -merecido- del pueblo venezolano es su sentencia de muerte. Le toca entonces tomar una decisión en un momento en que parece ineludible tener que acudir a un proceso electoral que le urge evitarlo así que cualquier subterfugio ha de ser considerado en el análisis, en especial un conflicto bélico con Guyana que por eso debe mantenerse en el radar, más ahora, cuando los números le reiteran a Maduro lo que no quiere oír: el estruendo del derrumbe de su imagen, la rabia por haber deshilachado un país, el rechazo de un pueblo que quiere votar y que ha perdido el miedo.

Es entonces cuando llama a su amigo Ignacio Ramonet, pieza siempre dispuesta a facturar favores, factura en este caso por una nueva entrevista para la cual Maduro se ha montado una piel de cordero y ha preparado un relato que convenientemente le permite a él jugar en varios tableros, uno de ellos, la versión en la que estaría considerando si ser candidato o no en las próximas presidenciales. Deshoja una margarita, me quiere, no me quiere. Y resulta que nadie lo quiere.

Lo interesante es que el falso dilema que repite Maduro no engaña a la oposición venezolana, y en contraste, agita las aguas del pozo de los enemigos con quienes duerme. Probablemente ese fue el verdadero objetivo: procurar que quienes lo acechan cometan errores, que aquellos que salivan con su caída, militares y civiles, se vean descubiertos.

En la entrevista con Remonet, Maduro se dio el lujo de jugar con las palabras: “Solo Dios sabe. No Diosdado, Dios”, desechando a su manera al eterno trajeado de traidor.

En esa conversación Maduro asoma la cabeza y advierte a quienes diseñan el escenario de la sucesión en el oficialismo que no se adelanten porque se pueden equivocar. “Soy parte del alto mando político y militar”, dijo Maduro reiterando que además del partido es él quien controla las armas.

En todo caso, hay agitación en el régimen.

Hace rato que las conspiraciones están solo en el oficialismo porque en la oposición lo que hay es la decisión de organizarse para el proceso electoral y para ello, el tener una candidata en unidad tal como estaba previsto, ha resultado una bendición. El reloj sigue andando y María Corina Machado no se ha detenido, ni su popularidad ha disminuido, muy por el contrario, insistir en una transición pacífica y ordenada, o haber acudido al Tribunal Supremo de Justicia son acciones que desencajan al régimen y a ella la envuelven de solidez y credibilidad. El reciente mensaje de año nuevo resultó impecable. Hablar como una líder que dirige con acciones concretas a los ciudadanos, lleva a un resultado activador, más cuando la misión prioriza la organización de los ciudadanos, la configuración de equipos, la estructuración de comandos de campaña.

Sí, es evidente que a Maduro sus enemigos internos le preocupan tanto o más que la oposición. Los de su jauría van con ventaja en maldad. Llevan la formación del vicio, el entrenamiento de la ruindad, de la amoralidad, la deslealtad, la ambición, todo lo que él encarna. Sabe que están dispuestos a todo, bien lo sufrió con Tareck El Aissami por quien todavía no supera el despecho.

Y es la oposición la que se ha crecido. Y es María Corina la que suma apoyos internos y externos.

¡Feliz 2024!