Por Dayana Cristina Duzoglou
La cultura de cancelación, justificada por los “despiertos” o “woke”, se revela como una tiranía disfrazada que va en contra de las promesas de libertad de expresión, igualdad y respeto.
En la encrucijada de la libertad de pensamiento y la imposición ideológica, surge una amenaza que se propaga como una inquisición moderna: el wokeísmo. Alimentado por un resentimiento que busca reconfigurar la realidad a través de la política de identidades, esta ideología ha permeado todos los rincones de la sociedad, desde la deconstrucción de valores tradicionales hasta la imposición de un pensamiento único.
En esta era de supuesto «despertar», donde las denuncias contra el heteropatriarcado, el privilegio blanco y otros conceptos afines sirven como baluartes de la ideología woke, nos encontramos frente a una inquisición que no se manifiesta con la brutalidad de antaño, pero que ejerce su poder de manera sutil y persistente. Estatuas derribadas, trabajadores despedidos, libros proscritos, iglesias vandalizadas: estos son solo algunos de los estragos causados por una corriente nacida en los campus universitarios estadounidenses, que ahora se expande como una marea en la sociedad occidental.
A diferencia del movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos de los años 60 que tenía como fin “el despertar de la conciencia y la cultura americana” con espíritu constructivo, los militantes woke tienen la ambición de desmantelar la civilización occidental, percibiéndola como la fuente de un sistema opresivo. Para alcanzar este objetivo, recurren a cancelar, boicotear o avergonzar a aquellos que disienten de los miembros de sus grupos, a los que se brinda una protección especial
En este contexto, cualquier voz disidente se enfrenta a la condena y la descalificación inmediata. El lenguaje se convierte en una herramienta para crear una nueva realidad, y aquellos que se atreven a discrepar se enfrentan a campañas de desprestigio que aspiran al asesinato civil del pensamiento divergente.
Inquisición woke: un paralelo histórico y la amenaza ideológica
La inquisición woke, enmascarada como una lucha contra la opresión, se revela como una fuerza totalitaria que busca imponer su agenda ideológica mediante el miedo y la censura. Este movimiento, caracterizado por el dogmatismo y la cancelación, evoca momentos históricos de intolerancia religiosa e ideológica, manifestándose de manera inquisitorial y sumaria contra cualquier voz discrepante.
Por otro lado, al comparar el comunismo con la ideología woke, surge una inquietante similitud. El comunismo es definido como una «ideología política que asume funciones religiosas», término que también se puede aplicar a la ideología woke. Ambas comparten la tendencia de imponer sus ideologías no solo en la sociedad en general, sino también en instituciones educativas, como se evidencia con la imposición de la ideología de género en la educación, incluso en contra de la voluntad de los padres.
También existe una conexión entre el fascismo, el comunismo y la ideología woke, conexión que radica en su intento común de sustituir la religión por una nueva narrativa ideológica. El wokismo es la peor amenaza existente para la diversidad de pensamiento y la libertad individual.
Ejemplos y Datos Reveladores
Juicios sumarios e inquisitoriales: La Universidad de Chicago reveló que el 75% de los estudiantes woke apoyaría el despido de profesores o conferenciantes con opiniones contrarias, evidenciando una intolerancia que vulnera derechos fundamentales.
Encuestas y tolerancia selectiva: Una encuesta de YouGov destaca que el 64% de los autodenominados «progresistas» respaldaría medidas legales para controlar el discurso ofensivo, revelando una tolerancia selectiva: absoluta con adeptos woke, nula con aquellos que piensan diferente.
Tribunales digitales y despidos injustificados: El activismo digital woke, actúa como tribunales paralelos, contribuyendo a despedir a decenas de personas en 2020 por opiniones políticamente incorrectas según la ideología woke.
Términos como «violencia epistémica», «daño lingüístico» o «negacionista» se esgrimen ahora para descalificar automáticamente cualquier argumento incómodo sin necesidad de debatirlo racionalmente. La Inquisición woke parece así haber encontrado en internet, un poderoso altavoz para expandir su pensamiento único.
Frente a este alarmarte panorama, urge reivindicar los principios de libertad que con tanto esfuerzo conquistó la civilización occidental: libertad de expresión, la tolerancia ante la divergencia y el derecho a disentir de la opinión dominante.
Rebelarse contra esta peligrosa deriva inquisitorial posmoderna que representa el wokeísmo se vuelve imperativo, para así reinstaurar los principios de diversidad intelectual que deben regir en todo estado verdaderamente libre y tolerante. Enfrentémonos valientemente a esta nueva Inquisición ideológica y restauremos los cimientos de una sociedad que celebra la pluralidad de pensamiento y el respeto a la divergencia.
También hay que destacar que, la ideología woke se manifiesta a través de un lenguaje que pretende imponer una nueva realidad. Cualquier crítica a la discriminación positiva de la mujer es etiquetada como machismo, la falta de apoyo a privilegios para grupos LGTBI se considera homofobia, la defensa de los empresarios se interpreta como explotación, y la solicitud de una inmigración ordenada se tacha de xenofobia. Este uso del lenguaje no solo descalifica automáticamente cualquier opinión discordante señalándola de “fascista”, sino que también crea un clima de miedo y censura, permitiendo a la izquierda imponer su agenda ideológica sin la necesidad de un debate genuino. Frente a esta táctica, es crucial resistir y trabajar hacia una sociedad que fomente la libertad de expresión y el intercambio abierto de ideas.
Conclusión
En el tejido de la historia, la desobediencia intelectual surge como una respuesta urgente y valiente ante las verdades «reveladas» impuestas por el movimiento woke. Esta resistencia fundamental se erige como un acto de gallardía intelectual en medio de la creciente coacción ideológica que amenaza con sofocar la diversidad de pensamiento.
También es importante, en esta encrucijada de la inquisición woke, defender la llama de la libertad, algo que se convierte en un deber ineludible. El compromiso con los principios fundamentales de libertad debe buscar, ante todo, preservar la libertad de expresión, incentivar la tolerancia a la divergencia y honrar el derecho a disentir, fundamentos de una sociedad verdaderamente democrática, libre y tolerante.
Igualmente, la resistencia colectiva es una gran solución y esta, no es solo una respuesta, sino un faro que puede iluminar el camino hacia una sociedad más abierta y tolerante. Este llamado a la acción, enfatiza que la diversidad de opiniones es un tesoro que debe ser protegido y celebrado. La libertad de pensamiento se convierte en una llama que solo puede ser preservada mediante la desobediencia intelectual y la unidad en la resistencia.