La jefa del gobierno de derecha nacionalista ha decidido recuperar el control del mundo de la cultura en Italia. Ocho meses después de llegar al poder, Giorgia Meloni está haciendo todo lo posible para colocar a personalidades italianas de su bando al frente de las instituciones culturales. Esto inquieta a sus adversarios, que temen un dominio conservador.
La conquista cultural de la derecha y la extrema derecha italianas empieza por la gestión de los teatros de ópera y los grandes museos de Italia. Para recuperar el control de estos prestigiosos puestos, ocupados actualmente por numerosos directivos no italianos, el gobierno ha introducido una nueva medida que ha entrado en vigor este mes, por la que se fija en 70 años la edad de jubilación de los directores de estas instituciones.
Esto afecta sobre todo a los extranjeros, como el director del Teatro San Carlo de Nápoles: el francés Stéphane Lissner dejará el cargo en las próximas semanas. La misma suerte le espera a Dominique Meyer, que dirige la famosa Scala de Milán.
A partir del próximo otoño, les tocará a la famosa Galería de los Uffizi de Florencia, a la Pinacoteca de Milán y al gran museo napolitano de Capodimonte perder cada uno a su superintendente: un alemán, un británico y un francés respectivamente, sustituidos según el principio del lema de extrema derecha «los italianos primero».
El Ministro de Cultura justificó la nueva norma diciendo que era «extraño» que en un país tan rico en patrimonio como Italia, las principales instituciones culturales estuvieran dirigidas por extranjeros.
La televisión pública Rai también está en el punto de mira. La jefa del partido Fratelli d’Italia está colocando a sus peones en puestos clave del servicio público, entre ellos uno de sus amigos íntimos, Giampaolo Rossi, conocido por sus ideas conspirativas, que ha sido nombrado director general de la veintena de emisoras de radio y televisión de la RAI.
Esta serie de sustituciones ha hecho temer un dominio de la extrema derecha sobre los contenidos informativos, hasta el punto de que dos figuras históricas de las cadenas públicas ya han dimitido en las últimas semanas, negándose a convertirse en «presos políticos», según sus propias palabras.
Poco antes que ellos, el director general de la Rai también dimitió, denunciando un enfrentamiento político y un intento de la extrema derecha de destituirlo antes del final de su mandato.
El Gobierno quiere difundir su «nuevo imaginario italiano”
Giorgia Meloni ha sido muy clara sobre el objetivo de su asalto al sector cultural. Quiere «liberar la cultura italiana de un sistema de poder intolerante, en el que sólo podías trabajar si te declarabas de un determinado partido político»: la Presidenta del Consejo italiano acusa sin rodeos a la oposición de izquierda y a su «hegemonía cultural».
Pero los críticos del Gobierno de extrema derecha lo acusan de hacer exactamente lo que denuncia: difundir un relato único y un pensamiento único a través de los medios de comunicación y los teatros, con el fin de transformar culturalmente la sociedad italiana, pero esta vez hacia la derecha.
Esta es la ambición explícita del Ministro de Cultura italiano, Gennaro Sangiuliano, que pretende desarrollar un «nuevo imaginario italiano» para defender el conservadurismo moral y rehabilitar el sentimiento nacional, que según él está siendo socavado en la Italia actual.