Cuando las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, Reino Unido y otros países invadieron Irak en 2003, Sadam Husein se equivocó al enfrentar convencionalmente a los invasores. No entendió que, a pesar del tamaño y poder de fuego de sus fuerzas, lo que venía era una guerra asimétrica. Enfrentar cara a cara al ejército más poderoso del mundo era suicida. En pocos días la aviación, los tanques y la artillería de Sadam fueron destruidos y sus tropas rendidas en masa. Los americanos y británicos alcanzaron Bagdad, capturaron a Husein y en unas cuantas semanas habían tomado control de un país de 430 000 kilómetros cuadrados. La verdadera guerra en Irak vino después bajo formas irregulares con elevados costos para Estados Unidos. ¿Qué habría ocurrido si Husein hubiera transformado sus Fuerzas Armadas en un enorme ejército irregular desde el inicio?
En 1988 sostuve una reunión con Raúl Castro por encargo de su hermano Fidel. Raúl comenzó la reunión diciendo: “Si los americanos nos invadieran, nuestro poder de fuego convencional sólo serviría en las primeras horas para causar la mayor cantidad posible de bajas antes de que desembarquen. Una vez en tierra sería imposible detenerlos. Por ello nos interesa mucho tu experiencia en la estrategia guerrillera en El Salvador”. La decisión de ir a una guerra irregular puede resultar luego de una derrota como los republicanos en España, pero también puede asumirse en un momento de fortaleza como estrategia para enfrentar a un enemigo muy superior. Los casos contemporáneos más notables serían Vietnam y Afganistán. En el primero fueron derrotados franceses y estadunidenses; en el otro, Reino Unido, la Unión Soviética y Estados Unidos.
Las Fuerzas Armadas de Ucrania cuentan con 200 000 hombres activos y 900 000 reservistas; poseen tanques y vehículos blindados, artillería, cazas, helicópteros y drones, pero en cantidades insuficientes para enfrentar convencionalmente a una potencia militar como Rusia. Por las noticias se puede deducir que el presidente Volodímir Zelenski y sus jefes militares asumieron que enfrentarían una guerra asimétrica y, planificado o de hecho, adoptaron una estrategia de guerra irregular a gran escala. No ha habido en Ucrania batallas de tanques, duelos de artillería ni combates aéreos. No hay maniobras con grandes fuerzas que impliquen una guerra de movimientos y tampoco una guerra de posiciones generalizada; sin embargo, los ucranianos están causando numerosas bajas, destruyendo muchos tanques y derribando helicópteros y aviones.
La baja del general de división Andréi Sujovetski es una evidencia de que Putin está empezando a enfrentar un enemigo invisible. Eliminar un general implicaría una gran batalla convencional que no ha ocurrido. Las posibilidades son que el general fue eliminado por un francotirador, su transporte fue emboscado o su puesto de mando sufrió un golpe de mano. Todas estas son operaciones irregulares. Es un error interpretar la guerra en Ucrania como si se tratara de batallas de la Segunda Guerra Mundial definiendo quién gana o pierde sólo por las posiciones en el terreno. En la guerra de guerrillas el territorio tiene un valor relativo y los conceptos tiempo y desgaste son los fundamentales. El terreno se puede abandonar con o sin resistencia o ganarlo y mantenerlo de acuerdo a las circunstancias.
La invasión de Putin fue de manual: comenzó con ataques aéreos a cuarteles. Pero al no haber evidencias de bajas por estos ataques, la conclusión es que las instalaciones ya estaban vacías. En otro orden, los invasores entraron sin resistencia y han sido los ucranianos quienes han estado definiendo cuándo y dónde se combate. Esto explica, en parte, el lento avance de Rusia. En la guerra irregular un francotirador puede detener el avance de un batallón. Sobre las bajas, la regla es que quien necesita avanzar y ocupar territorio sufre más muertes, porque la misión de una guerrilla es causar bajas sin aferrarse al terreno. Es bastante probable que las tropas de Putin hayan sufrido ya varios miles de muertos. El mando ruso reconoció 1600 heridos y 498 muertos en los primeros cinco días. Si suponemos que el primer día no hubo resistencia serían 125 muertos y 400 heridos diarios. Esos datos de Rusia son falsos, pero aun así muestran el desastre que están sufriendo.
Putin llamó a la invasión “operación especial”, esto supone acción limitada y no una guerra como la que está ocurriendo. En la guerra es un error creerse la propaganda propia y esto le pasó a Putin. Si nos atenemos al teórico militar más connotado, Carl von Clausewitz, el objetivo en una guerra no necesariamente es destruir físicamente a la fuerza enemiga sino quebrar su voluntad de combate. En Vietnam, por ejemplo, a Estados Unidos le sobraban hombres y medios para continuar, pero la situación política acabó con su voluntad de combate, es decir, el desgaste y tiempo se les vinieron encima. ¿La estrategia de Putin está quebrando o multiplicando la voluntad de combate de los ucranianos?
Putin está arrasando las ciudades ucranianas con bombardeos para desmoralizar a los civiles, reducir la resistencia y evitar sufrir bajas. Algo parecido a los bombardeos norteamericanos en Vietnam. Cuando un ejercito profesional emplea fuego indiscriminado es por desesperación e impotencia, la misma lógica que desata el terrorismo. La victoria es compasiva y la sensación de derrota es salvaje. Putin quiere decapitar al mando matando al presidente Zelenskyy. Estando clara la elevada disposición de los ucranianos de resistir, la conclusión es que a mayor destrucción y víctimas civiles corresponderá más disposición combativa, y sería igual si eliminan al presidente. Recordemos la referencia de Clausewitz sobre el odio al enemigo. La causa moral de los ucranianos es más poderosa que la de los invasores.
En la guerra irregular los mandos son autónomos: no hay una cabeza, sino muchas; el territorio es todo el país, se ataca al enemigo desde fuera y desde dentro de sus propias posiciones, en el campo y la ciudad, de día y de noche, cuando se mueve y cuando descansa, con combatientes uniformados o de civil. Se pueden incluso emplear medios convencionales en operaciones irregulares como hacía el general Vo Nguyen Giap en Vietnam. Con 42 millones de habitantes y 600 000 kilómetros cuadrados es imposible que 190 000 invasores puedan ocupar todo el país y derrotar a la resistencia ucraniana. Esta resistencia podría llegar a tener unos 400 000 hombres permanentes, cientos de miles de milicianos, el apoyo de toda la población, soporte material y de inteligencia de las naciones más ricas y tecnológicamente avanzadas del planeta y santuarios en países fronterizos enemigos de Putin. Ucrania no es Chechenia ni Georgia donde Putin masacró impunemente porque están en Asia. Ucrania es Europa y lo que allí pasa es fundamental para los ciudadanos europeos y obliga a los gobiernos a actuar. Por ello la unidad en las decisiones de tantos países, la severidad de las sanciones, la rapidez de la movilización militar propia, la recepción sin contratiempos a los refugiados y el contundente primer apoyo a Ucrania con mil millones de dólares en armas incluidos miles de misiles portátiles antiaéreos y posiblemente aviones de combate.
Si no hay una negociación, la guerra en Ucrania puede durar muchos meses o muchos años. El problema para las fuerzas de Putin no era llegar, sino mantenerse. A futuro su mayor problema será cómo salir. Putin tiene en contra el tiempo, el presupuesto, las bajas constantes en sus fuerzas y los problemas en casa por la crisis económica generada por las sanciones y el aislamiento. Putin lucía como un líder fuerte frente a las democracias que deben lidiar con elecciones, independencia de poderes, medios de comunicación, opinión pública y derechos de sus ciudadanos. Pero Rusia es muy pobre y Europa es la región más rica del planeta. Putin despertó admiración en derechas populistas como Trump y en las izquierdas nostálgicas que lo ven como el sucesor de Lenin, pero no liderando el comunismo sino una autocracia oligárquica capitalista. En la causa de Putin se juega la suerte de todos sus admiradores.
Joaquín Villalobos es exjefe guerrillero salvadoreño, consultor en seguridad y resolución de conflictos. Asesor del gobierno de Colombia para el proceso de paz
Este artículo fue publicado originalmente en Nexos el 12 de marzo de 2022