Por José Daniel Montenegro Vidal

John Locke (1632-1704) padre del empirismo y del liberalismo clásico, es considerado uno de los filósofos más influyentes de la historia, probablemente sea el último gran filosofo con enorme influencia en Occidente, pero, en Venezuela, podría decirse que es un completo desconocido. Sus aportes están íntimamente relacionados a la época y el lugar donde se desenvolvió: hijo de Inglaterra del siglo XVII, vivió en auge la burguesía, la crisis del sistema feudal y el florecimiento de la ciencia moderna. Defensor de la experiencia y la sensibilidad como fuentes válidas de conocimiento ante los excesos del racionalismo extremo, su visión moderada y critica le llevó a formular una teoría política anti totalitarista, a favor de un Estado garante de las libertades individuales y del derecho de los ciudadanos a rebelarse contra los gobiernos cuando estos degenerasen en tiranía., afirmando que “ningún gobierno puede tener derecho a la obediencia de una sociedad que no ha dado su consentimiento”  

Si existe algo divino en lo humano, es el anhelo de la libertad. La ignorancia y la debilidad de algunos hombres, no puede justificar permanentemente comportamientos contrarios a los principios éticos de la libertad.

Hacer tabla rasa de los seres humanos como pretendieron los revolucionarios franceses en 1.789 ha sido la finalidad no disimulada de los revolucionarios hasta nuestros días: Lenin, Stalin, Hitler, Pol Pot, Fidel Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro y muchos otros tantos. Quien se plantea el bien sin reparar en la justicia termina sirviendo al mal y a la injusticia.

Le debemos a John Locke la concepción moderna sobre el ideal de justicia y libertad en términos de individuos y el Estado. Fue Locke quien hábilmente afirmó que los hombres se unían en sociedad voluntariamente y voluntariamente debían establecer gobiernos cuyo fin era garantizar en los individuos sus derechos individuales a la vida, la libertad y la propiedad, así que, si el gobierno se constituye para proteger a los ciudadanos del delito, de igual manera la Constitución surge como un contrato que protege a los ciudadanos de los excesos potenciales de su propio gobierno.

 El Estado solo debería ser competente para asignar obligaciones y para trazar la línea que separa el bien del mal en su esfera inmediata. Más allá del límite de sus competencias necesarias para su razón de existir, solo puede convertirse en la institucionalización discrecional de la injusticia y la legalización de privilegios convenientemente repartidos por los que ejercen el poder entre sus partidarios más fieles, sumisos y rastreros a expensas de la expolición y l violación de los derechos de los individuos que de una u otra manera se atrevan a discernir. De aquí se desprenden todas las prerrogativas, mediante las cuales los funcionarios del Estado comienzan a entrometerse en el campo de la libertad personal. 

Contrario a los niveladores e igualitaristas, John Locke transformó la ley natural clásica en una teoría basada en el individualismo metodológico y, por ende, individualismo político. Del énfasis de John Locke en el individuo como unidad de acción, como ente que piensa, siente, elige y actúa, se derivó su concepción de la ley natural, como poder dotado de capacidad para implantar en el ámbito político, los derechos naturales de cada individuo.

Y precisamente bajo las ideas de Locke, los padres Fundadores de los Estados unidos de América, se propusieron en establecer la primera República de la historia al abrigo de los derechos naturales. 

Thomas Jefferson (1743-1826) fue un hombre notable muy por encima del promedio. Uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, autor de la Declaración de Independencia y tercer presidente del país. Fue un defensor de la libertad, la democracia y la educación y fue además un defensor de la separación entre iglesia y estado. Las ideas John Locke estaban muy arraigadas en el pensamiento de Jefferson.

Los escritos de Jefferson demuestran que:

Era un teórico de los derechos naturales de expuestos por John Locke. En su visión política de alguna manera radicalizaba la doctrina de Locke, pero nunca se desvió realmente de ella.

Creía que la propiedad privada es un derecho natural y que la única función propia del gobierno es proteger el disfrute individual de los derechos naturales.

Las Resoluciones de Kentucky fueron esenciales en el pensamiento de Jefferson: la doctrina de los derechos de los estados que expresaba allí fue incluso más importante para su pensamiento posterior que la dedicación de toda su vida a los derechos naturales.

No es difícil demostrar que Jefferson estaba profundamente influenciado por Locke. Leamos las primeras frases de la Declaración de Independencia como las escribió Jefferson, probablemente las palabras más conocidas en un documento político nunca escritas:

“ Afirmamos que son evidentes en sí mismas estas verdades: que todos los hombres han sido creados iguales y todos han sido dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, entre ellos el derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad y, para garantizar estos derechos, han establecido los hombres gobiernos que derivan sus justos poderes del consentimiento de los gobernados y, cuando alguna forma de gobierno del tipo que fuere, destruye estos fines, el pueblo tiene derecho a cambiarlo, a abolirlo”

Esto sin duda alguna es bastante lockeano, nadie que tenga el más mínimo conocimiento sobre el pensamiento de Locke puede dejar de reconocer su marca en estas palabras.

Pero el caso del Jefferson lockeano no debe argumentarse en un único documento. Jefferson cita a John Locke sólo media docena de veces en sus escritos. En opinión de Jefferson, Locke, Bacon y Newton «fueron los mayores hombres que nunca vivieron sin excepción alguna». En una carta de 1790, Jefferson decía: «El pequeño libro de Locke sobre el gobierno es perfecto desde mi punto de vista».

Según Jefferson, fue John Locke quien tuvo un papel más relevante en dar forma a los «sentimientos armonizadores» de la Revolución estadounidense. Pensaba que la Declaración no era un documento original, sino una expresión de los sentimientos estadounidenses de 1776.

De hecho, Richard Henry Lee acusó de plagio a Jefferson. Según el hombre que firmó la primera moción por la independencia en junio de 1776, la Declaración se copió del Segundo Tratado de Locke. El virginiano no tenía ninguna razón para responder a esa alegación. De hecho, Jefferson consideraba que esta era la verdadera fortaleza del documento:

El objeto de la Declaración de Independencia (…) no [era] descubrir nuevos principios ni nuevos argumentos nunca pensados antes, ni sencillamente decir cosas que no se hubiera dicho nunca antes, sino poner ante la humanidad el sentido común del asunto (…) Tampoco apuntar a la originalidad del principio o el sentimiento, ni siquiera copiar ningún escrito concreto y previo, pretendía ser una expresión de la mentalidad estadounidense (…) Toda su autoridad se basa por tanto en armonizar sentimiento del momento, expresados en conversaciones, en cartas, ensayos publicados o en los libros elementales de derecho público, como los de Aristóteles, Cicerón, Locke, Sidney, etc.”

Al final de su vida, Jefferson de nuevo estuvo dispuesto a poner al autor de los Dos tratados en el olimpo americano de la libertad y el gobierno:

Respecto de los principios generales de la libertad y los derechos del hombre, en la naturaleza y en la sociedad, las doctrinas de Locke (…) y de Sidney (…) pueden considerarse como generalmente aprobadas por nuestros conciudadanos y por los Estados Unidos.

Sebastián Francisco de Miranda (1750-1816), en mi opinión, el venezolano más fascinante del que yo tenga conocimiento. Miranda hablaba y leía con fluidez italiano, francés, inglés y ruso. Tradujo obras del latín y del griego y, sobre todo, estudió a autores como John LockeAdam SmithDavid HumeMontesquieu Voltaire. Mantuvo asidua correspondencia con James Madison, Thomas Jefferson, Jeremmy Bentham, John Stuart Mill y Edward Gibbon, personas todas que han dado testimonio de los conocimientos filosóficos, económicos y jurídicos de Miranda, todo lo cual queda consignado en los trabajos de sus biógrafos más destacados: Karen Rice, William S. Robertson, Joseph F. Toring, Allan Brewer-Carias y Vicente Dátola.

Uno de los más notables horrores del chavismo ha sido instalar (lamentablemente con éxito), la idea de que los padres fundadores de Venezuela eran una especie de revolucionarios socialistas, pero del siglo XIX. Debe uno imaginar a Miranda entrando por la Vela de Coro como una especie de Fidel Castro por la Sierra Maestra cargado de ideas marxistas leninistas. Pocas cosas son tan ajenas a la verdad.

Es suficiente leer la Constitución Federal para los Estados de Venezuela de 1.811, para derrumbar de raíz semejante mentira:

Artículo 141.- Después de constituidos los hombres en sociedad, han renunciados a aquella libertad ilimitada y licenciosa a que fácilmente los conducían a sus pasiones propias sólo del estado salvaje. El establecimiento de la sociedad presupone la renuncia de estos derechos funestos, la adquisición de otros más dulces y pacíficos, y la sujeción a ciertos deberes mutuos.

Artículo 142.- El pacto social asegura a cada individuo el goce y posesión de sus bienes, sin lesión del derecho que los demás tengan a los suyos.

Artículo 151.- El objeto de la sociedad, es la felicidad común y los Gobiernos han sido instituidos para asegurar al hombre en ella, protegiendo la mejora y perfección de sus facultades físicas y morales, aumentando la esfera de sus goces y procurándoles el más justo y honesto ejercicio de sus derechos.

Artículo 152.- Estos derechos son la libertad, la igualdad, la propiedad y la seguridad.

Artículo 153.- La libertad es la facultad de hacer todo lo que no daña los derechos de otros individuos, ni el cuerpo de la sociedad, cuyos límites sólo pueden determinarse por la ley, porque de otra suerte serían arbitrarios y ruinosos a la misma libertad.

Artículo 154.- La igualdad consiste en que la ley sea una misma para todos los Ciudadanos, sea que castigue o que proteja. Ella no reconoce distinción de nacimiento, ni herencia de poderes.

Artículo 155.- La propiedad es el derecho que cada uno tiene de gozar y disponer de los bienes que haya adquirido con su trabajo e industria.

Artículo 156.- La seguridad existe en la garantía y protección que da la sociedad a cada uno de sus miembros sobre la conservación de su persona, de sus derechos y de sus propiedades.

Artículo 157.- No se puede impedir lo que no está prohibido por la ley y ninguno podrá ser obligado a hacer lo que ella no prescribe.

Artículo 179.- Tampoco se impedirá los ciudadanos el derecho de tener y llevar armas lícitas y permitidas para su defensa; y el Poder Militar en todos casos se conservará en una exacta subordinación a la autoridad civil y será dirigido por ella.

Como puede comprobarse, nuestra primera constitución, era eminentemente contraria a las ideas socialistas y especialmente, a las ideas que el chavismo ha promovido en nuestro país y esto no es casual, pues Miranda, el Precursor de nuestra Independencia fue un hombre maravillosamente instruido en los ideales de La Ilustración, un ferviente estudioso del pensamiento de John Locke y gran admirador de la joven nación Norteamericana y, podría decirse, que las relaciones entre Venezuela y Estados Unidos comienzan a través de Miranda.

Nuestros vecinos del Norte, aquellos colonos ingleses que con una cultura avanzada para la época huyeron de su madre patria en búsqueda de libertad y tolerancia religiosa, formaron una sociedad rica, culta y próspera que para 1776 ya había iniciado su proceso de independencia un 4 de julio de ese año, representada en la pluma extraordinaria de Tomas Jefferson plasmada en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Un evento que marcó al mundo y terminó ejemplificando lo que sería la primera revolución más importante de la historia cuando de vida, libertad, prosperidad y la búsqueda de la felicidad se trata. Fue tanto el impacto, que para el joven brillante y rebelde, catalogado así por las autoridades españolas que estaban en su búsqueda por numerosos cargos,Francisco de Miranda, significó un fenomenal ejemplo a imitar.

A nuestros historiadores no les gusta tratar el tema de que el joven Miranda, insigne hombre de Hispanoamérica que hasta en la revolución francesa participó, admiraba con profundidad lo que el experimento norteamericano estaba representando a los ojos del mundo. Quién mejor logra mostrarnos este relevante fragmento de historia, proveniente de la propia pluma de Miranda en su Diario personal, es el periodista venezolano Carlos Rangel en su libro, Del Buen salvaje al Buen Revolucionario.

El Miranda poco conocido que nos muestra Rangel, es aquel joven de 33 años que el 10 de junio de 1783 llega a tierra norteamericana y que viajará extensamente desde Carolina del Sur hasta Nueva Inglaterra, una estadía de un año y medio que terminará el 15 de diciembre de 1784. Un año y medio le bastó al joven Miranda para vivir y experimentar lo que concebiría como “una asamblea más puramente pura y democrática”, donde los primeros magistrados y los comunes del pueblo bebían del “mismo vaso”.

Un “válgame Dios” salía de sus notas cuando ponderaba “el contento y gusto” que tuvo al ver “practicar el sistema de Constitución Británica” y la división de poderes. Estas ya enunciadas en las ideas de John Locke que eran ya folklóricas en Estados Unidos. Rápidamente haría el contraste con el decepcionante sistema burocrático y torpe de la América Española.

El ingenio y la industria de los norteamericanos lo dejaron absorto. Escribe Rangel que “evoca a Benjamín Franklin”, para referirse a la invención ingeniosa del nuevo sistema de chimeneas, “el jabón famoso para afeitarse que lleva el nombre suyo” y el “pararrayos” elaborados por el eminente padre fundador de Estados Unidos.

Este majestuoso personaje, un hombre activo en las tres grandes revoluciones que acontecieron entre 1776 y 1824, conoció a George Washington, a Alexander Hamilton y también a Thomas Paine. Según Simón Alberto Consalvi, estando en Nueva York, nuestro prócer, fue la primera vez que llegó a pensar muy seriamente en la liberación de Venezuela, pero en sus conversaciones con el general Henry Knox fue donde profundizó en el asunto hasta dar con el proyecto en amplios rasgos.

Esa nación que llegó a admirar Miranda, es la patria donde nacieron personajes tan brillantes como John Adams, Franklin y Jefferson. Este último, quien fue el tercer presidente de los Estados Unidos, es uno de los padres fundadores claves que pueden colocarnos en perspectiva del porqué resultó tan exitoso el experimento de nuestros vecinos del Norte y no por estos lados. Nota: En lo que a Miranda respecta se usa como fuente un artículo del Centro de Difusión del Conocimiento Económico (CEDICE).