Morfema Press

Es lo que es

José Vicente Carrasquero

El artículo publicado por el profesor Francisco Rodríguez en Foreign Affairs titulado, “Un argumento a favor del acercamiento diplomático con Venezuela”, plantea que dialogar con el régimen de Nicolás Maduro sería una estrategia más efectiva que las sanciones internacionales. Sin embargo, este enfoque no solo ignora la voluntad de la mayoría de los venezolanos que han rechazado al régimen, sino que también subestima la naturaleza criminal del régimen de Maduro y los riesgos éticos de legitimarlo mediante una “soft negociación”. Abordemos este argumento punto por punto.

Rodríguez aboga por el diálogo como solución para la crisis venezolana, argumentando que las sanciones han fracasado en generar cambios. Sin embargo, el régimen de Maduro no es un gobierno convencional; es un régimen criminal señalado por cometer crímenes de lesa humanidad según la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos de la ONU. Entre las atrocidades documentadas están ejecuciones extrajudiciales, torturas sistemáticas, desapariciones forzadas, represión política masiva y otros mecanismos de terrorismo de Estado.

Negociar con un régimen de esta naturaleza sin imponer condiciones estrictas no solo es ineficaz, sino inmoral. Los regímenes criminales no negocian de buena fe. La historia reciente demuestra que Maduro utiliza el diálogo como táctica de dilación para dividir a la oposición, debilitar la presión internacional y consolidar su control sobre el poder.

Rodríguez sugiere que Maduro ha consolidado su poder y que la comunidad internacional debe aceptarlo como una realidad. Pero esto ignora que esa “estabilidad” se sustenta en un aparato de represión criminal y un sistema electoral fraudulento. Las cifras oficiales del Consejo Nacional Electoral (CNE), aun bajo el control del régimen, demuestran que más del 70% de los venezolanos votaron en contra de Maduro. Esta realidad evidencia un rechazo masivo al régimen, a pesar del control sobre los medios de comunicación, la censura y la coacción ejercida contra la población.

Aceptar la estabilidad de Maduro sin cuestionarla equivale a legitimar un régimen criminal que se sostiene mediante el terror y el fraude. La comunidad internacional debe respaldar la voluntad del pueblo venezolano, no capitular ante un gobierno que ha destruido la democracia y los derechos humanos.

Rodríguez enfatiza la urgencia de abordar la crisis humanitaria en Venezuela, pero omite que el régimen de Maduro es el principal responsable de esta catástrofe. La emergencia humanitaria compleja no es producto de un desastre natural, sino de políticas deliberadas que han destruido el aparato productivo, saqueado los recursos del país y utilizado la ayuda humanitaria como herramienta de control político.

Negociar con un régimen que deliberadamente perpetúa la crisis humanitaria es contraproducente. La ayuda internacional debe ser administrada por organismos independientes, con mecanismos que eviten que el régimen la desvíe para alimentar sus redes de clientelismo y represión.

Cualquier análisis sobre Venezuela debe partir del reconocimiento de que el régimen de Maduro no es simplemente un gobierno autoritario, sino un Estado criminal. Maduro y su círculo cercano están acusados de liderar un esquema transnacional de corrupción, narcotráfico y lavado de dinero, con vínculos con organizaciones criminales como el Cártel de los Soles y grupos armados irregulares.

Un régimen de esta naturaleza no responde a incentivos diplomáticos convencionales. La “soft negociación” ha fracasado reiteradamente porque no ofrece garantías reales de justicia ni de transformación política. Tratar con regímenes criminales requiere una combinación de presión internacional sostenida, sanciones dirigidas y apoyo activo a los actores democráticos.

Rodríguez argumenta que la comunidad internacional debe aceptar a Maduro como interlocutor legítimo. Sin embargo, hacer esto sin que este reconozca el resultado de las elecciones del 28 de julio, no solo traiciona a la mayoría de los venezolanos que claman por democracia, sino que también sienta un precedente peligroso para otros regímenes autoritarios.

Legitimar al régimen de Maduro sería un golpe devastador para las fuerzas democráticas en Venezuela. Además, enviaría un mensaje a otros dictadores de que la represión, el fraude y los crímenes de lesa humanidad son tácticas viables para mantenerse en el poder.

Rodríguez minimiza el papel de la oposición, argumentando que está debilitada y dividida. Aunque enfrenta desafíos, esto no justifica ignorarla o deslegitimarla. La comunidad internacional tiene el deber de fortalecer a los actores democráticos en Venezuela, proporcionándoles apoyo político, técnico y financiero, en lugar de socavarlos mediante acuerdos con un régimen ilegítimo.

Frente a la naturaleza criminal del régimen de Maduro, la comunidad internacional debe adoptar una estrategia que combine presión y apoyo activo a los actores democráticos, incluyendo:

  1. Imposición de condiciones estrictas para cualquier diálogo, reconocimiento del resultado electoral, liberación de presos políticos y cese de la represión.
  2. Fortalecimiento de las sanciones dirigidas, enfocándolas en los responsables directos de la represión y la corrupción, mientras se minimizan los impactos sobre la población.
  3. Garantizar la entrega de ayuda humanitaria a través de canales independientes, evitando que el régimen la use como herramienta de control.
  4. Respaldar a la sociedad civil y la oposición democrática, reforzando su capacidad de organización y movilización.

El argumento de Rodríguez falla al ignorar la naturaleza criminal del régimen de Maduro y las implicaciones éticas de una negociación blanda. La comunidad internacional no puede tratar a este régimen como un gobierno legítimo; debe reconocerlo por lo que es: un Estado criminal que ha devastado a su población y destruido la democracia.

En lugar de un acercamiento diplomático sin condiciones, se debe priorizar una estrategia que combine presión sostenida y apoyo a las fuerzas democráticas, garantizando que la voluntad del pueblo venezolano sea escuchada y respetada. Sólo así se podrá avanzar hacia una solución real y justa para la crisis en Venezuela.

Cualquier sugerencia de mantener a Maduro en el poder desconoce la soberanía popular que se manifestó el 28 de julio y linda con un acto de traición a la patria. 

Reflexione profesor Rodríguez. 

@botellazo

El nombre de Joseph Fouché por lo general lo asociamos con los elementos más tenebrosos de la política. Oportunismo, traición, manipulación, cinismo y mentira, son uno de los tantos elementos que conocen quienes se interesan en la historia de la Revolución Francesa evocan inmediatamente ante este famoso personaje. Pero tales características negativas de un personaje político le fueron vitales para poner al episodio más siniestro de la Revolución Francesa: El Terror, y derrocar en el proceso a su siniestro promotor, Maximilien Robespierre.

Entremos en contexto. El 5 de septiembre de 1793 la naciente República Francesa estaba en grave peligro. Sostenía una desventajosa guerra contra los ejércitos de la Europa despótica que tenían en su mano buena parte del territorio francés, mientras que, en el interior, varias ciudades clave se habían rebelado contra el gobierno revolucionario en las revueltas federalistas. Inflación desbordada y desempleo masivo azotaban a la sociedad francesa, a la cual la propaganda del gobierno atribuía que   era obra de conspiradores contrarrevolucionarios que trabajaban incansablemente para socavar la Revolución y devolver a Francia a la monarquía absolutista, suprimida con la muerte de Luis XVI en la guillotina. 

Esta situación sirvió para la instalación del Terror. La Convención Nacional (gobierno de la República Francesa en forma de asamblea) respondió a la amenaza contra Francia otorgando el poder ejecutivo a una pequeña asamblea de 12 hombres conocida como el Comité de Seguridad Pública, al que se le encomendó la tarea de defender la República y destruir a los traidores internos en Francia. Para dotar al Comité de la autoridad necesaria, la Convención Nacional acordó suspender la nueva Constitución republicana de 1793 y se puso a trabajar en la supervisión de las detenciones y ejecuciones de miles de sospechosos contrarrevolucionarios. Reformó el ejército, lo que condujo a importantes victorias de los ejércitos franceses contra las monarquías europeas que habían invadido el territorio nacional. A finales de 1793, se habían aplastado las revueltas federalistas, se habían bloqueado las invasiones extranjeras y se había encarcelado o ejecutado a los supuestos agentes contrarrevolucionarios. Francia había regado con abundante terror y sangre dicha seguridad, y muchos esperaban que ahora se pudiera poner fin al Terror y que se aplicara la Constitución inactiva.

Pero como pasa mucho en la historia, quienes han recibido poderes extraordinarios no estaban dispuestos a devolverlo. Maximilien Robespierre, líder del Comité de Seguridad Pública estaba convencido de que todavía había contrarrevolucionarios que debían ser desenmascarados. Este líder político había pasado de ser un abogado de provincia a uno de los principales líderes de la Revolución Francesa, gracias que había ascendido meteóricamente en el Club de los Jacobinos, revolucionarios radicales que buscaban la instalación de una república virtuosa en Francia. Robespierre creía fervientemente que la única manera de alcanzar una república justa e igualitaria era erradicando la corrupción y la tiranía presentes en esa sociedad a través del terror, traducido en violencia y destrucción de todo aquel que no compartiera su visión de una república ideal, haciéndolo inmensamente amado por sus partidarios y temido por sus enemigos.

El mismo Robespierre consolidó su poder en la primavera de 1794 enviando a la guillotina enormes cantidades de sus enemigos, tanto quienes añoraban la monarquía borbónica como los republicanos moderados. Las luchas por el poder durante el Terror supusieron la ejecución de Georges Danton y Camille Desmoulins, dos líderes revolucionarios que habían sido amigos y aliados de Robespierre e increíblemente amados por las masas, pero que se convirtieron en sus enemigos cuando llamaron a poner fin al Terror. La voluntad de Robespierre de sacrificar a sus amigos por sus principios demostró que no se detendría ante nada para lograr sus objetivos, lo que hizo que muchos otros líderes revolucionarios se preguntaran si serían los siguientes, entre ellos los mismos jacobinos que seguían a Robespierre. 

En junio de 1794 Robespierre presentó a la Convención Nacional la Ley de Pradial, una ley que intensificó los horrores del Terror al acelerar los juicios y aumentar la probabilidad de un veredicto de culpabilidad, que ahora significaba necesariamente la muerte. En ese contexto, nadie en Francia ya se sentía seguro, incluso quienes aplaudían a rabiar los discursos del líder revolucionario, entre ellos Joseph Fouché.

El mismo Fouché había sido uno de los partidarios más acérrimos del Terror siendo del partido de Robespierre y por lo tanto republicano radical. Fue uno de los representantes enviados a provincias para implantar El Terror, distinguiéndose por su celo en la campaña de descristianización y en la represión de Lyon, usando la fuerza de manera tan brutal matando a miles de burgueses adinerados que fue llamado “El verdugo de Lyons”. Pero al poco tiempo de su sangrienta actuación, cayó en desgracia frente a Robespierre (de quien estuvo a punto de convertirse en su cuñado) al competir con él por la presidencia del Club de los Jacobinos. Eso lo hizo enemigo mortal del líder supremo de la Revolución Francesa, quien ya lo tenía listo para ejecutarlo como su enemigo…Y el Terror ante ese escenario disparó en Fouché la necesidad de derrocar a Robespierre, convirtiéndose en el cocinero de la conspiración que acabaría con el Terror en Francia.

Fouché no era el único que se había convertido en enemigo de Robespierre dentro de la misma vorágine de la Revolución Francesa. Comenzó cooptando a partidarios del Terror que sentían que podían ser los próximos a ser guillotinados como Paul Barras y Marc-Guillaume Vadier, que tenían razones para creer que eran los siguientes en la lista de traidores de Robespierre. Los hombres acorralados se hacen más peligrosos por el hecho de sentir cuando saben que sus vidas están en peligro, efecto del Terror que sus promotores habían obviado.

Estos hombres aprovecharon las ausencias de Robespierre en la Convención para hablar mal de él en público y en privado y conspirar contra su derrocamiento con los mismos jacobinos que seguían al líder francés, pero temían ser sus nuevas víctimas. Esto se logró el 27 de julio de 1794, 9 de Termidor del Año II de la Revolución, donde Robespierre con sus secuaces más cercanos, Louis Antoine Saint-Just y Georges Couthon fueron arrestados y luego guillotinados al día siguiente. El Terror había muerto y un período menos sangriento y más pacífico inició en la Revolución Francesa llamado el Directorio.

Todo este recuento histórico se ha sacado a colación a la modalidad venezolana del Terror revolucionario que se ha instalado en Venezuela luego del fraude del 28 de julio de 2024, en cual la oposición le ganó por más 30% al candidato oficialista Nicolás Maduro. El presidente electo, Edmundo González Urrutia a tenido que exiliarse para salvaguardar su integridad. La líder de la oposición, María Corina Machado sobrevive en la clandestinidad para no caer en garras de la dictadura.  Todo aquel que llama a lo que pasó como fraude es convertido en enemigo del Estado, encarcelado y torturado. Los más afortunados, gracias a la mediación del CPI y otras organizaciones, han logrado salir después una estancia traumática en la cárcel que los perseguirá por años. Los menos, encarcelados bajo una condena de muerte camuflajeada, muriendo poco a poco entre barrotes gracias a las pésimas condiciones de su cautiverio.

Y en medio de este contexto han aparecido los normalizadores del Terror. Disfrazados de analistas fríos, imparciales, pragmáticos y racionales, llaman a olvidar el fraude del 28J y los presos políticos. A dialogar alegremente mientras que protestantes en prisión mueren de mengua. Participar alegremente en las elecciones locales del 2025, sin cambios en la institucionalidad democrática electoral del país y olvidando que el 28J se nos quitó el derecho a elegir a nuestro presidente, estando el poder en Venezuela actualmente usurpado. Ante esos patéticos cantos de sirenas hay que decir NO, tanto por razones morales como racionales. Racionales en el sentido que alguien que ha roto numerosas negociaciones en el pasado, no acatará los acuerdos de las nuevas. Racionales tanto en el sentido de que quien usurpó unas elecciones presidenciales lo hará cuando quiera ante nuevos procesos electorales. 

No tenemos ejércitos para alzarnos contra la tiranía. La ciudadanía venezolana ya hizo bastante no con sólo ganar electoralmente las elecciones presidenciales del 2024 sino probar ante el mundo que lo logró, digitalizando formidablemente las actas que certifican esa victoria. Es el momento de los políticos de oposición comprometidos con la libertad. Es el momento de ser moralmente íntegro y políticamente audaz. Como Fouché, sabemos que el régimen está lleno de grietas. Muchos de sus antaño partidarios están entre rejas, entre ellos el que fue el segundo hombre más fuerte del régimen, Tareck El Aissami. Otros saben que, si este cayó, ellos perfectamente podrían ser los próximos, dentro del salvaje lucha de lo que queda del botín y el poder del Estado mermado por la corrupción oficialista. Los hombres acorralados se hacen más peligrosos por el hecho de sentir cuando saben que su libertad y sus vidas están en peligro. Y es momento que la oposición aproveche eso.

La nueva administración del presidente norteamericano Donald Trump, ha colocado en puestos claves a políticos que durante años han adversado la dictadura de Hugo Chávez primero y de su sucesor Nicolás Maduro. Son augurios prometedores, pero poner demasiada confianza en este elemento internacional que la oposición no controla puede llevar a terribles errores del pasado, como los del gobierno interino encabeza por Juan Guaidó.  Es hora de crear las condiciones para que el Terror del gobierno de Nicolás Maduro haga que se devore ese mismo.

Y lo anterior sólo se puede alcanzar teniendo la experiencia, la sabiduría y la dosis correcta de coraje, para lanzar puentes dentro del oficialismo, no de una cúpula que ya se sabe que nunca estará dispuesta abandonar voluntariamente el poder sino a quienes lo sostienen: militares, burócratas, empresarios y afines. Decirle que ellos nunca estarán a salvo de quien ya ha condenado a quienes eran sus secuaces de su mayor confianza. Cizañar, fracturar y cooptar dentro del oficialismo las patas conque la mesa que sostiene el poder del gobierno se mantiene. Si contamos con ayuda internacional, mejor, pero también bajo el escenario que dicho auxilio nunca se concrete. Convencer aquellos que hasta hoy aplauden el régimen y decirle que, por su carácter tiránico y traicionero, en un día cercano los traicionará y exterminará. Que ya están de facto en la próxima lista de encarcelados y ejecutados por el gobierno. De convencerlos que ellos y la oposición en las actuales circunstancias tienen el mismo enemigo común y es necesario acabar con él, garantizando a ellos en el futuro un espacio político y personal en la restauración de la democracia en Venezuela.

Es momento de hacer que el Terror se devore a sí mismo.

Por José Vicente Carrasquero

Después de 25 años de dictadura, Venezuela se encuentra en una encrucijada histórica. La era de Nicolás Maduro, caracterizada por una pésima gestión y una profunda crisis económica y social, está llegando a su fin. El pueblo venezolano, resiliente y esperanzado, se prepara para derrotar al régimen. Esta afirmación no es meramente especulativa, sino que se sustenta en un análisis exhaustivo de diversos factores que indican un cambio inminente.

A- La Pésima Gestión de Maduro

La administración de Nicolás Maduro ha estado marcada por una gestión desastrosa en múltiples frentes. La inflación ha alcanzado niveles astronómicos, empobreciendo a la población y desmantelando el poder adquisitivo de los ciudadanos. Las políticas económicas, lejos de solucionar la crisis, han agravado la situación, llevando al colapso de los servicios básicos y a un encarecimiento generalizado de alimentos y medicinas.

Además, la corrupción endémica dentro del gobierno ha socavado cualquier intento de reforma significativa. Las instituciones, cooptadas y debilitadas, han perdido su capacidad de responder a las necesidades del pueblo. Este escenario ha generado un creciente descontento popular, que se manifiesta en protestas y movilizaciones cada vez más frecuentes.

B- Los Resultados de las Encuestas

Las encuestas recientes reflejan un panorama sombrío para Maduro. El respaldo popular al régimen se ha desplomado, con índices de aprobación en mínimos históricos. La mayoría de los venezolanos desean un cambio y están dispuestos a luchar por ello. Este rechazo masivo se extiende a todos los sectores de la sociedad, incluyendo antiguos bastiones chavistas que hoy se sienten traicionados por las promesas incumplidas del gobierno.

Además, las encuestas muestran un aumento en la intención de voto por candidatos de la oposición, evidenciando una clara demanda de alternancia en el poder. La unidad de las fuerzas opositoras, aunque históricamente frágil, está cobrando fuerza ante la urgencia de la situación.

C- Diferentes Análisis de Entorno Político

El entorno político venezolano está experimentando una transformación significativa. La presión internacional ha sido un factor determinante, con sanciones económicas y diplomáticas que buscan aislar al régimen y debilitar su base de apoyo. La comunidad internacional, incluyendo a países vecinos y organismos multilaterales, ha expresado su apoyo a la causa democrática en Venezuela.

Internamente, la oposición ha aprendido de sus errores pasados y está desarrollando estrategias más cohesivas y efectivas. Las alianzas entre diferentes partidos y movimientos sociales están configurando un frente común que, por primera vez en años, presenta una amenaza real al poder de Maduro.

D- Análisis de Teorías de Juego

Aplicando las teorías de juego al contexto venezolano, podemos observar un cambio en las dinámicas de poder. La estrategia de supervivencia del régimen, basada en la represión y el control, se está volviendo insostenible a largo plazo. La teoría de juegos sugiere que, en situaciones de conflicto prolongado, las coaliciones que buscan el cambio tienden a fortalecerse y a encontrar formas de superar las barreras impuestas por el poder autoritario.

Los movimientos de resistencia están utilizando tácticas no convencionales para debilitar al régimen, creando un entorno en el que la gobernabilidad de Maduro es cada vez más precaria. La incapacidad del gobierno para adaptarse a estas nuevas realidades tácticas refuerza la probabilidad de su eventual colapso.

E- War Rooms

Los war rooms, o salas de estrategia, juegan un papel crucial en la planificación y ejecución de las acciones de oposición. Estos centros de comando están integrando tecnología, inteligencia y estrategia política para coordinar esfuerzos y maximizar el impacto de las movilizaciones. La utilización de redes sociales y plataformas digitales ha permitido una organización más eficiente y una comunicación más rápida entre los líderes de la oposición y la base ciudadana.

La efectividad de estas estrategias ha sido evidente en la capacidad de convocar y sostener concentraciones masivas, así como en la habilidad para resistir la represión del régimen. Los war rooms están diseñando escenarios de contingencia que anticipan las posibles respuestas del gobierno, lo que les permite mantener la iniciativa y la ventaja en el conflicto político.

Conclusión

El fin de la dictadura de Nicolás Maduro no es solo un deseo ferviente del pueblo venezolano, sino una conclusión lógica derivada de un análisis exhaustivo de múltiples factores. La pésima gestión del gobierno, los resultados desfavorables en las encuestas, los cambios en el entorno político, el análisis de teorías de juego y la eficacia de los war rooms configuran un escenario en el que la derrota del régimen es inevitable.

El pueblo de Venezuela, armado con la esperanza y la determinación, se encuentra en el umbral de una nueva era. La caída de Maduro marcará el comienzo de una reconstrucción nacional basada en la democracia, la justicia y el progreso. Es el momento de que Venezuela recupere su libertad y su dignidad, y el mundo será testigo de este histórico triunfo del espíritu humano sobre la tiranía.

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