Morfema Press

Es lo que es

Juan Guerrero

Por Juan Guerrero

Finalmente pasó lo que tenía que pasar: Maduro y el madurismo fueron derrotados. Ya no es posible seguir tapando el sol con un dedo; histórica y popularmente han sido desplazados por los ciudadanos de bien.Indudablemente que esto no ocurrió en un día. Ya desde 2013 comenzó el desencanto del pueblo por la traición repetida de los dirigentes del socialismo del siglo XXI. Tanta humillación y desprecio al alma nacional trae sus consecuencias.

Pero el detonante que hizo que hoy se evidencie la derrota ética y política del régimen oficialista del socialismo del siglo XXI, es la planificada destrucción del núcleo social por excelencia: la familia venezolana.

Esta es la verdadera razón por la que hoy, a pocosdías de unas elecciones que se aprecian fraudulentas desde su misma organización, la sociedad venezolana ha comprendido que no queda otra opción sinoapostar por la democracia fortaleciendo el voto y defendiéndolo con “uñas y dientes” a través de la organización social, solidaria y activa. Es la propia sociedad, el ciudadano común quien ha tomado consciencia de su protagonismo y ha entendido que es él y solo él quien tiene en sus manos la defensa de suintegridad y su país.

Por lo tanto, estamos asistiendo a un evento que está cambiando el rostro y el mismo concepto del proceso electoral y de elecciones, aun sabiendo que estas no son libres ni justas ni equitativas. La sociedad venezolana está saliendo de lo más profundo de la geografía nacional donde el Estado y el régimen socialista los abandonó y ahora los desprecia y sigue humillando por reclamar su derecho fundamental: respeto a su dignidad y su derecho humano a ser atendidos integralmente.

En la práctica los aliados que tiene la población nacional son, a mi juicio, dos: la terrible realidad y la organización. Por donde se quiera insistir para justificar lo injustificable es imposible ser ajeno a la dantesca realidad que padece el venezolano con una población cercana a los 8 millones de seres humanos esparcidos por el mundo en una diáspora atroz. Es tan descomunal semejante hecatombe que en la historia venezolana solo han existido dos momentos de huida de la población fuera de sus fronteras: la emigración en la guerra de secesión en 1814, cuando cerca de 20 mil venezolanos salieron huyendo de la guerra, y ahora en el siglo XXI cuando se intenta imponer un modelo de vida basado en valores y principios contrarios a la tradición cultural venezolana.

Desde hace dos meses se está verificando a través de los medios de comunicación y las redes sociales la monumental movilización nacional, que, iniciando como un tema de elección en apoyo al candidato opositor, Edmundo González Urrutia, se ha convertido en un excepcional movimiento de la sociedad, que de manera espontánea se expresa colectivamente en un fervor nacional por la reunificación familiar. Ve en la elección de este candidato la posibilidad para que sus familiares retornen al país. Y quien se observa como garantía para que este deseo se haga realidad, es la líder espiritual María Corina Machado.

Ha sido ella quien en poco más de 20 años, de manera constante y siguiendo una línea ética en sus principios, organizó a la población asegurando más allá de la participación político-partidista, la necesidad de integrar a toda la sociedad sobre la base de los principios y valores que son la esencia de la venezolanía. Por eso en la elección que se avecina la huella de los partidos políticos ha sido cubierta por las organizaciones sociales de base, generadas en lo más profundo del alma nacional: caseríos, barrios, urbanizaciones y sectores populares que se expresan organizadamente como grupos de apoyo a los derechos humanos, vecinos, asociaciones, clubes, gremios, sindicatos, grupos de apoyo religiosos, deportivos y culturales, entre otros.

Quien está al frente de este multitudinario movimiento nacional es una mujer, profesional, hija, hermana, esposa y madre venezolana como millones de mujeres que han tenido que enfrentar la barbarie socialista de un régimen despótico, obsceno, pandillero y criminal,que ha planificado una sistemática destrucción de la familia venezolana, las instituciones, la historia de una nación, su cultura y visión religiosa. Todo ello con la imposición de un lenguaje de la violencia y la sumisión a creencias ajenas a la tradición de la cultura nacional.

“Tierra arrasada” es el grito afónico del odio que ahora la dirigencia socialista oficialista riega por todo el país: saboteo al sistema eléctrico nacional, desmantelamiento de la infraestructura industrial, socio-sanitaria, destrucción del sistema educativo nacional y saqueo e incendio de los bienes académicos de las universidades republicanas, públicas, democráticas y autónomas.

La sociedad venezolana suma en su unidad nacional los sectores que en el pasado apoyaban al oficialismoy que fueron engañados por el régimen socialista del siglo XXI. Entienden, porque lo sufren, que la salida a tanta humillación, planificada y sectorizada contra los ciudadanos más empobrecidos, está en el cambio radical a un gobierno que los saquen de la escandalosa y cruel miseria que padecen. Este descomunal movimiento de solidaridad nacional para salir de la trampa socialista, embustera y traicionera,cuenta con la fuerza fundamental inquebrantable de la ciudadanía en todos los sectores del país, y especialmente del protagonismo de la mujer venezolana: abuela, madre, hermana, esposa, hija;unidas y unidos en un solo corazón que ama, sonríe, sueña y espera su oportunidad para contribuir con su trabajo honesto y de calidad, en la reunificación de la familia, la reestructuración del Estado y sus instituciones.

(*) camilodeasis@gmail.com X @camilodeasis IG@camilodeasis1

Por Juan Guerrero

-Si vamos todos a lo mejor nos escuchan, dijo uno de los que estaban haciendo la cola para surtir gasolina. Yo los miré. El sol del mediodía ‘partía tejas’ y el hambre hacía sonar los estómagos. Varios se levantaron y se sacudieron el polvo de los pantalones. Otros se fueron a cerrar sus vehículos. Pero la mayoría permaneció impasible mirando cómo los cuatro hombres se alejaban rumbo a la gasolinera para protestar frente a los guardias y policías, quienes, de manera descarada dejaban pasar a los <vip> que, apenas llegaban, les permitían la entrada para surtir.

-No sé qué van a ganar con ir a protestar, dijo un señor que estaba a mi lado. –Desde hace más de 8 años estuvimos peleando en las calles de todo el país y lo que ganamos fueron muertos, desaparecidos y presos. Todos ya se olvidaron de eso. Los políticos de la oposición andan disfrutando de sus negocios con el régimen o fuera del país con sus familias, bien acomodados. Nos dejaron solos y aquí estamos, -señalando la interminable cola de vehículos. Pasando calamidades y frustrados.

Hubo un silencio de aprobación y desconsuelo. No sabría definirlo. Quizás porque ya íbamos para 7 horas esperando para entrar y surtir gasolina. O porque ya en los rostros solo se aprecia agotamiento, cansancio extremo e incredulidad para soportar las horas, los días, las semanas y los meses que van pasando y caen como agobiantes dudas de sobrevivencia de este día y de todos los días.

Es que la rabia hace tiempo se transformó, más que en frustración, en sobrevivencia. El agotamiento físico, mental y espiritual, dio pasó a una suma de calamidades que algunos especialistas denominan como, ‘burnout”, o ‘persona quemada o bloqueada’. Ese cansancio crónico, extremo. La sensación de pérdida total de interés por la vida. Solo buscar sobrevivir, alimentarnos mientras pasan las horas. Es que en la Venezuela actual se han perdido todas las aristas que nos daban seguridad y nos instalaban en la normalidad de una realidad que ofrecía un destino, un futuro. Pero ya no sabemos si realmente vivimos en una sociedad y, pero aun, sintiendo que no existe Estado que nos proteja, mientras el gobierno se transformó en un régimen totalitario que humilla, veja y maltrata al ciudadano.

-La verdad, le escuché decir a un flaco y larguirucho señor que hacía la interminable cola, que aquí cada quien resuelve como puede. –Fíjese usted, señalándome. Con el negocio de la gasolina cada uno de ellos tiene su tajada. Sale de los llenaderos la gandola y ya los generales obtienen su cuota, luego llega acá y quienes administran la estación de gasolina, también le ganan, después, los policías y militares que custodian, venden los puestos <vip> y sacan sus dólares. Total, que esto es un negocio de corrupción muy difícil de solucionar. –Y ni se le ocurra decirle en sus caras que son corruptos porque lo sacan de la cola y se lo llevan preso, y nadie lo va a defender.

Es esa la sensación de indefensión, de amarga humillación y violencia contenida frente a la violencia representada en unos uniformes que defienden lo ilegal.

Nadie sabe a ciencia cierta si mañana amaneceremos sin agua, sin electricidad, con la inseguridad de saber si podremos comprar una bombona de gas doméstico para alimentarnos, si el Internet funcionará o si llegará la gasolina. Estos son los límites que cercan la vida del venezolano que habita un espacio geográfico llamado Venezuela. En la mirada del semejante uno intuye la tragedia compartida del día a día. La frustración de hacer una interminable fila para, después de cuatro o seis horas, escuchar que se terminó la gasolina y no saber si mañana volverán a surtir.

El drama psicológico, la tragedia colectiva se cuenta en historias de abuelos abandonados que prefieren dejar de comer para que sus nietos puedan alimentarse y alargar la vida para que puedan ser hombres y mujeres y alcancen a vivir un poco más. –Yo ya viví y es mejor que le des la arepa al niño que está creciendo. Cuenta uno que supo de una abuelita que se dejó morir de hambre para que su nieto pudiera comer. 

Yo escucho y me hago el desentendido para no seguir en este calvario de historias de anónimas voces que hablan mientras esperan surtir de gasolina sus vehículos. –Pero mire que en Carache (pueblito andino) llega una gandola cada quince días, dice un joven camionero. –Allá uno tiene que anotarse en un cuaderno que lleva un funcionario y después, debe irse de madrugada a la única gasolinera del pueblo. –Aquí, al menos, a uno le dan un número y ya medio asegura que podrá surtir gasolina, dice el joven esperanzado.

Ya en mi casa, apenas entrando, comenzó el corte de electricidad e también le toca a la estación de servicio donde el joven esperanzado, varios vehículos detrás de mí, tenía horas esperando para surtir gasolina. 


Articulista de opinión. Ensayista.Esp. procesos de lectura y escritura.Doc.Lit.venezolana(poesía).Dibujos d alegorías.Poesía.NanoRelatista

TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1

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