Es mas o menos evidente que se ha activado una ola de solidaridades y “solidaridades” frente al bodrio que han llamado “inhabilitación” de María Corina Machado.

Algunas de estas manifestaciones han sido de buena fe y demostrativas de que la conciencia democrática del país no ha sido derrotada y que guarda reservas insospechadas. Hay otras, que mas bien se han parecido a esos pésames peculiares que Don Vito Corleone, se acercaba a dar a las viudas y huérfanos de muchos de quienes se había “echado al pico” por contrariar sus órdenes o intereses.

Entre estos últimos, se encuentran algunos que compran y dan por buena la “inhabilitación” y hacen un “patriótico” llamado a María Corina para que se rinda y se sume al consenso para la búsqueda de un candidato que, en sus propias palabras sea “potable” para el régimen y que permitan “ganar y cobrar” con su aquiescencia.

De acuerdo con esta tesis, quien tiene la mayoría de la voluntad de los venezolanos de su lado, debería acatar el oficio de un funcionario subalterno de la Contraloría, bajar los brazos y relegarse a jugar el papel de un Príncipe Elector de Sajonia y, en un día señalado, levantarle la mano a un candidato de “consenso”.

Creo que quienes así piensan están claros en que tal cosa no va a ocurrir y que María Corina Machado, seguirá luchando para ganar las primarias, independientemente de todos los peligros que se ciernen sobre esta herramienta que nos hemos dado para dirimir un liderazgo en el país. De manera que su consejo se parece más a una provocación para “tirar la parada” y ver si pueden llevar agua al molino de sus propios intereses.

En realidad, esta nota no tiene por objeto contestar a este argumento. No valdría la pena enzarzarse en tal diálogo de sordos. Lo que verdaderamente aspiramos es dar respuesta a muchos que si creen que es necesario la búsqueda de un liderazgo para enfrentar esta pesadilla que vivimos hace más de 20 años y que, con justa preocupación, abrazan la causa de la unidad.

Primero, admitamos que la palabra unidad es una de esas con las cuales no se puede pelear en el centro del ring porque te noquean. Pertenece a esa familia de palabras agradables al oído, como paz, amor, diálogo, entendimiento, etc., que tiene buena prensa y que son “políticamente correctas”.
No obstante, en la política, cada una de estas palabras hay que analizarla en su contexto, para sacarlas del mundo mágico e ideal y colocarlas en las circunstancias de tiempo y espacio adecuadas.

A tal efecto, se nos ha venido a la mente tratar de hacer una analogía del tema de la unidad de las fuerzas democráticas en Venezuela, hoy en día, con lo que pareciera que es el ejemplo más acabado de acuerdo nacional que hemos tenido, que es el Pacto de Punto Fijo.

Este pacto fue sin duda, el bosquejo de un modelo de país y de una manera de ejercer el poder en una democracia incipiente, pero estuvo muy lejos de ser esa oda a la unidad nacional que nos hemos acostumbrado a recitar.

Recordemos que unas semanas antes de suscribirse el pacto. Nelson Rockefeller fue el anfitrión, en su casa de Nueva York de Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jovito Villalba. Tanto él, como el gobierno norteamericano, sabían que eran los mas relevantes lideres nacionales y querían tener seguro, entre muchas otras cosas, que el partido comunista venezolano, estaría muy lejos de ese acuerdo para gobernar en el país.

Como sabemos, el ganador de aquellas elecciones fue Betancourt y de no ser por el Pacto de Punto Fijo, muy probablemente, las acechanzas desde la izquierda y la derecha hubieran hecho naufragar ese gobierno.

Ahora bien, nos deberíamos permitir la pregunta: ¿Qué hizo que funcionara el pacto? Como siempre, la respuesta es que no hay una causa única, pero hay una que es rotundamente definitiva: El liderazgo de Rómulo Betancourt y de Acción Democrática, fueron claves.

Y es que no es fácil conseguir que un acuerdo funcione, sin un liderazgo legitimado y Betancourt lo tenía por miles de títulos. En primer lugar, el carisma de su figura, su experiencia y sagacidad fueron claves, pero es que, además, AD era también un partido verdaderamente sembrado en la gente. Fue ese partido el verdadero fundador de la sociedad civil de la época. Mientras el PCV, apoyaba a Medina con su consigna, “con Medina contra la reacción” (siguiendo los lineamientos de Earl Browder y del PC de la URSS), los adecos andaban fundando la CTV, la FCV y la FVM y acompañaban a la gente en la lucha social.

Hoy en día en Venezuela, para cualquier acuerdo, lo que más necesitamos no es una reunión de partidos, ni un socorrido “programa común” (que seguramente será necesario). Lo que mas necesitamos es, como en los días de Punto Fijo, un liderazgo legitimado por la gente para que avance en la consecución de un proceso electoral libre.

La herramienta que tenemos en las manos hoy, son las primarias. Unas primarias que no son solo un mecanismo de consulta, sino un medio para movilizar, para repolitizar a los ciudadanos y para reencontrarnos de nuevo.

Unas primarias que no deben ser una fiesta de confeti y papelillo, sino una jornada de rebelión cívica, pacifica, una convocatoria a la revolución de los votos.

Si de algo ha servido esta parodia de “inhabilitación” a María Corina es que ha puesto de nuevo al país, frente a los grandes desafíos de reconquistar la democracia y nos ha evidenciados los riesgos de banalizar o frivolizar nuestra situación. El movimiento de solidaridad a su alrededor, puede convertirse en un acelerador del cambio. Su victoria en las primarias, como varios de sus adversarios, lo han señalado, es una inmensa oportunidad para todo el país.

No es el momento, entonces, de pedir que ella baje los brazos, es el momento de tendérselos para avanzar juntos, para que las primarias puedan darse y culminen con una gran victoria ciudadana.