Por Karina Sainz Borgo en ABC
Quienes lo han visto reptar, perdón, quise decir quienes lo han visto conducirse por los palacios de gobierno del Nuevo Mundo, pueden dar fe de sus malas artes. Si a la mayoría de los ex mandatarios los acompaña la dignidad de los jarrones chinos, o al menos su aspecto inofensivo, a José Luis Rodríguez Zapatero lo distinguen los hábitos de los encomenderos en la América Colonial. Acude el señor Zapatero donde no se le llama, tiene por oficio apadrinar mesas de negociación fraudulentas en favor de los verdugos y también salir a pasear por los jardines de sus anfitriones mientras un pueblo entero al que dice ir a ayudar se hunde. Zapatero, ese ser moralmente contrahecho, de mirada reptiliana y aspecto ave de mal agüero, ha aparecido en el último tramo de una campaña electoral que pretende inclinar a favor de Pedro Sánchez, un candidato de su misma catadura e incomparecencia moral. Esta semana, en una entrevista con Julia Otero, el expresidente de Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero habló él también de bulos, de manipulaciones y oscuros intereses, refiriéndose al debate televisivo que Sánchez sigue intentando ganar una semana después.
Para oscuros, los intereses de Zapatero, vinculado a una empresa que vende material antidisturbios a Nicolás Maduro, ese civil con pocas luces que ha reprimido a los ciudadanos de su país con más saña de la que lo hizo el teniente coronel Hugo Chávez. Para bulos los que esparcía Zapatero mientras Delcy Rodríguez, la ministra de un gobierno sancionado internacionalmente, se paseaba por la T4, aun teniendo prohibición de entrar en territorio europeo. Poco o nada debería decir en esta campaña un hombre sin virtud, moral ni razón. Ahora resulta que el cambio tiene por garante a un sujeto que hundió la economía de su propio país y vive ahora de contribuir con el latrocinio a las arcas de la empresa petrolera venezolana.
El señor Zapatero da lecciones de democracia, cuando quien fuera su embajador en Venezuela robó dinero a manos llenas y él se presta, en nombre del diálogo, a cualquier negocio que tenga que ver con la paz ajena. En su ejercicio de aspirante a Nobel de la Paz, Zapatero pensó que llegaría a Oslo si conseguía sentar en una misma mesa a asesinos y sátrapas, es decir a Nicolás Maduro y su gabinete, con perseguidos políticos y víctimas del régimen bolivariano, a los que les cavó una fosa al validar como buenas unas elecciones fraudulentas.
Zapatero quiere la paz, pero en los cementerios. A eso ha venido a esta campaña, a hacer de maquillador, a practicar el estilismo funerario y travestir las tropelías con eufemismos. En un PSOE en el que ni Felipe González ni Alfonso Guerra pueden aupar al Sánchez que nació con cola de cerdo, y que extinguirá el linaje socialista con su hundimiento Zapatero se ha ofrecido a dar las últimas paladas de tierra sobre la tumba del que fue el gran partido socialdemócrata.