Vía DW
Mientras Moscú busca eludir las sanciones de Occidente, el canciller ruso buscó reforzar la fuerza diplomática con países que, al menos retóricamente, tomaron una posición neutral frente a la invasión de Ucrania.
Por primera vez desde que comenzó la invasión de Ucrania, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, concluyó en Cuba el viernes (21.04.2023) un viaje de una semana tras reunirse con sus homólogos y jefes de Estado de Nicaragua, Venezuela y Brasil. La misión del representante de Vladimir Putin en una región que está geográficamente dentro de la esfera de influencia de Estados Unidos, pero tradicionalmente considerada «secundaria» por los gobiernos rusos, tiene objetivos tanto económicos como políticos.
Mientras Moscú busca formas de eludir las sanciones impuestas por Washington y Europa que han bloqueado 300.000 millones de euros en las reservas centrales rusas y a más de 1.500 personas y entidades desde que comenzó la guerra, la «ofensiva de encanto» de Lavrov en América Latina también buscó reforzar la fuerza diplomática con países que, al menos retóricamente, tomaron una posición neutral frente al conflicto europeo.
Los regímenes de izquierda en Cuba, Venezuela y Nicaragua también se enfrentan a sanciones estadounidenses y confían en Rusia como socio estratégico desde hace mucho tiempo. En marzo, la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución que exige a Rusia que abandone Ucrania. Nicaragua votó en contra, Cuba estuvo ausente y Venezuela no votó por sus deudas con la ONU. Brasil, por otro lado, estaba entre los 137 países a favor de Ucrania.
Pero las recientes declaraciones de Lula da Silva sobre la guerra en Ucrania han sido duramente criticadas por Washington. Luego de un viaje a China este mes, el presidente brasileño dijo que «Estados Unidos debe dejar de alentar la guerra” y llamó al país a comenzar a «hablar de paz”. En respuesta, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Kirby, reaccionó diciendo que Lula estaba «repitiendo la propaganda rusa y china”.
En Brasil, Lavrov no dejó pasar la oportunidad. Agradeció a los «amigos brasileños” por la «comprensión”. Pero el canciller ruso, que tuvo un encuentro privado con Lula, escuchó de boca de su par brasileño, Mauro Viera, que el país más grande de Sudamérica está en contra de las sanciones unilaterales y a favor de un alto al fuego en Ucrania.
La decisión de Lavrov de poner a Brasil en el mismo grupo que Nicaragua, Venezuela y Cuba fue «inteligente”, dice Angelo Segrillo, profesor de historia contemporánea en la Universidad de Sao Paulo y especialista en Rusia. «Tomó a sus amigos y metió a Brasil en la misma bolsa. No tiene mucho tiempo para viajar, tiene asuntos urgentes que tratar en Rusia, pero ve a un Lula susceptible y trata de atraerlo a su campo”, explica.
Lazos económicos
La guerra y sus sanciones posteriores pusieron la economía rusa en una espiral descendente. Como reportó el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el producto interno bruto (PIB) de Rusia cayó 2,1% en 2022.
En Caracas, Lavrov anunció la cooperación ruso-venezolana en la producción de petróleo, gas, agricultura y nuevas tecnologías. En Brasilia, la agenda económica se centró en acuerdos sobre exportaciones de carne brasileña a Rusia e importaciones de fertilizantes rusos a Brasil. El país sudamericano, que importa 80 % de estos insumos agrícolas, compra 20 % de ellos en Rusia. En general, el comercio entre los dos países alcanzó un máximo histórico de 9.800 millones de dólares en 2022.
Actualmente, Rusia es el 13 socio comercial de Brasil, con China (150 billones) en el primer lugar y Estados Unidos en el segundo. Además, Brasil y Rusia son miembros del grupo Brics, junto con China, India y Sudáfrica. Según Dawisson Belém Lopes, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Federal de Minas Gerais, si bien no existe «dependencia” entre las dos partes, la relación ruso-brasileña ha sido históricamente buena.
«Su actitud no alineada hacia la guerra ruso-ucraniana casi automáticamente convierte a Brasil en un refugio seguro para Vladimir Putin en América del Sur”, apunta Lopes.
China y Estados Unidos
Dadas las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China, la presencia rusa en Suramérica aún es demasiado pequeña para ser considerada una amenaza económica o incluso política. Como señala Denise Holzhacker, profesora de relaciones internacionales de la Escuela Superior de Publicidad y Marketing de Sao Paulo, el comercio ruso en la región es complementario para China, por ejemplo en el caso de los fertilizantes. «Se puede pensar en ello como una sociedad», dice el experto.
Pero la alianza entre Rusia y China no puede darse por sentada y es temporal por intereses geopolíticos, afirma Serguillo. «Hay un malestar histórico en Rusia con el ascenso de China, por las fronteras entre ambos. No existe una alianza militar formal entre ellos, como la OTAN, por ejemplo, siempre se han mirado con recelo”, dice el historiador.
En cuanto a Estados Unidos, Holzhacker dice que si bien la política exterior brasileña puede considerarse independiente, no hay interés en la hostilidad con los estadounidenses debido a la relación económica. Políticamente, agrega, las declaraciones de Lula sobre la guerra pueden verse como parte de los gobiernos tradicionales de izquierda en América Latina, que han desafiado al imperialismo estadounidense en la región.
«Pero hay una clara división de la izquierda latinoamericana por la invasión de Ucrania”, subraya al recordar que el presidente chileno, el izquierdista Gabriel Boric, condenó la guerra y se puso del lado de Zelenski.
Holzhacker recuerda que si bien el gobierno brasileño está hablando con Rusia, también está tomando una posición clara contra la guerra dentro de la ONU. «Ahora estamos en una fase retórica», señala. «Lula todavía está invitado a la reunión del G7 del próximo mes. Esto significa que esos países creen que es posible dialogar con él”, concluye.