Por Leonardo Coutinho
¿Quién no ha oído alguna vez que Estados Unidos es el sheriff del mundo? Hoy, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva recurrió a la idea de criticar a su homólogo estadounidense. Desde Japón, donde realizó un viaje con su esposa y comitiva, Lula dice que Donald Trump no es el sheriff del mundo.
Lo que Lula no entendió fue que Trump no quería ser sheriff de nada. De hecho, al reducir su administración, Estados Unidos está abdicando de ese papel.
Durante décadas, Estados Unidos ha luchado por intervenir en conflictos internacionales, promover la democracia y mantener una presencia militar significativa en varias regiones.
Esta postura, basada en la creencia de que la seguridad y los valores estadounidenses se fortalecerían con un orden mundial estable alineado con sus intereses, caracterizó la política exterior estadounidense en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, bajo la administración de Donald Trump, ha habido un cambio en este enfoque. La política exterior estadounidense comienza a reflejar los principios del realismo en las relaciones internacionales, una teoría que enfatiza la anarquía del sistema internacional y busca incesantemente el poder como medio para garantizar la supervivencia de los Estados a través de la búsqueda de intereses nacionales primarios.
Tal vez nada resuma mejor esta perspectiva realista que una publicación en la Plataforma X hecha por el Embajador Christopher Landau, el mismo día en que asumió el cargo de Secretario de Estado Adjunto. En las últimas décadas, la comunidad de política exterior estadounidense parece haber olvidado estas cinco simples palabras. No todo lo que sucede en cualquier parte del mundo es asunto nuestro, y una diplomacia eficaz implica definir claramente qué es asunto nuestro y qué no. La ausencia de restricciones es el enemigo de la diplomacia.
Esta declaración fue acompañada de una imagen con la frase “No es asunto nuestro”, para resaltar un cambio significativo en la postura estadounidense, indicando una preferencia por no intervenir en asuntos que no afecten directamente sus intereses nacionales.
Landau no es el primero en decir esto. En febero, Richard Grenell –quien fue enviado por Donald Trump a negociaciones espinosas a raíz de la liberación de rehenes estadounidenses en Venezuela– dijo que el presidente estadounidense no busca cambiar regímenes en ninguna parte del mundo, citando a Nicolás Maduro como ejemplo. Una ducha fría para muchos que esperaban que Trump usara la fuerza para derrocar a Maduro y su pandilla.
En Washington, el sentimiento general es que, según Trump, la política exterior estadounidense buscará orientarse hacia el mundo que tememos en lugar del que idealizamos.
Por lo tanto, lo que se puede esperar es que, a pesar del hiperrealismo de Trump, Estados Unidos deba priorizar su propia seguridad e intereses, de modo que la moral y las ideas universales pasen a ser secundarias frente a las necesidades pragmáticas de supervivencia y fortalecimiento del Estado. En resumen, ese es el significado de “American First”.
Lo más inusual es que las mismas personas que siempre se han quejado de que Estados Unidos actúa como el sheriff del mundo ahora se quejan de que el país abdica de ese papel.
La administración Trump renunciará a los compromisos multilaterales y al intervencionismo, centrándose exclusivamente en acciones que brinden beneficios tangibles e inmediatos a Estados Unidos.
Ejemplos de ello son la retirada de acuerdos internacionales como el Acuerdo de París sobre el cambio climático, la renegociación de tratados comerciales considerados desfavorables, el fin de USAID, el cierre de la Voz de América y la retirada de la Organización Mundial de la Salud.
En su más reciente declaración, el secretario de Estado de Estados Unidos destacó que el país no va a verter miles de millones de dólares en el mundo. “Estados Unidos brindará asistencia exterior de una manera que esté estratégicamente alineada con nuestras prioridades de política exterior y las prioridades de nuestros países anfitriones”.
Este cambio de postura plantea preguntas sobre sus implicaciones para el orden mundial. Al renunciar al papel de “sheriff mundial” y a algunos de los importantes instrumentos de poder blando de Estados Unidos, deja un vacío de poder que será llenado por otras potencias, alterando los equilibrios geopolíticos y potencialmente aumentando la inestabilidad en regiones anteriormente afectadas por la influencia estadounidense.
China no perderá esta oportunidad.
Este articulo se publicó originalmente en Gazeta do Povo el 27 de marzo de 2025. Traducción del portugués por Google Translate