Por Clara Riveros en 14ymedio
Finalizaba 2020 cuando Edhasa publicó en Buenos Aires la edición en español de Fidel Castro, el último rey católico, una biografía secular y racionalista escrita por Loris Zanatta, historiador de la Universidad de Bolonia y experto en los populismos de raíz religiosa del mundo latino.
Zanatta tiene en su haber una extensa obra sobre el peronismo y otros populismos. Sus libros más recientes, además del estudio sobre Cuba, son: El populismo (publicado en español por Katz Editores en 2015), donde presenta una perspectiva más teórica y conceptual sobre los fenómenos populistas y El populismo jesuita: Perón, Fidel, Chávez, Bergoglio (publicado por Edhasa en español, en Buenos Aires, en 2021), un libro provocador y estimulante que ofrece una nueva lectura sobre temas y actores que no lo son tanto y que no ha dejado indiferentes a los lectores. Es un ensayo concreto que acusa un trabajo enorme y en el que el autor disecciona de manera muy eficaz el pensamiento de los protagonistas anunciados en el título.
Los de Zanatta, sin duda, son trabajos muy bien logrados, en la forma y en el contenido; presentan una escritura cuidada, prolija y de gran calidad que conquista al lector desde las primeras páginas gracias a un lenguaje ágil, persuasivo y comprensible. Desde luego, merecen lecturas atentas y lectores curiosos dispuestos a dudar y a cuestionar ciertas verdades reveladas y a sus respectivas ordenanzas de fe.
El trabajo sobre Cuba y su gran dictador probablemente es uno de los mejores que se han publicado a este respecto, no solo por la dimensión espacio temporal que abarca este estudio de 500 páginas que confirman la exhaustividad de la investigación y su abundante bibliografía, sino también, y especialmente, porque tienen como insumo principal el pensamiento y los discursos de Fidel Castro.
Aunque Zanatta da cuenta de los hechos, los eventos y las acciones de los actores implicados en esta historia, el académico es ante todo un historiador de las mentalidades que se ocupa de deconstruir con gran precisión el pensamiento de su protagonista, evidenciando que Fidel Castro fue, en toda regla, un fundamentalista, un rey católico.
El autor brinda elementos al lector que permiten inferencias lógicas para comprender ciertas afinidades y simpatías con el dictador cubano por parte de actores que en apariencia serían antagónicos, por ejemplo las del dictador Franco y, en la otra orilla, las del populista Pablo Iglesias. Ocurre, sin embargo, que Fidel Castro es ese auténtico heredero de la cristiandad hispánica, con todo lo que ello implica en cuanto a resistencia a la modernidad y desprecio a su sistema de valores.
El Rey desnudo
Loris Zanatta desnuda al rey cubano y presenta a ese mesías de carne y hueso sin edulcorantes, en su genialidad, delirio, cinismo, brutalidad y megalomanía. No en vano, puede ocurrir que los lectores que no vivieron la efervescencia de ciertas épocas o etapas del siglo XX y crecieron despojados de la fe revolucionaria y de su promesa redentora interpelen si acaso esa narración fascinante es la Historia o una gran pieza literaria.
Por las dudas, la Cuba del siglo XXI es la postal dolorosa que corrobora la autenticidad de la historia escrita y descrita por el historiador italiano, sustentada con cifras y datos que permiten conocer el desastre interior de Cuba y lo que Fidel Castro hizo de ese país, así como da cuenta de la habilidad y genialidad del dictador para persistir en la inviabilidad de su modelo gracias a los salvavidas externos y a la cómoda dependencia creada a partir de otros regímenes. Tener a Estados Unidos tan cerca ha sido un regalo inmejorable para el castrismo y su reinado.
La injerencia de Fidel Castro en América Latina y en África, ese ferviente deseo de exportar su revolución o universalizar su fe, así como la pervivencia de la fe ciega y fanática de sus súbditos, constatan la crudeza de la realidad. La presencia de Fidel en África, particularmente en Angola, da cuenta de un colonialista y saqueador entusiasta que fue tratado con excesiva benevolencia.
La premodernidad de Castro
La de Fidel no fue una revolución tecnológica y moderna, sino la vuelta a la premodernidad. Su revolución fue una lucha religiosa y fanática contra la modernidad, la fusión de política y religión y el establecimiento de un Estado confesional fundamentado en su fe, imbuida, primero, de elementos religiosos y, después, fusionada con referentes comunistas.
Su religión invadió todos los aspectos de la vida y, en aras de recuperar la pureza de la comunidad, quiso evitar la contaminación que podrían llevar las ideas e influencias foráneas y específicamente occidentales a su isla.
El éxito de la comunidad orgánica, en tanto comunidad de fe, depende de la domesticación y de la aniquilación de toda individualidad, tal y como sucede con los regímenes confesionales islámicos. La empatía de Fidel con el régimen iraní, por tanto, no era gratuita, fue más bien la manifestación auténtica y genuina de un fundamentalista con un tipo de régimen que admiraba y en el cual se reconocía.
La lectura permite comprender la existencia de vasos comunicantes y puntos de encuentro entre Fidel Castro y los islamistas, sean de aquellos que se llaman a sí mismos ‘moderados’ o bien los radicales y fundamentalistas que no desestiman el uso del terror como medio legítimo para obtener fines. Fidel fue un reaccionario envuelto en el eslogan de revolucionario y, como ellos, odiaba la modernidad y a Occidente. Queda claro, con el trabajo de Zanatta, y como escribió Orwell en 1984, que Fidel hizo la revolución para instaurar la dictadura.
Norcorea como modelo
A Fidel también le encantaba el régimen norcoreano. ¿Simple casualidad? ¡En absoluto! Son sistemas totalitarios que han infantilizado a sus sociedades y tratan a sus ciudadanos como eternos menores de edad. Allí donde el individuo intenta nacer o emerger, vivir o existir por su cuenta, se estrella con la ira divina y con el rigor de ese sagrado pueblo, presto a satanizar el egoísmo individual y a someter, reconducir, reeducar, rehabilitar e incluso eliminar a quien tenga la osadía de apartarse del rebaño.
En contextos de propensión totalitaria, como el sistema creado por nuestro fundamentalista iberoamericano, las libertades individuales han sido reprimidas y sacrificadas en nombre de la unidad (unanimidad) del pueblo y de la fe inamovible como constante vital del régimen.
Fue en esas circunstancias y en ese sistema creado donde Fidel se impuso, con cruz y espada, y encarnó todo a la vez: Dios, patria y pueblo. Aquello que otrora se designó Dios, patria y rey en tierra de sus ancestros.