Quiero entender en qué momento y por qué los puntos que parecen ser los no-negociables de la dictadura, también se convirtieron en las imposiciones, en los no-negociables, de grupos de opositores.
Han naturalizado las violaciones de derechos humanos y se cruzan de brazos frente a los abusos de poder. Sin empatía por las víctimas.
Incluso lo tratan de disfrazar de «realismo», de análisis sesudo y superioridad, pero parecieran esconder la muerte de la política como posibilidad de cambio.
No desafían, no presionan, no trabajan para cambiar escenarios, sino para acallar y domesticar a la oposición que intenta desafiar al poder. Incluso tratan de desplazarla de la toma de decisiones. Son las voces permitidas por la censura para hablar en medios.
Un problema enorme es que no se miden, no se exponen al desgaste, no muestran a sus propios candidatos ni revelan para dónde van. Sólo se encargan de aumentarle el eco al discurso único de la hegemonía, a cerrar horizontes y despreciar el trabajo de la clase política. Multiplican la desesperanza y posponen para nunca la democracia.
En momentos de presiones, le exigen ceder a quienes no han cometido crímenes ni tienen responsabilidades de Estado. En momentos de gravedad, le exigen a quienes más sufren que no reclamen, porque se podría molestar el arquitecto de la crisis.
Su trabajo es la inhibición de la participación política, de las voces disidentes y de la exigencia de derechos, porque hasta a eso lo llaman radical, maximalista y polarizado. Su escenario ideal, que era un país sin primarias ni liderazgo no ocurrió, y eso fue una victoria de la gente. Gente a la que ya no escuchan.
De verdad, ¿En qué momento y por qué tiraron la toalla? ¿Qué los quebró tanto como para intentar quebrar a los demás?