Por Luis Eduardo Martínez
La Pax romana y la Pax americana comparten similitudes en cuanto a la mitología que permitió la existencia y el éxito de sus respectivas repúblicas a lo largo de cientos de años. Los mitos centrales que marcan el nacimiento, la expansión y el colapso de la república romana nos pueden ayudar a presagiar el futuro del experimento republicano de Estados Unidos y los principios que debemos rescatar para preservar un mundo libre. La república romana y de Estados Unidos nacieron producto de un rechazo a la tiranía y no de un deseo de poder individual. La mitología alrededor del ciudadano romano y el ciudadano americano celebran el heroísmo personal por su impacto en la comunidad, pero sobre todo resaltan el sacrificio necesario para proteger los principios fundamentales de la república. Sea por la complacencia de los victoriosos o por las complejidades de las dinámicas políticas y económicas de Roma, fue el mito que se creó alrededor del poder y las riquezas lo que terminó por destruir la república y reinstaurar la tiranía.
El mito de la libertad
La república romana nació unos 500 años antes de Cristo. Los historiadores Fabius Pictor y luego Titus Livius señalan un acontecimiento en particular que cambió la historia: la violación de Lucretia.
Lucretia, hija de un noble en el reinado de Roma, fue violada por el hijo de Lucius Tarquinius Superbus, rey de Roma. Lucretia, tras ser ultrajada, convocó a su familia y demás testigos de las familias nobles de Roma. Lucretia exigió al público presente que se hiciera justicia, y con una daga se quitó la vida. La sangre que salpicó a los nobles retumbó sobre la conciencia de Lucio Junio Brutus, un noble presente, quien famosamente juró: “Por esta sangre tan casta antes del ultraje del hijo del rey, juro, y os pongo a vosotros, dioses, por testigos, que yo perseguiré a Lucio Tarquinio el Soberbio, a su criminal esposa y a toda su descendencia a sangre y fuego y con todos los medios que en adelante estén en mi mano, y no consentiré que ellos ni ningún otro tirano reinen en Roma”. Brutus lideró a la multitud de nobles que, de inmediato, se abocaron a la revolución romana que puso fin a la tiranía por los próximos 500 años.
Similarmente, la revolución de Estados Unidos que dio con su independencia del Reino Unido, no nació de las ambiciones de poder o conquista de un grupo de personas, sino de la indignación ante la injusticia y, sobre todo, un compromiso profundo e individual por la libertad. En Boston, para los “Sons of Liberty” (Hijos de la Libertad) fueron los impuestos absurdos del Tea Act que desataron la indignación de la clase media que resultó en el famoso “Boston Tea Party”. El mito de la revolución americana recae sobre la indignación (fabulada o no) que causó un arancel impuesto por un parlamento que no contaba con la representación de las colonias. Nuevamente es la indignación ante la carencia de libertades básicas el punto central de la mitología de las revoluciones que produjeron las repúblicas más longevas de la historia de la humanidad.
El mito de la comunidad
La indignación y las añoranzas de libertad dieron luz al sistema político romano y americano que garantizó la separación de poderes y mantuvo a distancia la amenaza de la tiranía. Sin embargo, fue el mito alrededor del heroísmo, la comunidad y el sacrificio el que mantuvo libres a los ciudadanos republicanos. Dos acontecimientos históricos de la era republicana romana se volvieron mitología y ejemplifican la defensa de los principios de la república: la muerte de Horacio en el puente Sublicius y la resistencia romana tras la derrota en Cannae, durante la segunda guerra púnica.
Según la leyenda, pocos años después de la fundación de la república romana, los reyes etruscos montaron una ofensiva desde el oeste hacia Roma. Poblado tras poblado, los soldados romanos huyeron ante la intimidante caballería etrusca. Las fuerzas etruscas se amasaron alrededor del puente Sublicius, el paso más directo sobre el rio Tíber para llegar a Roma. En la entrada al puente, Horacio, un joven oficial y sobrino del cónsul de Roma, evidenció como Titus Aquilinus y Spurius Larcius, los comandantes de las fuerzas romanas encargadas de proteger el puente, huyeron por temor a su inminente muerte. Horacio, más joven y de menor rango que Titus Aquilinus y Spurius Larcius, se lanzó al ataque en contra de las hordas etruscas. Ante el coraje de Horacio, Titus Aquilinus y Spurius Larcius se regresaron para defender el puente. Eventualmente, Horacio, en el calor de la batalla, ordenó a sus superiores retirarse y destruir el puente. Horacio cayó con el puente al río Tiber, en donde, según la leyenda, continuó luchando contra los etruscos hasta morir. La destrucción del puente Sublicius permitió a las fuerzas romanas reagruparse y finalmente expulsar a los invasores etruscos.
El mito de Horacio y el puente Sublicius es repetido como religión entre los soldados romanos durante toda la república. Recordemos que los soldados romanos durante la república eran ciudadanos que cumplían su servicio militar e incluso eran responsables de sus propias armaduras. Horacio es un personaje de familia noble, con conexiones políticas y privilegios económicos. Además, Horacio era más joven y de menor rango que los personajes secundarios, Titus Aquilinus y Spurius Larciu. El mito de Horacio y el puente Sublicius es un mito sobre el sacrificio para la protección de Roma; es un mito sobre la comunidad y el sacrificio individual. El individuo se sacrificó por el principio de una comunidad libre de una tiranía y la comunidad a su vez respondió en apoyo al individuo en su resistencia sangrienta a la opresión.
Un ejemplo menos personalista, pero aún más impactante, fue la decisión de los ciudadanos romanos ante la derrota en Cannas durante la segunda guerra púnica. Aníbal Barca, comandante de Cartago, destruyó los ejércitos de los dos cónsules romanos en Cannas, al sudeste de Italia, en el año 219 antes de Cristo, durante la segunda guerra púnica. El encuentro fue una de las batallas más sangrientas de la historia de la humanidad (más de 120 mil víctimas fatales). Solamente la batalla de Somme, durante la Primera Guerra Mundial, 2 mil años después, tuvo más víctimas. Los ciudadanos romanos, sin ejército y con la península italiana ocupada por las fuerzas de Cartago, exigieron a los senadores continuar la guerra y no claudicar. Los senadores, quienes preferían negociar una capitulación, se vieron obligados a: reducir la edad de inscripción al ejército y permitir la conscripción de esclavos y deudores para reconstruir un ejército.
Durante 10 años, los romanos lucharon por repeler a Aníbal Barca y sus fuerzas. Eventualmente, el cónsul romano Publius Cornelius Scipio logró derrotar a Aníbal en Cartago. Publius Cornelius Scipio, quien luego pasó a ser conocido como Scipio Africanus, por su victoria en África, fue suficientemente sabio para dejar a Aníbal como el gobernador de Cartago. La república romana se caracterizó por los términos favorables que estableció con sus aliados conquistados, permitiéndoles mantener sus costumbres y libertades, a cambio de lealtad y apoyo militar.
Estos dos mitos/anécdotas históricos resaltan que para la república romana la aniquilación era preferible a doblegarse ante la tiranía, que la comunidad existe para proteger la libertad del individuo, pero que el individuo se sacrifica antes que perder su libertad. Y como principio, entre naciones, la república romana, como cuerpo político, no buscaba la conquista y destrucción de otras sociedades, sino la protección del ciudadano romano. De igual manera, en Estados Unidos se conmemoran las batallas de Lexington, Concord y Bunker Hill.
Batallas donde el ciudadano se convierte en soldado para defender la vida en libertad. El mito de Bunker Hill quedó enmarcado en el himno nacional de Estados Unidos, que es entonado en todo acto público: “Y el rojo fulgor de cohetes, las bombas estallando en el aire, dieron prueba en la noche que nuestra bandera aún ahí estaba. Oh di tú, sigue ondeando la bandera estrellada sobre la tierra del libre y el hogar del valiente”.
La libertad individual en la revolución americana también era responsabilidad de la comunidad y un privilegio de la clase política o económica. La libertad era un derecho natural y no un privilegio de los victoriosos.
El mito del poder
A pesar de las virtudes enmarcadas en los ejemplos anteriores, la más común memoria de Roma o EE.UU. en la actualidad es una de poder absoluto, conquista, sangre y prepotencia. En el caso de Roma, fue cuando Julio César cruzó el Rubicón que se concretó la muerte de la república. Fue cuando el líder romano decidió mantenerse al margen de la ley (y la voluntad del senado) por más de 5 años y aún así mantuvo el apoyo de sus legiones, que los romanos suplantaron el mito de la libertad y la comunidad por el mito del poder. Al cruzar el Rubicón, Julio César indistinguiblemente decidió que sus ambiciones personales estaban por encima de la libertad del individuo y la comunidad en general. Sus súbditos olvidaron el mito del sacrificio y el rechazo a la tiranía, en favor del mito de las riquezas y privilegios del poder.
En Estados Unidos actualmente fuerzas políticas opuestas ya anunciaron sus amenazas a sus contrapartes. Por un lado, el senador republicano Lindsay Graham advirtió que de abrirse un nuevo juicio contra el presidente Donald Trump, las calles del país explotarán en disturbios y protestas. Mientras que el presidente Joe Biden ha catalogado a sus adversarios de semi-fascistas y animado a sus simpatizantes a derrotar al enemigo, sin compasión. De cara a las elecciones de medio término del próximo 8 de noviembre, los principios de libertad individual y la responsabilidad de la comunidad están ausentes, suplantadas por promesas de dádivas o privilegios políticos a sus simpatizantes.
En conclusión, la república romana y la república americana hicieron historia al construir una sociedad alrededor del individuo y la protección de sus libertades, pero sobre todo un rechazo a la tiranía. Es importantísimo entender que el elemento de cohesión social más importante de las repúblicas más longevas de la historia es la comunión en rechazo a la tiranía y no la construcción de una utopía. Es necesario repetirlo: la clave del éxito de las repúblicas romana y la americana no fue el planteamiento de un proyecto en particular, sino el rechazo a la tiranía, lo que indiscutiblemente genera un consenso sobre la protección de los derechos individuales. Desde luego, eso vale para todas las repúblicas, incluyendo las muchas que tienen gobiernos autoritarios.