Por Luis Eduardo Martínez
Los más renombrados exponentes del género literario conocido como “realismo mágico” son hijos de las Américas. Durante las décadas de 1920 y 1930, los maestros Arturo Uslar Pietri, Alejo Carpentier y Miguel Ángel Asturias utilizaron sus dotes con la pluma y el papel para incorporar en sus obras la superposición de experiencias de vida de grupos marginales con aquellas experiencias de vida dentro del margen de la sociedad formal.
El “realismo mágico” de Las lanzas coloradas o Leyendas de Guatemala, entre otras obras que informaron la consolidación del género, incorporan lo siguiente: elementos mágicos percibidos como normales por los personajes, con un narrador que percibe el valor y la intención de los elementos mágicos y, sin definirlos, simplemente asume una intuición compartida con el lector; y la valoración de lo sensorial en los elementos de lo que define la realidad, realidad que contiene elementos fantásticos que no son cuestionados sino aceptados, e incluso la historia percibida de las sociedades contiene elementos objetivamente irreales, pero que forman parte de la narrativa predominante. El realismo mágico como género literario no solo emanó de Latinoamérica (Latam) sino que también definió los parámetros que unen la realidad compartida de nuestras naciones.
La democracia en Latam está bajo el asedio de la violencia criminal, los carteles económicos y el adoctrinamiento ideológico de oclócratas (los promotores de la oclocracia, el gobierno de la muchedumbre), solo hace falta leer los titulares de la región a diario para experimentar cómo lo absurdo y atroz se digiere cotidianamente con total tranquilidad. Latam se encuentra en el vértice de un nuevo boom de mercaderías (commodities) y al centro de la disputa geopolítica del próximo siglo y nuestros gobiernos, populistas todos, no tienen la capacidad de producir una estrategia nacional y menos regional para no volver a caer en otra “década perdida”.
El ultrarrelativismo posliberal del socialismo del siglo XXI no produjo mayores ganancias materiales ni en materia de derechos de las personas. Es necesario redescubrir la virtud del realismo/determinismo radical y de identificar los nuevos enemigos de un orden mundial en libertad.
El terror
En 2021, Guillermo Lasso tomó posesión como presidente de Ecuador. En dos años el país se convirtió en el mayor exportador de drogas de América del Sur, pasó de 7 homicidios por cada 100.000 habitantes a 26 (se proyectan más de 7.000 asesinatos en 2023, 90% vinculado al narcotráfico), el presidente fue enjuiciado dos veces, las cárceles de Ecuador tienen más de 32.000 reos, pero solo 3.000 han visto un tribunal, en dos años 400 reos han muerto en reyertas entre bandas criminales en el país, disolvieron el parlamento y llamaron a elecciones adelantadas, 3 candidatos (uno presidencial, uno parlamentario y uno a alcalde) fueron asesinados por elementos narcocriminales, entre muchos otros sucesos terriblemente fantásticos que plagan la “nueva normalidad” ecuatoriana.
Y así mismo veremos con completa tranquilidad cómo los ecuatorianos, con el terror ya parte del desayuno nacional, irán a votar en las urnas por candidatos que tuvieron solo un mes para inventar un plan de gobierno y otro para presuntamente exponerlo al pueblo. Además, también veremos una victoria por un margen pírrico que simplemente prolongará la ingobernabilidad democrática y facilitará el control total del Estado por los carteles de la droga.
En Guatemala, el presidente Alejandro Giammattei ha destituido a más de 30 jueces y fiscales desde 2021, todos especializados en la lucha contra la corrupción. El ataque del presidente al sistema de justicia inició cuando, en 2021, el fiscal especial contra la impunidad, Juan Francisco Sandoval, empezó a investigar al presidente en un escándalo de corrupción que involucraba al sector privado y a la administración de Jimmy Morales. Este domingo los guatemaltecos irán a las urnas para escoger a su nuevo presidente. Las opciones son la conservadora y exprimera dama Sandra Torres, preferida por Giammattei y las élites del país, y Bernardo Arévalo, un sociólogo, exdiplomático y parlamentario de izquierda.
Según las encuestas, el partido Movimiento Semilla de Bernardo Arévalo ganaría las elecciones de este domingo con más del 60% de los votos. Razón por la cual, en los dos últimos meses el gobierno de Giammattei redó la sede del partido Movimiento Semilla y el Tribunal Supremo Electoral. También interpuso denuncias de fraude electoral en la primera vuelta del 25 de junio, jueces invalidaron la postulación de Arévalo (solo para después revertirla, luego de presiones por EE.UU.) y todo esto ya forma parte del guion habitual de la política del país centroamericano.
En Colombia, ahora todos sabemos que el actual presidente, un exguerrillero, utilizó financiamiento ilícito durante su campaña presidencial, la cual ganó con 50,47% de los votos, la mínima diferencia. En Perú, la actual presidente es la sexta en 6 años y tiene una aprobación de 14% (supuestamente inferior a Nicolás Maduro). En Panamá lidera en las encuestas, de cara a las elecciones presidenciales de 2024, Ricardo Martinelli, un corrupto condenado. En EE.UU. los candidatos presidenciales muestran a un imputado acusado de más de 32 crímenes y a un ideólogo comprometido por grupos de interés y escándalos de corrupción.
En Argentina celebran el triunfo de Milei, no por Milei sino por la derrota a los partidos tradicionales, una novela repetida (Trump y Bolsonaro). Y en Venezuela pareciera que la gente de verdad cree que habrá elecciones justas el año que viene. Realismo mágico en su máxima expresión, vivimos bajo el terror de la inseguridad personal y política, en completa normalidad, e intuimos una razón de ser insólita e irreal de las cosas que nos mantiene en una parsimonia debilitante.
La fortuna del oclócrata
Nuevamente la región está plagada por gobiernos de izquierda que evocan discursos nacionalistas. En Chile, el presidente Boric presentó su Estrategia Nacional para el Litio y propuso la nacionalización de los depósitos del mineral y la creación de una compañía estatal para su extracción y procesamiento.
En Brasil, Lula puso un alto a la privatización de Petrobras y analiza aumentar las regalías que recibe el Estado producto de la minería en el país. Lula, además, anunció, a principios de agosto, su Plan de Crecimiento Acelerado para Brasil: $350.000 millones en inversiones de infraestructura y demás sectores (recordemos que el último plan de crecimiento acelerado que tuvo el país fue propuesto por Dilma Rousseff, y fue en esas licitaciones que se dio el mayor escándalo de corrupción de la región con Odebrecht). Mientras que en Perú, el gobierno cuestionado de Dina Boluarte ha comenzado a conceder permisos de explotación del litio a compañías norteamericanas. La decisión de estos gobiernos está estrechamente ligada al boom de commodities que se proyecta en la región y las posibilidades discursivas actuales para el beneficio individual de los oclócratas.
Mas del 50% del litio del mundo se encuentra en Latam, mayoritariamente en Chile, Argentina, Brasil y Perú. Latam también tiene la mayor cantidad de tierra arable en el mundo, 47% del territorio regional puede ser transformado en producción agrícola. Es decir, que buena parte de la electrificación y la alimentación del mundo del futuro probablemente vendrán de Latam. Chile, Brasil y Perú serán beneficiarios del Inflation Reduction Act de Joe Biden, al recibir indirectamente subsidios del gobierno de EE.UU. en la manufactura de vehículos eléctricos (solo países con tratados de libre comercio con EE.UU. podrán beneficiarse).
Sin embargo, se proyectó que para 2030 solo el 32% del litio del mundo se procese en Latam. ¿Por qué? Porque la región es la más violenta del mundo (9/10 de los países más peligrosos del mundo están en Latam), y la más corrupta (con una evasión fiscal de más de $340.000 millones y una economía informal que representa el 55% de la población). Nuestros gobiernos vienen robando dinero de explotaciones mineras desde los años 60, con la supuesta industrialización por sustitución de importaciones, industrialización que evidentemente no se dio y nos mantiene como productores primarios y dependientes de las grandes economías manufactureras.
La violencia e inseguridad política han espantado las inversiones a largo plazo, como la construcción de plantas para refinar el litio o producir nuestros propios fertilizantes.
A pesar de que la experiencia de booms de comoditties no es la primera, más bien como la quinta, seguimos viviendo en el realismo mágico construido por los oclócratas y comprando sus discursos políticos, en vez de planes preparados con base en la realidad fáctica y experimentada.
Fatalidad del realismo mágico
Por supuesto que el más famoso autor del realismo mágico es Gabriel García Márquez (no será coincidencia su afinidad política al producto de su género literario por excelencia). Las historias de José Arcadio, Macondo, y sus réplicas y secuelas a lo largo de un hilo atemporal, son el epítome de la irrealidad inducida que experimenta el latinoamericano. La repetición de personajes, situaciones, tragedias, villanos, y la esperanza del idiota sin fin ni lógica.
Es muy bonito soñar con un mundo mágico que permite una infinidad de representaciones y un entendimiento tácito de las dinámicas sociales. Una concepción que permita la dualidad de la historia sin el juicio de la razón. La fatalidad del realismo mágico siempre será la reiteración de la falacia y sus consecuencias. A un nivel filosófico, el mismo Arturo Uslar Pietri, en sus últimos días, separó su arte de la necesidad de nuestro sistema político. Es necesario entender que “…no se puede ser libre e igual. ¿Por qué? Porque si hubiera una libertad absoluta entre todos los hombres la desigualdad sería monstruosa: no todos los hombres somos igualmente fuertes, no todos los hombres somos igualmente inteligentes, no todos los hombres somos igualmente aptos para muchas cosas. De manera que la igualdad y la libertad son contradictorias como término”.
No se puede ser exguerrillero y presidente respetuoso de la constitución, no se puede ser corrupto y el paladín de los pobres, no se puede ser capitalista y manipular a los medios y las normas, no se puede tener seguridad sin vigilancia, no se puede tener paz sin consenso, no se puede odiar y ser buen cristiano (o el equivalente moral a sus creencias). La situación de la región exige un regreso al realismo, exige un juicio racional y no relativo de nuestro contexto actual. El futuro depende de que separemos la experiencia sensorial con la realidad fáctica, para poder romper el ciclo de reiteraciones de los errores de nuestra historia contemporánea. La facilidad con la que repetimos los errores es materialmente insostenible. Llamemos las cosas por lo que son y compitamos por el mejor modelo racional para coexistir.