Tras el encuentro con el Papa Francisco, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva (PT), se reunió en París con el dictador cubano Miguel Díaz-Canel. El autócrata cubano también había sido recibido por el Papa Francisco.

El encuentro tuvo lugar en el lujoso Hotel Intercontinental Le Grande y, según el dictador, dialogaron sobre los «vínculos históricos» entre Brasil y Cuba, además de compartir «gran acuerdo» en la agenda internacional.

En el encuentro se discutió la enorme deuda que Cuba tiene con Brasil, y según el diario Brasil Sem Medo, el monto supera los R$ 600 millones (aproximadamente 125 millones de dólares). Este tema fue puesto en la agenda por los líderes socialistas, y Lula habría mencionado la posibilidad de revisar el valor de la deuda cubana.

En Twitter, Lula destacó que el diálogo con el mandatario cubano se está retomando para tratar «temas bilaterales«. Además, aprovechó para burlarse del gobierno de Bolsonaro, afirmando que el expresidente descuidó la diplomacia entre Brasil y Cuba.

Los dirigentes socialistas volverán a encontrarse en la XXVI reunión del Foro de São Paulo que tendrá lugar en Brasilia del 29 de junio al 2 de julio de este año.

El Diario de Cuba hizo un resumen de la gira internacional del dictador caribeño.

Revivió la cansada diatriba de reformar las instituciones financieras que tanto hizo Fidel Castro en el pasado. Díaz-Canel criticó el orden económico internacional como injusto, antidemocrático y excluyente en el contexto de la reunión del Nuevo Pacto Financiero Global impulsada por el presidente de Francia, Emmanuel Macron. El líder cubano también se quejó de la deuda externa de los países en desarrollo y habló de la necesidad de recapitalizar los bancos multilaterales de desarrollo.

El dictador comentó sobre la obtención de nuevos préstamos, pero no habla del historial de impagos del país. En los últimos 30 años, el Gobierno cubano ha acumulado una serie de impagos internacionales, al no poder pagar sus deudas con varios bancos y países.

Incumplió las deudas con Rusia en la década de 1990, que era su principal socio económico y proveedor de petróleo y asistencia financiera en ese momento. Incumplió con el Club de París (1986, 2000, 2015) al no poder pagar su deuda con países como Alemania, España, Francia, Japón y otros. Además del default con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Por lo tanto, es contradictorio que un régimen socialista con un historial tan pobre de incumplimiento de sus obligaciones quiera enseñar lecciones sobre un nuevo orden internacional.

Para finalizar, conversamos con el Doctor en Ciencias Políticas y coordinador del curso de Relaciones Internacionales de la Universidad brasileña IBMEC, Adriano Gianturco, sobre las relaciones entre Brasil y Cuba:

Gianturco cuestionó en primer lugar la noción de «pragmatismo» que muchos analistas internacionales consideran en la forma en que Lula da Silva trata con las dictaduras en América Hispana. Según él, las relaciones estarían guiadas por la ideología y la relevancia económica de Cuba es mínima.

También mencionó que tener buenas relaciones con los diferentes países del mundo es algo «bienvenido«; pero otra cosa es un alineamiento político, ideológico y de financiamiento cruzado de las dictaduras. El profesor de relaciones internacionales incluso criticó la «aparente incoherencia» de que Lula da Silva se reunió con el dictador nicaragüense que persigue a los cristianos y luego se reúna con el Papa. Si bien el mandatario puede lograr una victoria diplomática/política si salva a un clérigo individual, por otro lado, demuestra al Vaticano y al mundo qué está cerca de este tipo de regímenes.

De esta manera, este encuentro es una demostración más de cómo Lula da Silva está impulsando una inserción internacional guiada por los valores del tercer mundo, el alineamiento con las dictaduras socialistas y la desconfianza intrínseca de Occidente.

La política exterior de Lula ha buscado mejorar la imagen internacional de su dictador amigo, Nicolás Maduro; crear relaciones amistosas con los dictadores de Cuba y Nicaragua; repitiendo el mantra antiestadounidense intercalado con guiños a Joe Biden; y colocarse en la esfera de influencia de Beijing, especialmente cuando quiere utilizar a los BRICS como un nuevo reformador del orden económico internacional.