Por Gisella López Lenci en El Comercio

Los venezolanos irán a las urnas el próximo 28 de julio para reelegir a Nicolás Maduro o sacarlo del cargo, pero pocos dudan de que se tratará de otra elección simulada que favorecerá al oficialismo. Acá recordamos cómo el régimen se las ha ingeniado para ganar las elecciones presidenciales desde la muerte de Hugo Chávez

14 de abril del 2013. Hugo Chávez había muerto un mes antes y los venezolanos debían ir a las urnas para elegir a su sucesor. En vida, él ya había decidido que su candidato debía ser Nicolás Maduro, su vicepresidente y canciller durante siete años. Del lado opositor, el candidato de la coalición Mesa de la Unidad Democrática (MUD) era Henrique Capriles, y uno de los políticos antichavistas más prometedores.

Los resultados oficiales señalaron que Maduro ganó por poquísimo margen (unos 223 mil votos), con el 50,61% de apoyo, mientras que su contendor llegó hasta el 49,12%, una cifra que siempre fue sospechosa.

“Me robaron la victoria. Estos tipos se robaron las elecciones”, no cesaba de decir Capriles, cuyos pedidos de auditorías y revisiones solo cayeron en saco roto.

Once años después ya se sabe que las cifras se alteraron y que el régimen se las ingenió para hacer aparecer en el sistema electrónico más votos para Maduro (alrededor de 600 mil), pese a que hasta las 6 de la tarde de ese 14 de abril Capriles ya había ganado estadísticamente los comicios, según relata el libro “Bumerán Chávez” del periodista Emili Blasco del diario ABC de España.

Nicolás Maduro iniciaba así su primer mandato de seis años y para este 28 de julio del 2024 espera elegirse por tercera vez. Varios comicios han ocurrido desde entonces -parlamentarios, regionales y el presidencial del 2018- y los métodos del chavismo-madurismo no han variado mucho. Aunque han concedido derrotas, como las parlamentarias del 2015 y algunas regionales, el régimen se ha dedicado a inhabilitar candidatos incómodos, detener opositores y reinterpretar la ley para no conceder el poder.

“Entre esa elección del 2013 y las parlamentarias del 2015, que el gobierno perdió de manera abrumadora, el chavismo llega a la conclusión que había perdido la base electoral de la que había gozado previamente”, explica a El Comercio el abogado y analista político venezolano, Luis Salamanca.

Un año antes, Chávez había ganado las elecciones -también contra Capriles- con el 55% de los votos. Pero en ese 2013, Maduro perdió cerca de 750 mil votos chavistas. “Al tener esa evidencia, el régimen se orientó hacia una práctica antielectoral para terminar de liquidar el último eslabón democrático, que son las elecciones competitivas”, precisa Salamanca, quien además fue rector del Consejo Nacional Electoral (CNE). “La competitividad ha desaparecido porque esa es una medición entre las fuerzas políticas reales que operan en un país democrático. Si el Estado introduce un sesgo excluyente de esa fuerza opositora que le puede derrotar, acabas con la competitividad que es lo que importa”.

Las irregularidades del 2018

Para seguir entendiendo cómo ha seguido operando el gobierno en las campañas presidenciales, también es preciso recordar lo que pasó en el 2018, unos comicios que ni siquiera fueron reconocidos por la comunidad internacional y en los que no participó la oposición al considerar que no podían avalar un proceso nulo. De hecho, para esa elección la MUD fue ilegalizada y, posteriormente, disuelta.

Con Leopoldo López preso y Capriles impedido de postular, el régimen también se encargó de alterar plazos y procedimientos que hacían inviable la presentación de un candidato opositor competitivo. Finalmente, se presentó Henri Falcón, un exgobernador casi desconocido por los venezolanos, quien obtuvo el 20,93% de los votos. Maduro ganó con el 67,84% en una elección que tuvo una bajísima participación de la población: apenas 46% fue a votar, mientras que el 2013 la cifra rondó el 80%.

“Ahora mismo soy un presidente y un ser humano mejor preparado”, dijo Maduro tras ganar unos comicios hechos a su medida. Porque no solo se anuló a la oposición, sino que también se usó métodos de coacción y rastreo hacia aquellos beneficiarios de programas sociales, mayoritariamente chavistas, para que acudieran a votar por el gobierno.

Un golpe de efecto

Así, para este 2024 no se espera que el gobierno opte por un proceso limpio. María Corina Machado consiguió, con más del 90% de apoyo en las primarias, ser la candidata designada de la oposición, pero al estar inhabilitada cedió el pasado viernes su puesto a la filósofa e historiadora Corina Yoris, una académica de 80 años, para así no permitir que Maduro corra solo en los comicios.

La decisión fue sorpresiva pues Yoris no es un personaje político y tampoco es conocida entre la población, pero es una integrante reputada de la sociedad civil y no tiene ningún asunto pendiente con la justicia chavista. Sin embargo, quedan días para saber si el órgano electoral saca algún argumento bajo la manga para también anular su candidatura.

“No hay que olvidar que Maduro es débil electoralmente, así que todavía hay cosas en juego”, advierte Salamanca.