Morfema Press

Es lo que es

Manuel Malaver

No nos llamemos a engaño, Bolsonaro ya no es sólo el demócrata liberal que alzó las banderas en Brasil el 28 de octubre del 2018 contra el “Socialismo del Siglo XXI” que capitaneaban los defenestrados expresidentes Lula da Silva y Dilma Rousseff, ni su contendor, Lula Da Silva, el líder de una versión regional del socialismo que lucha hasta hoy día por mantenerse a flote y ser la contraparte del “imperialismo” norteamericano en el continente.

Concluyamos que hoy domingo 2 de octubre de 2022, día de las elecciones presidenciales en Brasil, cada uno representa movimientos y tendencias mundiales, que tanto en América, como Europa, Asia y África tienen la atención puesta en la decisión de cada votante y si apoyará a la democracia de estado nacional y de derecho que representa Bolsonaro, o al globalismo socialista y ecologista de los grandes fondos financieros y tecnológicos que financian y respaldan a Lula da Silva.

En otras palabras que, en los 19 años que se cuentan de la primera elección de Lula el 2 de octubre del 2003, hasta hoy cuando busca su tercer mandato, las ideologías, los símbolos, las fuerzas, la narrativa y las realidades de la política global han cambiado radicalmente y ya no se designan como izquierda o derecha, socialismo o capitalismo, proletario o burgués, sino más bién con denominativos genéricos como “populismos” de ultra, centro izquierda o centro derecha o si vienen a plegarse a los mandamientos del “Nuevo Orden Global” y la “Agenda 30-30” que emanan de la ONU, o de la democracia liberal que se impuso el domingo pasado en Italia con el triunfo de la nacionalista, Giorgia Meloni y aspira barrer el 2 de noviembre en las elecciones de medio término en EEUU con la mayoría demócrata en las dos cámaras para dejar instalados a los republicanos de la corriente de Donald Trump.

De modo que, si Lula se impone este domingo (como al parecer pronostican todas las encuestas (Lula: 46. Bolsonaro: 38), harán muy mal en creer sus seguidores y aliados de sus primeros períodos presidenciales que viene a darle oxígeno, o respiración boca a boca al “Foro de Sao Paulo o al “Socialismo del Siglo”, y no a desmarcarse de ellos y a buscar nuevos impulsos entre los grandes fondos financieros y tecnológicos mundiales, o entre viejos “amigos” que le fueron de gran utilidad en su lanzamiento y despegue como líder mundial, tal el gobierno chino.

Y desde esta prespectiva, nada más viable que inicie una nueva era de relaciones con los “capitalistas norteamericanos” que están con Joe Biden, un presidente gringo que en realidad es un títere de Barack Obama, Bill e Hillary Clinton y de sus mentores del “Nuevo Orden Mundial” Klaus Schwab y de la “Open Society Fundatión”, George Soros y los cuales harán lo necesario para que el exobrero metalúrgico se plegue a las políticas sociales del globalismo como la “ideología de género”, “el feminazismo”, “el cambio climático” y el más radical “abortismo”.
Malas noticias, entonces, para las dictaduras residuales del “Socialismo del Siglo XXI”, las cuales en espera del gigante que presuntamente los ayudaría a sobrevivir en las ruinas en que han convertido a sus países, se encontrarán con un enano.

Sería como repetir -pero en una escala más amplia-, la sorpresa que se está llevando Maduro con el “socialista” Petro de Colombia, quien al confiarse que el hermano y vecino abriría las fronteras para ayudarle a escapar de las sanciones gringas, se ha encontrado que el presunto aliado le ha advertido que no aceptará en territorio colombiano empresas sancionados por la OFAC.

Pero hemos hablado de Lula como si ya fuera el seguro ganador de las elecciones presidenciales brasileñas y no nos hemos referido con amplitud y profundidad al contendor, -segundo en las encuestas-, del que dicen sus partidarios que si no es derrotado en la primera vuelta, en la segunda le ganará a Lula con comodidad.

A primera vista suena una exageración, pero si lo calamos con más objetividad y equilibrio, no hay sino que convenir que se trata de un “fenómeno político” y que, más allá de su posición ideológica, se trata de un jefe de Estado que ha realizado “un buen gobierno” (éxito dificilísimo en Brasil), que ha traído al país estabilidad y confianza y que la economía luce indicadores sorprendentes como mantener una inflación dos o tres puntos por debajo de la de EEUU y el promedio de la UE y 100 millones de trabadores incorporados a la economía formal que es también un milagro para Brasil.

De ahí que, sus asesores y jefes de campaña lo den “por ganador” y aconsejan no darle crédito a las encuestas las cuales llevan años equivocándose en todo el mundo y más en países donde los candidatos de la derecha democrática adversan a los medios y llaman a controlarlos o por lo menos a desmentir sus noticias que en general -denuncian- vienen de laboratorios y no de la realidad.

El otro frente que llaman los “bolsonaristas” a no perder de la mira son las autoridades electorales -y no sólo a las “autoridades”, a las elecciones en si-que, por cuanto se realizan con el uso de máquinas electrónicas, pueden ser la estación de donde salga el tren de un gigantesco fraude electoral.

Es, de hecho, el único algoritmo que está generando una franca revuelta y hasta violencia en el desarrollo de una campaña electoral que ha provocado cuatro fallecidos militantes de los dos bandos.

Por tanto, los organismos electorales, como autoridades del gobierno y del Ejército se han adelantado a desmentir el presunto fraude, pues ya Bolsonaro ha voceado en diferentes oportunidades que si no se le reconoce “el triunfo”, no reconocerá los resultados y llamará a “su” gente a manifestar.

De modo que, una situación calcada de la que sucedió en EEUU en las elecciones pasadas donde perdió Trump y ganó Biden y culminó con los tristemente célebres sucesos de la toma del Capitolio por grupos de exaltados que no aceptaban la derrota de Trump y dejó un saldo de, al menos, diez personas asesinadas.

Y llegamos al punto donde es imposible no comparar a Bolsonaro con Trump, y a la identidad y simpatía que los une, pues, aparte de emerger a la política como dos outsiders que venían a desplazar la vieja casta política democrática que había devenido en una aliada del narcosocialismo ecologista, traían también sus programas para un risorgimento de EEUU y Brasil fortaleciendo el estado nacional y de derecho, la democracia liberal y constitucional y el capitalismo privado y competitivo.

Una fórmula que no falla para recuperar económicamente a los países pero que, al dejar la distribución del ingreso, la lucha contra la desigualdad y la pobreza a la “mano invisible” del mercado, provoca descontentos como los que llevaron al modelo económico chileno heredado de Pinochet al colapso que lo entregó en manos del socioglobalista, Gabriel Boric y el caso colombiano, que luego de ganar la guerra contra las marxistas FARC, permitió que el país cayera en manos de dos agentes del “Foro de Davos” y del “Nuevo Orden Mundial”, Juan Manuel Santos e Iván Duque, este último seriamente responsable de que el ganador en las elecciones presidenciales de hace mes y medio, fuera Gustavo Petro, quien acaba de declararse en la ONU partidario de la legalización de la cocaína, como herramienta para procurarse los recursos para acabar con la explotación petrolera y dotar al país de “energías limpias”.

No queremos afirmar que un Donald Trump que perdió el poder por denuncias no desmentidas de que fue objeto de un monumental fraude ejecutado con el sistema de votación electrónica y un Bolsonaro que podría vivir una experiencia igual o parecida, no comprendan que la democracia liberal y de economía de mercado no clamen por reformas profundas que las actualicen con una sociedad que ha sufrido cambios sin precedentes después de la caída del Muro de Berlín y el colapso del imperio soviético, sino que esos cambios deben ser proclamados desde allá e implementados en los nuevos gobiernos que reciban del voto popular el mandato de ser conducidos política y económicamente por la democracia y la economía abierta que es la única combinación productora de riqueza.

“Hay una nueva ola con tendencias claras a establecer gobiernos democráticos y capitalistas” afirmaba recientemente Steve Bannon, ideólogo del movimiento que llevó al poder a Donald Trump y de quien se dice no está lejos de los asesores de Bolsonaro. “El 11 de septiembre pasado tuvimos la victoria en Suecia de un partido de la democracia radical que formará gobierno por primera vez en la historia sueca. Después el domingo antepasado vimos el triunfo en Italia de Giorgia Meloni, demócrata ultrarradical cuya carrera veníamos seguiendo desde hace tiempo, el domingo puede seguir Brasil con Jair Bolsonaro y, si no, están las elecciones de medio término en EEUU que con toda seguridad serán ganadas por republicanos seguidores de Donald Trump”.

Pero más allá de estas eventualidades, es incuestionable que una nueva internacional en defensa de la democracia está irumpiendo en el mundo, y no solo cuando se ganan elecciones, sino cuando electorados como los de Chile y Colombia se lanzan a la calle, en un caso, para votar contra una constitución globalista, y en otro, para derrotar un conjunto de políticas como las de Petro, que de aplicarse, abonan el terreno para que la cocaína sea el principal producto de exportación del país neogranadino y George Soros, Juan Manuel Santos, Petro y los comandantes jubilados de las FARC sus principales beneficiarios.

Días para recordar a Charles Brever-Carías, una legenda venezolana viva, aunque no siempre exaltada y celebrada, a menos que se le incendie su biblioteca con 5.000 documentos originales o sucedan aberraciones como la depredación del Tepuy Kusari por unos vándalos que decidieron festejar un cumpleaños hollando su tierra sagrada.

Imagino a Charles sorprendido por las noticias, buscando más información sobre tan absurdos e inexpicables eventos, pero al final regresando al acopio de mapas, fotografías, documentos, ilustraciones y dibujos que debe reclasificar y reordenar para salvar los materiales recuperables del incendio.

Es un hombre de trabajo, un científico que concibe la vida como un llamado a la observación, al rastreo de donde fluye el mandato de lo que debe anotarse en los cuadernos, en las libretas, para ser amenizado, examinado e integrado a ese eterno interrogatorio que decidirá si es un hallazgo útil para el hombre y su vida.

Un artista, en definitiva, pero que no trabaja con las manos, con las palabras, con los pies, sino con esa mirada con la que reune la colección de objetos que ofrecen los tepuyes, las simas de la Gran Sabana y el quehacer de pueblos de existencia viejísima y especíalisma que sin Charles estuviera definitivamente perdida.

Hace aproximadamente dos años, un día de febrero del 2020, ví a Charles en el bautizo de un libro de su autoría, “Ye,Kwana: Simbología de la Cestería”, editado por “Juan Carlos Maldonado. Art Collección” y fue ocasión para que intercambiáramos ideas sobre sus planes de darle más salida editorial a tantos tesoros que había recogido en un sus 50 y tantos años de exploraciones, descubrimientos y definiciones de nuevos ejemplares de la flora y fauna de Venezuela.

Como siempre lo encontré lúcido en sus 80 y tantos años, amistoso, práctico, soñador, invitándome a que no nos perdiéramos los pasos, porque nos quedaba mucho por hacer. “Ahora” insistió “es que nos queda trabajo por hacer”.

Y esa misma noche volcado sobre las 475 páginas de “Ye,kwana. Símbolo de la Cestería”, fue cuando comprendí el sentido exacto de las palabras de Charles, pues estaba ahí expuesto e interpretado, a través de la cestería, la cosmovisión de estos antepasados y contemporáneos nuestros, Ye,kwana emparentados con la etnia Pemón, cuya cultura y humanidad han quedado reafirmadas en tantos sucesos de la vida contemporánea venezolana.

Cientos de pemones expulsados de sus tierras de Canaima por buscadores de oro, decenas muertos o heridos, otros fugitivos hacia Brasil, pero vivos y de pie en la que es la batalla más dura que han librado desde que los conquistadores quisieron expulsarlos de sus tierras y para siempre.

Pero la ganarán, la están ganando, cruzando la raya de la inmensa frontera venezolano-brasileña que es de ellos, por más que intrusos se la quiera convertir en tierra de hambrientos, fugitvos y muertos.

Aprovecharía para hablar de otro libro que en mi opinión es el fundamental en la ya copiosa bibliografía de Charles, escrito con la colaboración de Marek Audy, fotografías de Richard Bouda, Karen Brewer, Javier Mesa, Jaroslav Stankovic y Bronislav Smida, mapas de Darko Baksic, Robert Brewer, Alejandro Chumaceiro y Federico Mayoral, un in quarto con el nombre de “Entrañas del Mundo Perdidos”.

Sin que me quede duda, una de las obras fundamentales de la unión de papel, letras y fotografías realizada en Venezuela y en el mundo y para contarnos como el explorador y naturalista venezolano, Charles Brewer-Carías, anduvo por los mundos que anticiparon Julio Verne y Sir Arthur Conan Doyle y se encontró con sus habitantes, habló con ellos, descubrió sus habitat, remontó sus cimas y bajó a sus simas, se bañó en sus ríos y caminó por sus gredales, dejando escrito, graficado y autenticado el espacio más realista que conozco de las entrañas de Venezuela.

Un sesgo de nuestro aliento vital que puede desaparecer, que está a riesgo de regresar “al mundo perdido” en que lo percibió Conan Doyle, si el esfuerzo de Charles Brewer-Carías no lo rescata y comparte con los hombres y mujeres que deben ahora integrarlos a sus vivencias más íntimas y presentes.

Y es que, donde hay acciones no cónsonas con la biorrítmica, no hay pureza, refrescura, inocencia, vida que salga de las entrañas de la tierra, y sea aire y viento para que la tierra respirr y sea el planeta más privilegiado de todo el Universo.

Ya lo vivieron los venezolanos, colombianos y brasileños que habitaron las novelas de José Eustacio Rivera, Rómulo Gallegos y Samuel Darío Maldonado, asfixiados por buscadores de sarrapia, balatá y oro y ahora propiciadores de una actividad turística cuyos clientes en los días y las noches no verán el sol, la luna y las estrellas sino el humo de seres humanos alienados y desgarrados.

Vivimos una crisis que cimbra al planeta de punta a punta y de costado a costado, y América y Venezuela no escapan de la misma, pero es responsabilidad de los entrepeneurs que han trabajado por que el país no fuera más un conglomerado que sabía poco de sus origenes y mucho menos de la naturaleza del territorio de habitaba, insistan en no rendirse y continúen su trabajo como el primer día.

Entre tantos, yo inscribo a Charles Brewer-Carías, el naturalista que hace lo imposible por rescatar los huellas que le dejó el incendio de su biblioteca porque dice que las lleva en la cabeza, en la mente, y lo que se lleva en la cabeza, en la mente, no se pierde.

También está pensando en nuevas expediciones, sin duda que para revisitar el Sarisariñama, el Macizo de Chimantá y Santa María de Erebato, el pueblo donde el misionero Daniel de Barandiarán lo llevó en 1963 a conocer a los Ye,kwana.

1963-2022. 59 años. Y todas las entrañas de un mundo por descubrir

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