Por Rafael de la Cruz

Siguiendo con el análisis del programa de gobierno de María Corina, esta quincena le toca el turno a la economía. Esta es una materia generalmente árida y terreno de especialistas, pero en Venezuela se ha convertido en parte de la conversación de todo el país por el desastre mayúsculo que ha creado el régimen. A pesar de recibir desde que llegaron al poder en 1999 más de un millón de millones de dólares (US$ 1.000.000.000.000) solo por ingreso petrolero, el país está arruinado (por cierto: dónde están esos reales??). En poco más de 24 años Venezuela pasó de ser el país más rico de América Latina a uno de los más pobres del mundo. La hiperinflación y la maxidevaluación del bolívar desatadas por las políticas económicas absurdas del régimen llegó a extremos. Solo en 2018 la inflación de ese año alcanzó 65.447%. Una arepa que en 2015 valía 19 bolívares llegó en 2022 a costar 1,9 millones de millones de bolívares de 2015 (1.900.000.000.000 bolívares).  Como consecuencia de esta extravagancia terrible, los salarios son de hambre y las pensiones de menos de 4 dólares son una burla indigna.

El origen de esta debacle es la empecinada y decimonónica idea de que hay que expropiar a los ricos para repartir la riqueza, como si la riqueza creciera en los árboles y no con inversión y trabajo duro y parejo. Pero el régimen ni siquiera fue consistente con esta premisa del socialismo. En la práctica asaltaron y robaron a muchos empresarios honestos sus propiedades, solo para crear su propia clase de testaferros y de empresarios dependientes del Estado. Las expropiaciones, la falta de respeto a la propiedad privada, la carencia de una economía de mercado con garantías jurídicas adecuadas y el incumplimiento de los contratos, está en el origen del desastre económico de Venezuela. Al final lo que crearon fue desconfianza de los agentes económicos en el futuro, con un país manejado arbitrariamente por un pequeño grupo.

La industria petrolera merece un capítulo especial en la crónica del desastre nacional. Las cifras las conocemos. Cuando Chávez entró en Miraflores producíamos casi 3.5 millones de barriles por día. Después de años de manejo indolente y torpe de la industria, destruyendo su capital humano y malbaratando sus recursos, estamos en la cola de los países productores de petróleo con alrededor de 700 mil barriles diarios, casi cinco veces menos. Esta caída de la producción, que se fue dando a lo largo de los años después de expulsar de PDVSA a su personal gerencial y técnico, se aceleró desde 2014, cinco años antes de las sanciones de 2019. Es como un auto al que no se le hace mantenimiento. Se van acumulando los problemas de funcionamiento, hasta que al carro dice ya basta y se para. No son las sanciones el problema. No son los precios el problema. Fluctuaciones de precios las ha habido toda la historia de la explotación petrolera. Son las políticas erradas y la improvisación irresponsable lo que han acabado con la gallina de los huevos de oro. Por cierto, para los que tenga la ilusión de que el levantamiento parcial y temporal de sanciones al petróleo va a crear un auge inmediato, solo les digo: de ilusiones también se vive, y los sueños sueños son.

Finalmente, ante la falta de recursos, y para rematar, el régimen acudió a la fórmula populista, inflacionaria y devaluacionista por excelencia, la monetización del déficit. En cristiano: crear dinero y correr la arruga para cubrir los gastos, sin los ingresos que los respalden. Y así llegamos donde estamos.

Para enfrentar este desbarajuste, hay que empezar por acabar con el caos y crear las condiciones para que la economía y los empleos crezcan aceleradamente. Es por eso por lo que el programa económico de María Corina se llama Estabilización Expansiva. Se procurará la estabilización de las finanzas públicas y la reducción del déficit fiscal con un apoyo masivo del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y otros organismos multilaterales y bilaterales. Igualmente se reordenará y fortalecerá el Banco Central y se eliminará la creación excesiva de dinero, en el marco de una economía que permita el libre cambio y libre circulación de monedas internacionales.

Al mismo tiempo, se impulsará la expansión de la economía. En el corto plazo se apoyará la demanda con transferencias que atiendan la emergencia humanitaria y se comenzará un programa de inversión pública y privada masivo en infraestructura y para recuperar los servicios públicos sostenidamente por años. Adicionalmente, para obtener los recursos que se requieren para resucitar la industria petrolera, se privatizará Pdvsa y se abrirá toda la industria al capital privado. Las más de 900 empresas públicas serán privatizadas progresivamente, y las que no tengan posibilidades de serlo, se liquidarán, procurando una transición ordenada de sus trabajadores al sector privado. La combinación de inversiones en infraestructura, la privatización y la atracción de capitales frescos, darán un impulso a la productividad que permitirá sostener altos niveles de crecimiento en el mediano y largo plazo.

Con políticas económicas acertadas, una economía de mercado, reglas claras, un sistema judicial confiable, un régimen impositivo sensato, confianza en los contratos y una nueva institucionalidad política democrática que dé garantías a los inversionistas, Venezuela tiene todo para surgir de las cenizas y convertirse en un país próspero, destruir pobreza y crear una vasta y pujante clase media que formará la inmensa mayoría del país.

Este es el plan económico de María Corina. Es ambicioso, realista y posible.

Quieres saber más? Enlace al programa de gobierno: https://conmariacorina.com/es/programa-de-gobierno.

Rafael de la Cruz es miembro del equipo económico de María Corina Machado y ex gerente general del grupo de países andinos del BID.