Mira Murati es directora de Tecnología (CTO, en inglés) de OpenAI, la empresa creadora del popular ChatGPT, el chat impulsado por inteligencia artificial (IA) que responde preguntas complejas y hasta «admite sus errores» con habilidades casi humanas.
¿Esto tiene algún peligro? ¿Cuál es la dimensión ética del asunto? ¿Existen limitantes? Para esta y otras tantas preguntas, la directiva abrió el diálogo: «No es demasiado pronto» para que voces legislativas y reguladores se involucren en el debate, «dado el impacto que van a tener estas tecnologías» en el mundo.
«Somos un grupo pequeño de personas y necesitamos muchos más aportes a este sistema (hablando de la inteligencia artificial) y muchos más aportes que vayan más allá de las tecnologías. Definitivamente reguladores, gobiernos y más», sostuvo Murati en una entrevista con la revista Time.
Su voz cobra fuerza dada la empresa de la que es parte: OpenAi pasó de ser una startup privada con sede en San Francisco (Estados Unidos), con 375 empleados y pocos ingresos, a tener una valoración de aproximadamente 30 mil millones de dólares. Parte de eso se debe a la explosión del uso del ChatGPT, que alcanzó los 100 millones de usuarios en dos meses, y a la inversión que Microsoft hizo recientemente en esta compañía por 10.000 millones de dólares.
Murati no solo lidera los equipos detrás de ChatGPT, sino también de DALL-E, otro sistema de OpenAi que usa inteligencia artificial para crear obras de arte basadas en indicaciones. Servicios que despiertan fascinación pública y mediática, pero que siembran cientos de preguntas sobre el futuro cercano.