Vía BBC Mundo
Pueden tener más de 400 kilómetros de ancho y arrastran consigo una cantidad de agua que representa de 7 a 15 veces la descarga diaria promedio del Misisipi.
Sin embargo, no corren por la tierra, no contienen agua líquida ni desembocan en el mar: están a kilómetros de altura, transportan vapor de agua y los mueven las corrientes de aire: son los llamados «ríos atmosféricos».
Su presencia y función son bien conocidas: regulan el clima de nuestro planeta.
Y lo hacen al llevar agua en estado gaseoso desde el ecuador hasta los polos y, con su movimiento, proporcionan más de la media anual de las lluvias en las costas de América del Norte, Francia, el norte de España y Portugal, Reino Unido, el sureste de América del Sur, el sur de Chile y partes de Asia y Nueva Zelanda.
De igual manera, cumplen una función en el mantenimiento del nivel del mar y están detrás de muchos eventos de lluvias extremas en el mundo, incluidas tormentas e inundaciones.
Pero lo que no se sabía hasta ahora es que están también detrás de uno de los mayores derretimientos que ha sufrido la Antártida en las dos últimas décadas.
Hasta hace poco, se creía que el agujero en la capa de ozono era el responsable de las altas temperaturas registradas en el sur extremo del planeta y que han llevado a notables desprendimientos de grandes plataformas de hielo del «continente blanco».
Sin embargo, un estudio publicado esta semana en la revista Nature Communications sugiere que han sido estos «ríos atmosféricos», intensificados por las altas temperaturas y el cambio climático, los que han estado detrás de estos deshielos.
Y según le explica a BBC Mundo Kyle Clem, investigador principal del estudio y profesor de ciencias climáticas en la Universidad Victoria en Wellington, Nueva Zelanda, las causas hay que buscarlas en un «tren de eventos atmosféricos» que ocurre a miles de kilómetros de la Antártica.
Según su investigación, tormentas intensas cerca de Fiji, que se generan por fuertes frentes fríos que se han movido hacia el norte desde Nueva Zelanda, generan en verano un río atmosférico de aire cálido y húmedo que fluye a través del océano Pacífico Sur hacia la Antártida.
«Transporta un aire muy cálido y húmedo desde las latitudes medias y subtropicales del Pacífico Sur a la Península Antártida en forma de ríos atmosféricos intensos, lo que lleva al calentamiento extremo y al derretimiento de la superficie en la plataforma de hielo», dice.
De acuerdo con el experto, la pérdida de las plataformas de hielo hace que los glaciares que una vez fluyeron hacia ellas, algunos de ellos con miles de años, adelgacen y pierdan masa y, por lo tanto, provoquen un aumento en el nivel global del mar.
Los fundamentales ríos atmosféricos
De acuerdo con Clem, los ríos atmosféricos son fenómenos relativamente raros: en cualquier momento dado, existen menos de cinco en todo el mundo.
Sin embargo, son responsables de alrededor del 90% del transporte total de humedad desde latitudes bajas a altas.
«Esto representa un componente crítico tanto del sistema climático global como del ciclo hidrológico», explica el meteorólogo.
Según comenta, estos «ríos» no solo transportan humedad, sino también la energía resultante de la evaporación hacia latitudes más altas donde hay un déficit de energía.
«Los ríos atmosféricos son también críticos para la lluvia y las nevadas en todo el mundo y, por lo tanto, en algunas áreas juegan un papel fundamental en el mantenimiento de las fuentes de agua dulce, como las aguas subterráneas, el flujo de ríos y arroyos y la capa de nieve», añade.
El experto añade que juegan también un papel fundamental en el mantenimiento del nivel del mar.
«Por ejemplo, el 40-60% de la acumulación total de nieve en la Antártida se compone de eventos de acumulación ‘extrema’, que a menudo ocurren en forma de ríos atmosféricos», dice.
En su criterio, esto es importante porque el papel de la Antártida en las fluctuaciones globales del nivel del mar se mide por su balance de masa, es decir, cuánta masa está ganando (a partir de las nevadas) versus cuánta masa está perdiendo (a través de la descarga y el derretimiento del hielo).
«Este equilibrio está estrechamente relacionado con el número y la intensidad de los ríos atmosféricos que tocan tierra en la Antártida», agrega.
Peligros del cambio climático
El estudio de Clem muestra asocia las temperaturas más altas registradas en la península Antártida desde la década de 1900 con la llegada de estos ríos atmosféricos originados en el Pacífico.
Y, de acuerdo con el investigador, no es casual que esto haya ocurrido en un lapso de tiempo en el que han aumentado las temperaturas globales como resultado del cambio climático.
«Los ríos atmosféricos no están relacionados con el cambio climático. Ocurren naturalmente. Sin embargo, la cantidad de humedad que la atmósfera puede retener, y, por lo tanto, la cantidad de humedad que los ríos atmosféricos tienen disponible para transportar, aumenta con el aumento de la temperatura del aire», explica.
«De ahí que los aumentos en las temperaturas atmosféricas y oceánicas globales permiten que los ríos atmosféricos se vuelvan más fuertes y, por consiguiente, aumentan el potencial de eventos de precipitación intensa más severos en forma de nevadas y lluvias», señala.
De acuerdo con el académico, el cambio climático también puede cambiar la ubicación y la intensidad de los sistemas de tormentas asociados a estos «ríos».
«Las tormentas más fuertes tienen el potencial de producir ríos atmosféricos más fuertes, y cambiar la ubicación de los sistemas de tormentas también puede cambiar la ubicación de los ríos atmosféricos», dice.
Clem ejemplifica que menos sistemas de tormentas en las latitudes como el suroeste de EE.UU. y el centro de Chile, podrían reducir significativamente la cantidad de ríos atmosféricos y, en consecuencia, esto daría como resultado una reducción en la precipitación anual total.
«De manera similar, un cambio hacia los polos de las trayectorias de las tormentas hacia latitudes más altas puede resultar en más ríos atmosféricos en las regiones del Ártico y la Antártida», dice.