Por Bjorn Lomborg en Libre Mercado

La energía solar y la eólica son incapaces de suministrar la energía necesaria para la industrialización y para sacar a la gente de la pobreza.

La hipocresía del mundo rico con respecto a los combustibles fósiles se pone de manifiesto en su respuesta a la crisis energética mundial tras la invasión rusa a Ucrania. Mientras los países ricos del G7 exhortan a los pobres del mundo a utilizar sólo energías renovables por motivos climáticos, Europa y Estados Unidos piden a las naciones árabes que aumenten la producción de petróleo. Alemania está reabriendo centrales energéticas de carbón, mientras que España e Italia están aumentando la producción de gas de África.

Lo cierto es que una sola persona en el mundo rico utiliza más energía de combustibles fósiles que toda la energía disponible para 23 africanos pobres. Los países más desarrollados se enriquecieron gracias a la explotación masiva de los combustibles fósiles, que hoy en día proporcionan más de tres cuartas partes de su energía. La energía solar y la eólica brindan menos del 3% de la energía del mundo rico.

Pero los ricos están asfixiando la financiación de cualquier nuevo combustible fósil en el mundo desarrollado. La mayoría de los cuatro mil millones de personas más pobres del mundo no tienen un acceso significativo a la energía, por lo que los ricos les dicen alegremente que «salten» de la falta de energía a un nirvana verde de paneles solares y turbinas eólicas.

Este nirvana prometido es una farsa que consiste en ilusión y marketing ecológico. Los países ricos nunca aceptarían energía renovable sin conexión a la red, y tampoco deberían hacerlo los pobres del mundo.

Consideremos la experiencia de Dharnai, un pueblo que Greenpeace intentó convertir en la primera comunidad con energía solar de la India en 2014. Greenpeace recibió la efusiva atención de los medios de comunicación de todo el mundo cuando declaró que Dharnai se negaría a «caer en la trampa de la industria de los combustibles fósiles». Pero el día que se encendió la electricidad solar, las baterías se agotaron en pocas horas.

A los habitantes se les prohibió utilizar refrigeradores o televisores porque agotarían el sistema. No podían utilizar cocinas eléctricas, por lo que tenían que seguir quemando madera y estiércol, que crearon una terrible contaminación del aire. En todo el mundo desarrollado millones de personas mueren a causa de la contaminación interior que, según la Organización Mundial de la Salud, equivale a que cada persona fume dos paquetes de cigarrillos al día.

Greenpeace invitó al jefe de gobierno a admirar su obra. Fue recibido por una multitud que agitaba carteles exigiendo «electricidad de verdad». Hoy, el sistema de energía solar en desuso está cubierto de un espeso polvo, y el lugar del proyecto es un establo para el ganado.

La energía solar y la eólica son incapaces de suministrar la energía necesaria para la industrialización, alimentar bombas de agua, tractores y máquinas; todos los ingredientes necesarios para sacar a la gente de la pobreza. Como también están descubriendo ahora los países ricos, la energía solar y la eólica siguen siendo fundamentalmente poco confiables. Sin sol ni viento no hay energía. La tecnología de las baterías no ofrece respuestas: Actualmente, en todo el mundo, sólo hay suficientes baterías para alimentar el consumo medio de electricidad durante 1 minuto y 15 segundos. Incluso para 2030, con un rápido aumento previsto de las baterías, éstas durarían menos de 12 minutos. Por ejemplo, en el invierno alemán, cuando la energía solar está al mínimo, la energía eólica disponible es casi nula durante al menos cinco días, o más de 7.000 minutos.

Por tanto, los países ricos van en camino de continuar dependiendo mayoritariamente de los combustibles fósiles durante décadas. La Agencia Internacional de Energía estima que incluso si se cumplen todas las promesas climáticas actuales, los combustibles fósiles seguirán constituyendo dos tercios de la energía del mundo rico en 2050. El mundo en desarrollo ve la hipocresía, tal y como dijo elegantemente el vicepresidente de Nigeria, Yemi Osinbajo: «Nadie en el mundo ha sido capaz de industrializarse utilizando energías renovables» y, sin embargo, a África «se le ha pedido que se industrialice utilizando energías renovables cuando todo el mundo sabe que necesitamos industrias impulsadas por gas para los negocios».

En lugar de bloquear inmoralmente el camino para que otros países se desarrollen, los países ricos deben invertir masivamente en la innovación necesaria para garantizar que los costes de la energía verde disminuyan por debajo de los correspondientes a los combustibles fósiles. De este modo, todos los habitantes del mundo podrán permitirse cambiar a las alternativas renovables. Insistir en que los pobres del mundo vivan sin combustibles fósiles es un alardeo moral que juega con la vida de otras personas.


Bjorn Lomborg es presidente del Copenhagen Consensus Center y visiting fellow en Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su reciente libro en español es Falsa alarma: Por qué el pánico ante el cambio climático no salvará el planeta, que se suma a sus numerosas publicaciones, entre ellas los best seller “El ecologista escéptico” y “Cool It”.