Me entristece profundamente la muerte de la Reina Isabel de Inglaterra y sus colonias. Me entristece la muerte de un ser que durante toda su larga vida llevó sobre sus hombros no solo la majestad sobre sus súbditos, sino el concepto mismo de la majestad que es obligante para cualquier portador temporal del poder.

La Majestad es no dejarse llevar por las pasiones ni los vicios, es ser adicto a la justicia y el honor, ser súbdito de la prudencia y la templanza. Es vivir sin vacaciones, sin anonimato, sin amigos, sin la soledad, midiendo cada paso que se da, o cada palabra que se emite. Ejercer 24 horas al día los 365 días del año todas las virtudes anteriores pues vivimos en el siglo de la igualdad donde cada imbécil se siente con los mismos derechos que Dios, pero ninguno de sus deberes.

No soy estudioso de su monarquía o de los deberes y costumbres, pero sí de su cotidianidad que fue aterradora. Cuántas veces paseo ella por uno de sus castillos sin el escrutinio público, sin poder comerse un chocolate milky way o un Babe Ruth porque se descalabraban las empresas chocolateras inglesas. No poder acercarse o alabar a nada porque los competidores, que eran también súbditos se sienten perjudicados. Además rodeada de herederos que no calzan sus zapatos y dando escándalos por allí.

A lo mejor Isabel soñaba con otra vida, volver a encontrar a un amigo de juventud, ahora viejo como ella. Tener que tolerar la presencia de indeseables que querían tocarla y retratarse con ella, empezando por el difunto que hasta trato de abrazarla, o cada político patán que tuvo que soportar.

A lo mejor le provocaba mandar a peinarse al primer ministro Johnson siempre despelucado, o a los tontos presidentes norteamericanos sin roce social ni cultura o cada reyecito disfrazado como mamarracho de algún paisito africano o asiático. Y ella con las pretinas apretadas soportando tanto tonto, tanto cursi nuevo rico y todo por la conveniencia del reino. Ve con Dios Isabel y tómate ahora en libertad tu ginebra favorita.

Acércate y toca a las fragantes rosas blancas que llevan tu nombre, elige tu jardín y siembra por fin lo que te apetece, levanta la voz lo que te dé la gana, insulta o expulsa lo que te molesta o atraganta con tranquilidad . Gracias por ser por tantos años un ejemplo de templanza, de prudencia, de disciplina y de compromiso con tu nación.

Fuiste un ejemplo para los que creemos en la decencia, la educación y el compromiso con los deberes. Gracias Isa y buen viaje. Has ahora lo que te provoque. Te lo has ganado con holgura mi Reina.