Por Omar González Moreno

Ya el Presidente de Colombia, Gustavo Petro, entregó Monómeros a Nicolás Maduro y arrancó la persecución en contra de los anteriores directivos de la empresa venezolana en tierras neogranadinos. Sin embargo, debemos hacer una profunda reflexión sobre este tema.

Debemos preguntarnos ¿podemos –como opositores– defender lo que se hizo dentro de Monómeros en los tres últimos años? La respuesta es simple y diáfana, un sencillo y contundente “no”.

No podemos defender lo indefendible; no podemos avalar con nuestras palabras la terrible administración que se ejerció al frente de Monómeros durante esos tres años.

Es moralmente imposible, hacernos de la vista gorda con lo ocurrido en esa empresa.

¿Podemos justificar el caótico proceso vivido en la filial petroquímica de PDVSA en Colombia? Para nada, pues el delincuente es delincuente, así se vista del color que sea y así apoye a quien quiera apoyar.

Es por ello, que éticamente no podemos darle justificación al robo descarado cometido en la empresa de fertilizantes.

Ahora, tampoco podemos aplaudir que Petro le entregase Monómeros a Maduro –aunque era de esperarse por los nexos entre ambos– debido qué tal acto es ponerle en bandeja de plata una mina a otros pillos que llevan más de 20 años saqueando a Venezuela y a todos los activos nacionales.

En otras palabras, el caso de Monómeros se encuentra en una bifurcación entre unos pillos y unos truhanes. Es decir, si lo pela el chingo lo agarra el sin nariz; unos son más malos que los otros y todos padecen del mismo mal: ¡La corrupción!

Como venezolanos, tenemos el deber ético de repudiar a quienes saquearon a Venezuela vestidos de rojos y a quienes saquearon empresas venezolanas pero vestidos con otros colores y aprovechándose de una posición que en vez de emplearla para el bien de Venezuela la utilizaron para su propio e ilegal beneficio.

Venezuela necesita un liderazgo honesto y realmente comprometido con la sociedad venezolana y no con sus propios bolsillos; aquí nos urge un liderazgo que vea el futuro de la nación y no solo vele por el porvenir de ellos y de sus cuentas bancarias.

Venezuela necesita con urgencia una conducción con la suficiente fuerza, entereza, firmeza y ética para hacerle frente a quienes ostentan el poder en la actualidad.

Un liderazgo llamado a construir una Venezuela diferente y mucho mejor a la actual.

Con un equipo así al frente del país estamos seguros que se combatirán los viejos vicios. Se agotará esa práctica malsana de la prebenda, del nepotismo y amiguismo, de la contratación oculta y de la corrupción endógena. Con ella nacerá una Venezuela nueva, una Venezuela decente.

Una conducción política, social y económica que represente un verdadero cambio de sistema, sin los vicios del pasado y del presente, diferenciándose de algunos dirigentes que independientemente de su edad llevan dentro de sí el ADN de la viveza criolla y del ventajismo cutáneo.

Ese es el nuevo liderazgo que Venezuela necesita y que los venezolanos anhelan.