Morfema Press

Es lo que es

Omar González Moreno

La noticia de la suspensión temporal del fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI), Karim Khan, debido a una investigación por presunto acoso sexual, ha caído como un balde de agua fría sobre los venezolanos que anhelan justicia por las atrocidades cometidas por el régimen de Nicolás Maduro.

Este inesperado giro no solo sacude la credibilidad de una institución clave en la lucha por los derechos humanos, sino que plantea serias dudas sobre la imparcialidad de las investigaciones en curso por los crímenes de lesa humanidad ejecutados por la dictadura de Maduro.

Para un pueblo que había depositado sus esperanzas en la justicia internacional, esta pausa representa un nuevo capítulo de incertidumbre, dolor y, para la tiranía, un peligroso margen de maniobra.

Desde que la CPI abrió una investigación formal en noviembre de 2021 sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos por el régimen chavista, los venezolanos esperaban que esta institución aplicara los castigos correspondientes a los responsables de tales atrocidades.

Las ejecuciones extrajudiciales, torturas, detenciones arbitrarias y persecuciones políticas profusamente documentadas han sido el sustento de un caso que debía responsabilizar a los más altos funcionarios del régimen de Maduro.

Sin embargo, resulta inexplicable por qué Karim Khan, no tomó la decisión de emitir la orden de captura contra Nicolás Maduro y sus colaboradores, como parecía lo lógico.

Inexplicablemente, fue postergando el asunto, lo que generó sospechas.

Algunos analistas incluso afirman que esta separación temporal no es más que una maniobra dilatoria para favorecer a la tiranía venezolana, especialmente considerando que la cuñada de Khan es una de las abogadas de Maduro.

Se dice, incluso, que el fiscal de la CPI llevó a cabo una simulación de investigación en Venezuela, sin resultados concretos, por instancia de su cuñada.

La investigación contra el régimen de Maduro indicaba que pronto emitiría órdenes de arresto contra figuras clave de su entorno. No habia excusas

Las pruebas eran abrumadoras, y no había forma de eludir esa responsabilidad.

Ahora, este paso atrás, aunque temporal, podría retrasar el proceso, debilitar el impulso de la CPI y alimentar la percepción de que la justicia internacional es vulnerable a la corrupción y los escándalos internos.

Para las víctimas y sus familias, que han esperado años por un atisbo de rendición de cuentas, esta noticia es un doloroso recordatorio de cuán frágil puede ser el camino hacia la justicia.

Para Nicolás Maduro y su cúpula, la ausencia de Khan es, sin duda, una oportunidad para burlarse nuevamente de la ley

El régimen ha demostrado ser experto en explotar cualquier resquicio para evadir la justicia.

Desde el inicio de la investigación de la CPI, el régimen venezolano ha utilizado tácticas de propaganda, negación y falsas reformas judiciales para desviar la atención y ganar tiempo.

La suspensión de Karim Khan les ofrece un nuevo pretexto para cuestionar la legitimidad de la CPI y reforzar su narrativa de que las acusaciones son parte de una “conspiración” de la verdadera oposición .

Más allá de la retórica, esta pausa podría permitir al régimen intensificar su represión interna sin el escrutinio inmediato de un fiscal comprometido con la justicia.

En un contexto donde la oposición enfrenta constantes amenazas, los presos políticos languidecen en cárceles inhumanas y la crisis humanitaria sigue desplazando a millones, cualquier debilitamiento de la presión internacional es un regalo para la tiranía.

Maduro, que ha podido sobrevivir penosamente a sanciones, aislamiento diplomático y protestas masivas, sabe que el tiempo juega a su favor mientras la comunidad internacional se distrae con otros asuntos.

Para los venezolanos, la noticia de la suspensión de Khan no es solo un titular; es un revés que reaviva las dudas sobre la utilidad de esos costosos e ineficaces organismos internacionales.

Las madres que han perdido a sus hijos en protestas, los presos políticos que soportan torturas, los exiliados que sueñan con regresar a un país libre: todos ellos creyeron que la CPI actuaría, como lo hicieron los tribunales que juzgaron a los nazis tras la Segunda Guerra Mundial.

La imagen inicial de Khan, era la de un funcionario serio, honesto y responsable, pero se fue desdibujando con el tiempo.

Ahora, el pueblo venezolano se enfrenta a la dolorosa tarea de mantener la fe en un proceso que, una vez más, parece pospuesto.

Sin embargo, la resiliencia de los venezolanos no debe subestimarse.

Nuestra gente está decidida a librarse de Maduro y sus cómplices, con o sin la CPI.

Con el liderazgo de María Corina Machado, mantiene la certeza de que pronto encontrará el camino para que se haga justicia

Por Omar González Moreno

El 19 de abril de 1810 marcó un hito imborrable en la historia de Venezuela. En esa fecha, nuestros antepasados comenzaron a despertar del letargo impuesto por la opresión, dando los primeros pasos valientes hacia la independencia.

En las calles de Caracas resonaban fervientes gritos de libertad, mientras la lucha por la dignidad del pueblo venezolano se instalaba en el corazón de aquellos que anhelaban un futuro mejor, un futuro donde el despotismo no tuviera cabida.

Hoy, más de dos siglos después, esa misma llama de rebelión y deseo de libertad arde con renovada fuerza en Venezuela, guiada por el liderazgo indomable de María Corina Machado.

 Ella encabeza la nueva lucha por la emancipación de un país sumido en la opresión y una tiranía criminal.

La proclamación de la Junta Suprema de Caracas en 1810 no solo representó el rechazo valiente al autoritarismo, sino que encendió en el pueblo venezolano la convicción inquebrantable de que era posible tomar las riendas de su destino.

Así comenzó un proceso que, a pesar de las adversidades, cimiento las bases de nuestra independencia. 

Hoy, la Venezuela que lucha por liberarse de la dictadura de Nicolás Maduro y sus cómplices enfrenta un desafío similar: la urgente necesidad de un cambio estructural y la restitución de la libertad y los derechos de sus ciudadanos.

María Corina Machado, con su incansable lucha por la democracia y la justicia, retumba como un eco poderoso de aquellos valientes patriotas que, en 1810, se levantaron contra el abuso del poder. 

Con su determinación y liderazgo inspirador, María Corina ha galvanizado a las masas, convirtiéndose en un símbolo de resistencia frente a un régimen que busca perpetuarse mediante la represión y el miedo.

Su mensaje de unidad y esperanza ante la adversidad revive el espíritu indomable de aquellos primeros libertadores que se enfrentaron con valentía al imperio español.

Al igual que en el pasado, el pueblo venezolano se encuentra indignado y desgarrado, anhelando un cambio que a menudo parece esquivo. 

Pero la historia nos ha enseñado que la lucha por la libertad es un proceso arduo que exige no solo valentía, sino también una visión clara y un liderazgo firme.

La valentía de María Corina Machado se manifiesta en su capacidad de confrontar al régimen, desafiando a la tiranía desde cada plataforma posible y despertando la conciencia colectiva de un pueblo que clama por recuperar su dignidad.

Sin embargo, el camino hacia la libertad está sembrado de obstáculos. 

La historia nos advierte que los regímenes autoritarios, acorralados, responderán con violencia y represión ante cualquier indicio de insurrección.

En este sentido, María Corina Machado se enfrenta al mismo miedo que sentía el régimen español ante la insurgencia de 1810.

El miedo es un signo del poder acorralado; la represión que se despliega hoy en Venezuela evoca la furia del colonizador ante el ardiente deseo de libertad de un pueblo.

Así como el llamado del 19 de abril retumbó en cada rincón de Venezuela, hoy es vital que el grito de lucha por la libertad, liderado por María Corina Machado, se expanda y se sienta en cada hogar, en cada comunidad y en cada país donde un venezolano anhele un futuro mejor.

La herencia de nuestros libertadores debe inspirar a las nuevas generaciones a levantarse y exigir un futuro donde la justicia, la paz y la democracia sean la norma, y no la excepción.

La lucha que comenzó hace más de doscientos años persiste aún, y cada acto de resistencia cuenta. 

La valentía de María Corina Machado es un llamado a la acción para todos los venezolanos que anhelan un país libre y próspero.

Que el 19 de abril de 1810 siga siendo un faro que ilumine nuestro camino hacia la libertad, recordándonos que, aunque el sendero sea difícil, la victoria es posible cuando el pueblo se une y lucha por lo que es justo. 

¡Viva la libertad! ¡Viva Venezuela!

Por Omar González Moreno

La dictadura de Nicolás Maduro ha intensificado su brutal represión contra los trabajadores de la prensa, marcando un nuevo capítulo en la guerra sistemática contra los derechos humanos y la democracia. 

La reciente privación de libertad dictada por un tribunal de control contra la periodista Nakary Mena Ramos y su esposo Gianni González es un reflejo escalofriante de esta cacería de brujas que busca silenciar a quienes aún se atreven a denunciar la corrupción y el abuso de poder en el país.

La detención de Mena Ramos, una voz valiente y comprometida con la verdad, ha causado un revuelo en la comunidad periodística y más allá, evidenciando la fragilidad de la libertad de prensa en Venezuela.

Con ella, ya son 14 los periodistas presos, otros dos asilados en la embajada argentina en Caracas, huyendo de la persecución, y cientos de desterrados.

La periodista Mena Ramos fue acusada por el Ministerio Público de “instigación al odio” y “publicación de noticias falsas”. Su arresto no es más que una estrategia desesperada del régimen para acallar todo atisbo de disidencia.

La asignación de centros de reclusión tan severos como el Instituto Nacional de Orientación Femenina (INOF) para ella, y el Rodeo II para su esposo, subraya la naturaleza punitiva de esta acción, diseñada para generar terror entre aquellos que se atreven a alzar la voz.

Este es un ataque directo no solo a Mena Ramos y González, sino a cada periodista, comunicador social y ciudadano que anhela un país donde la verdad no sea una mercancía escasa, donde la información no se comprima bajo la bota del autoritarismo. 

Los trabajadores de la prensa se convierten en el primer blanco de esta dictadura, ya que su labor es fundamental para el esclarecimiento de la verdad y el ejercicio de la ciudadanía.

Los ecos de la violencia contra la prensa en Venezuela resuenan con fuerza.

Esta no es una historia aislada. Desde hace años, numerosos periodistas han enfrentado hostigamientos, detenciones arbitrarias y amenazas.

El clima de miedo ha sido cultivado por un régimen que busca perpetuarse en el poder a toda costa, utilizando un entramado judicial que ha demostrado ser un instrumento de opresión impuesta por Miraflores en lugar de justicia.

Este último acto de agresión nos recuerda la imperiosa necesidad de una respuesta firme y solidaria por parte de la comunidad política y la sociedad civil.

La defensa de la libertad de prensa es la defensa de la democracia misma.

No podemos permitir que el silencio impuesto por la dictadura triunfe sobre la valentía de quienes luchan por informar.

A medida que seguimos observando la descomposición del tejido social y democrático en Venezuela, es crucial que se haga eco de la lucha de Nakary Mena Ramos y Gianni González.

Su encarcelamiento es una llamada de atención urgente para todos aquellos que creen en un futuro donde la verdad y la justicia prevalezcan. 

Es el momento de alzar nuestras voces, exigir su libertad y recordar que, mientras haya un periodista dispuesto a contar la verdad, habrá la certeza que esta tiranía tambien caerá.

La lucha por la libertad de expresión en Venezuela es también una lucha por la dignidad humana.

Hoy, 20 de marzo, cinco de nosotros, miembros del comando de campaña de María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, marcamos un año encerrados en la embajada argentina en Caracas, un refugio que se ha convertido en una prisión bajo la cruel dictadura de Nicolás Maduro. 

Al mirar atrás, las memorias de este año son un torbellino de emociones: desesperación, rabia, fuerza de voluntad y una firme esperanza luminosa que nos mantiene en pie.

Desde el primer día, esto se ha sentido como un encierro sin fin. Sin visita, sin atención médica y poca agua y comida. 

La falta de electricidad y los servicios básicos han convertido nuestras vidas en una lucha constante por la supervivencia.

 Los días se deslizan entre las paredes de este lugar, mientras el eco de los gritos y el ruido de la represión se filtran a través de las ventanas, recordándonos la amarga realidad que acecha afuera.

La vigilancia es omnipresente. La policía de Maduro, armada hasta los dientes, nos observa con desdén, apoyada por francotiradores que nos miran desde los techos vecinos. 

A veces, el sonido de drones sobre nosotros es un recordatorio escalofriante de que no estamos a salvo, de que el régimen nunca descansa. 

Y en esos momentos de tensión, la presencia de manadas de perros, rottweilers y pastores alemanes, listos para atacar, nos llena de un pánico indescriptible, como si estuviéramos en un campo de concentración nazi. 

Sin embargo, a pesar de este ambiente opresivo, tengo que confesar que la solidaridad entre nosotros ha sido un faro de luz.

 Compartimos risas ahogadas, historias, y el anhelo de libertad que arde en cada uno de nuestros corazones.

 Nos apoyamos mutuamente en este encierro, encontrando maneras de resistir y mantener vivas nuestras esperanzas.

Hoy, un año después, no solo conmemoro el tiempo que hemos estado aquí, sino también la fortaleza que hemos encontrado en nosotros mismos y en los demás.

 Aunque físicamente estamos encerrados, nuestras almas siguen luchando por la libertad. Y mientras exista una fe inquebrantable y un espíritu indomable, seguiremos resistiendo. 

La dictadura puede intentar silenciarnos, pero jamás podrá apagar nuestra determinación de ser libres.

Por Omar González Moreno

Venezuela se ha convertido en un símbolo de lucha inquebrantable de su pueblo por la libertad y la democracia.

En consecuencia merece un monumento por su esfuerzo enorme de aferrase a una vida donde se le respete su dignidad, la justicia y sus derechos.

Los venezolanos son triunfadores de la dictaduras políticas, de los esbirros torturadores y asesinos, de los corruptos, de los traidores y de la indiferencia de ciertos personajes, sectores y paises.

Por eso da tanta rabia observar el compartimiento de ciertos sujetos -afortunadamente una ínfima minoria- que ante las primeras dificultades se rinden y se sienten derrotados.

Peor aún son aquellos que se dicen de oposición y que por cobardía o por intereses bastardos se pasan al enemigo.

A esos, como mínimo, quisiera tener algun dia el honor de darles un puntapie por donde se merecen.

Mientras el régimen de Nicolás Maduro y sus cómplices continúan aferrándose al poder, sin apoyo popular y sólo con el respaldo de los cabecillas del alto mando militar y policial, la determinación del pueblo venezolano se mantiene firme y decidida a no dejarse vencer.

Por eso, el pueblo venezolano está condenado inexorablemente a ganar.

Desde ya podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que ellos -los jerarcas del régimen y sus cómplices- son los derrotados

Cada día, millones de venezolanos demuestran una resistencia inquebrantable frente a la adversidad, con la certeza que un futuro mejor les espera tras derrocar al dictador Maduro y a sus secuaces.

Desde las calles de las capitales de estado hasta los rincones más remotos del país, se siente ese deseo colectivo indetenible de cambio.

Las protestas, aunque sean brutalmente reprimidas, son un testimonio del compromiso de un pueblo dispuesto a arriesgarlo todo.

Aquellos que abogan por la libertad se enfrentan a la represión, la censura y la violencia, pero su espíritu indomable no se rinde.

¡Son los triunfadores!

Las voces de los valientes luchadores por los derechos humanos y sus líderes, encabezados por una mujer valiente, sensible e inteligente, María Corina Machado, resuenan con un mensaje claro: la democracia no es algo accesorio, es un derecho inalianable al que no están dispuesto a renunciar.

La diáspora venezolana también juega un papel crucial en esta lucha.

A través del mundo, los migrantes se han hecho eco del sufrimiento y las esperanzas de su patria.

Organizan movimientos y apoyan iniciativas que buscan visibilizar la crisis, mientras mantienen viva la llama de la esperanza de regresar a un país libre y próspero.

Los venezolanos entienden que el camino hacia la libertad no será fácil.

Sin embargo, su determinación es contagiosa.

Las generaciones actuales y futuras heredarán no solo un legado de lucha, sino también el ardiente deseo de alcanzar un suelo donde se respeten los derechos humanos y cada voz tenga un peso en el destino del país.

A medida que el regimen de Maduro y sus compinches se debilita y continúan los esfuerzos de resistencia, la comunidad internacional arrincona cada vez con más fuerza a la tiranía.

La comunidad internacional se une a este clamor por la libertad, apoyando al pueblo venezolano en su búsqueda por un futuro donde la dignidad y la justicia prevalezcan.

La decisión inquebrantable de los venezolanos de no descansar hasta sacar a Maduro y sus cómplices del poder es un faro de esperanza.

Cada paso en este camino, cada acto de valentía, es un recordatorio de que la libertad no es solo un sueño, sino un derecho por el que vale la pena luchar.

El pueblo venezolano, con su espíritu indomable, demuestra al mundo que la confianza de poder sacar del poder al dictador Maduro y su pandilla nunca muere y que la lucha por la justicia siempre encontrará su camino.

Por Omar González Moreno

Quienes vieron el bochornoso espectáculo del 10 de enero en la Asamblea Nacional, afirman que allí Maduro legalizó su dictadura y su fin. 

Fueron testigos de ese despropósito sus colegas dictadores Diaz-Canel y Daniel Ortega de Cuba y Nicaragua, respectivamente.

Analistas macizos en sabiduría política,   como el expresidente del gobierno español, Felipe González, de inmediato pronosticaron que Nicolás Maduro acabará como el dictador de Siria, Bachar Al Assad, recientemente destituido y desterrado en Rusia.

Así de terribles son los pronósticos de lo que se le viene encima pronto al tirano de Venezuela por su abyecta decisión de desconocer los resultados de las elecciones presidenciales donde ganó de manera contundente  Edmundo González Urrutia.

La situación de Nicolás Maduro en Venezuela ha sido observada con atención a nivel mundial, especialmente por su similitud con el rumbo de otros dictadores, como Bashar Al Assad en Siria.

Ambos tuvieron que enfrentar el rechazo de su pueblo, protestas masivas y denuncias de corrupción, trafico de drogas y violaciones de derechos humanos mientras luchaban por mantenerse en el poder por la fuerza, en medio del colapso económico y político de sus respectivos países.

Bashar Al Assad, tras años de ferrea oposición, habia logrado permanecer en el poder por el respaldo de los militares y policías, así como el apoyo de Rusia, China e Irán. 

Su régimen, marcado por la represión y la militarización, había empleado tácticas brutales para sofocar la disidencia. 

A pesar de su esfuerzo en sostener el control, el costo fue devastador para Siria, con millones de desplazados y un país en ruinas. 

Igual que sucede en Venezuela, con millones de desplazados y un pais destruido y saqueado.

De manera similar, Maduro ha utilizado estrategias de represión, control militar y apoyo externo de aliados como Rusia, China e Irán para combatir las protestas y desacuerdos internos. 

Sin embargo, ambos dictadores comparten un mismo destino fatal: la cárcel, el destierro o situaciones peores. 

 Si la presión interna y externa sobre Maduro continúa, su futuro inexorable es el derrocamiento, tal como sucedió en Siria.

La historia demuestra que una resistencia y oposición prolongada, inteligente y valiente, como la que lideriza María Corina Machado, termina por imponerse y genera el cambio que tanto exige y necesita el pueblo venezolano.

 Así, el futuro de Maduro terminará reflejando las lecciones del régimen de Al Assad: una lucha agotadora e inutil por permanecer en el poder a costa de la integridad y el bienestar de su nación. 

La comunidad internacional observa con expectativa, preguntándose solo si la caída del régimen de Maduro es ahora o dentro de un poco más de tiempo. 

De lo que  si están seguros es que  finalmente, el pueblo venezolano encontrará el camino hacia la democracia.

Podrán cortarnos el servicio de electricidad y dejarnos a oscuras aquí adentro. Pero, jamás podrán hacer resquebrajar nuestros espíritus.

Podrán cortarnos el suministro de agua, y tratar de doblegarnos por la sed y el desespero. Pero, jamás podrán lograr sus objetivos, pues estamos convencidos que nuestra lucha es justa y correcta.

Podrán acosarnos con sus patrullas y motorizados; podrán intentar asustarnos con sus armas largas y sus pasamontañas. Pero, nunca podrán anidar en nuestras almas algún vestigio de miedo, pues confiamos en Dios y en nuestra líder María Corina Machado.

Podrán amenazarnos con invadir esta sede diplomática, y tienen la fuerza para hacerlo. Pero, les digo, no tienen la capacidad de romper nuestros espíritus y nuestra voluntad indomable de ser libres.

Podrán inventarse las mentiras que difunden a través de sus laboratorios de guerra sucia, podrán auto engañarse con sus falacias y argumentos estériles. Pero, los venezolanos y el mundo entero sabe lo que ocurre dentro del país.

Podrán desatar a sus perros de presa con el objeto de asustar a nuestros familiares–así como hicieron con la mamá de María Corina Machado–. Pero, le reiteramos que nosotros no nos vamos a rendir.

La fuerza de voluntad que nos mueve está dada por la fe en la Divina Providencia, en nuestros principios y valores, en nuestro sentido de la vida, está centrada en la verdad y en la necesidad de libertad para nuestro país.

Jamás podrán hacer que nos rindamos. Ni los que estamos aquí, en la Embajada de Argentina en Caracas, ni los presos políticos, ni los millones de venezolanos que forman parte de la diáspora, ni los que luchan día a día dentro del país.

Esta lucha –como bien lo dijo María Corina Machado– es hasta el final, y el final es cuando Maduro se vaya del Palacio de Miraflores y el presidente electo de todos los venezolano, Edmundo González Urrutia, asuma la Presidencia de la República.

Y, por tal razón, nosotros seguimos aquí en resistencia.

Gallarda y fuertemente, dando nuestro granito de arena, con el carácter de resiliencia que caracteriza a los venezolanos, con esa fuerza indómita que nos corre por las venas.

Y sé, que gracias a esa resistencia y a ese coraje ganaremos esta gran lucha entre el bien y el mal, y así lograremos sacar de Miraflores a la oscuridad para que vuelva a brillar la luz para todos los venezolanos.

¡Así será!

María Corina Machado acaba de afirmar –al momento de redactar estas líneas– que «el final se acerca» y estoy completamente de acuerdo con ella.

Y, ¿por qué lo estoy?

Porque existen varias señales que demuestran el debilitamiento del régimen que encabeza írritamente Nicolás Maduro.

Primero, la derrota apabullante del régimen el pasado 28 de julio demuestra que su antigua estructura política es cosa del pasado. Lo que un día tuvieron como organización se esfumó por completo.

Segundo, las denuncias de corrupción, emanadas de su mismo cuerpo corrompido, denotan una guerra interna que no tiene límites y que cada vez se profundiza más en todos los niveles de poder.

Tercero, la soledad internacional de Maduro es cada vez evidente.

Ni siquiera los regímenes socialistas lo están apoyando; un ejemplo de ello es la posición de Lula Da Silva en Brasil, de Gustavo Petro en Colombia y de Gabriel Boric en Chile. Está solo, sin apoyos reales o efectivos.

Cuarto, el triunfo de Donald Trump es otro indicativo interesante.

Pues, el nuevo mandatario de Estados Unidos está colocando en puestos claves a fuertes críticos del socialismo y a hombres que no tienen ninguna simpatía por el régimen de Maduro; además, porque la presencia de Trump generaría un cambio en la visión geopolítica de Putin, arrebatándole a Maduro un aliado en Rusia.

Quinto, día a día se escuchan rumores de toda índole que emanan de los cuarteles.

Y, más allá de los rumores, están los hechos como las informaciones sobre la detención de capitanes, coroneles, generales y tenientes coroneles que confirman ese «ruido» en el seno castrense.

Sexto, también es cada día más notorio como el Maduro se ve desajustado y como la ira se apodera de sus colaboradores mas inmediatos que buscan acomodarse en lo que puedan para mantenerse un poquito más en el poder.

Y todas esas actitudes demuestran rasgos de debilidad.

Séptimo, –no podemos dejar por fuera– la gravedad de los delitos cometidos, como los casos de violaciones de los Derechos Humanos que son una cuestión altamente conocida por la opinión internacional, lo cual –quieran o no admitirlo– genera un peso en contra de la permanencia de Maduro en el poder.

Y por si fuera poco el estallido de una crisis humanitaria jamás conocida por los venezolanos debido a la corrupción, la hiperinflación y la constante devaluación de nuestra moneda

Frente a estos hechos o características es lógico pensar que estamos en presencia de la debacle del régimen venezolano y el inicio de una nueva etapa para la vida pública nacional.

El final está muy cerca, solo debemos seguir juntos y apoyando a María Corina Machado. Esto es parte de lo que tenemos que hacer para lograr nuestro objetivo: ¡la Libertad!

Por Omar González Moreno

La guerra de insultos entre voceros de Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, y de Nicolás Maduro, el ocupante del poder en Venezuela, se ha intensificado en los últimos dias, marcando un punto de inflexión en las relaciones entre ambos países. 

Esta disputa refleja no solo el fin de las coincidencias  ideológicas y politicas que habían mantenido hasta ahora, sino también la fractura en un contexto regional complejo en el que la democracia, los derechos humanos y la economía juegan papeles decisivos.

Lula da Silva, ha tomado una postura clara a favor de la democracia y los derechos humanos. 

Su regreso al poder ha traído consigo un renovado compromiso con la diplomacia y un rechazo a los regímenes autoritarios, violadores de derechos humanos y corruptos como el de Maduro.

 Lula ve la consolidación de la democracia como un imperativo, tanto para Brasil como para América Latina en su conjunto.

En el otro extremo, Nicolás Maduro ha perdido todo vestigio de legitimidad y ha sido objeto de gravísimos cuestionamientos internacionales por sus métodos criminales y por la terrible crisis humanitaria que ha provocado con el saqueo y destrucción de los recursos en Venezuela. 

Maduro ha intentado a sangre y fuego mantener el control del poder a través de una represión brutal contra una poblacion que lo aborrece y el cultivo de alianzas con organizaciones delictivas y terroristas de la region y del medio oriente, enfoque que ha sido criticado duramente por la comunidad internacional y por sus antiguos aliados como Lula.

La economía es otro campo en el que Lula y Maduro se enfrentan abiertamente. 

Brasil se presenta como un motor económico en la región, traduciendo su política hacia un enfoque más proactivo en el comercio y la inversión. 

En contraste, la economía venezolana ha caído en un estado supercrítico, con hiperinflación, una corrupción gigantesca perpetrada por el entorno de Maduro y una migración masiva que afecta no solo a Venezuela, sino también a sus vecinos. 

Lula ha propuesto una América Latina más unida en términos económicos, mientras que Maduro lucha por mantener por la fuerza la muy precaria estabilidad de un régimen caótico.

Esta confrontación tiene repercusiones importantes en el equilibrio de poder en América Latina.

 La postura de Lula podría inspirar movimientos pro-democráticos en la región al tiempo que plantea un desafío directo a las primitivas y salvajes tácticas de Maduro y sus complices. 

Por otro lado, cualquier intento de acercamiento entre Brasil y Venezuela, pasa por un cambio de gobierno en Venezuela, el respeto de la voluntad popular expresada nitidamente en las elecciones presidenciales del 28J y el cese de la violación de derecho humanos en Venezuela.

La disputa entre Lula da Silva y Nicolás Maduro es emblemática de las dinámicas en juego en América Latina, donde se enfrentan visiones de futuro opuestas. 

A medida que Lula impulsa una agenda de renovación democrática y Maduro defiende un régimen desgastado por la crisis, la región se encuentra en una encrucijada.

Se cree que la resolución de esta confrontación determinará no solo el destino de las relaciones de Brasil y Venezuela, sino también el futuro político y económico de una América Latina, donde todavia sobreviven otras crueles, corruptas e incapaces tiranías como las de Cuba y Nicaragua, por ejemplo.

El régimen de Nicolás Maduro ha recurrido a tácticas extremas para mantener el control perdido y reprimir a sus opositores. 

Una de las estrategias más alarmantes y desgarradoras ha sido el secuestro de niños, utilizado como medio para castigar o coaccionar a disidentes y sus familias. 

Esta práctica no solo representa una violación flagrante de los derechos humanos, sino que también causa un daño irreparable a las víctimas y a la sociedad en general.

El secuestro de niños por parte del estado tiene profundas raíces en la manipulación del miedo, como última  y repugnante argucia para aferrase al poder.

Al tomar a los hijos de los opositores, el gobierno busca desestabilizar a las familias, enviando un mensaje claro: desobedecer las órdenes del régimen puede tener consecuencias devastadoras. 

Esta táctica no es nueva; ha sido utilizada históricamente en dictaduras y regímenes autoritarios, donde los derechos individuales son sistemáticamente pisoteados en nombre de la estabilidad del sistema imperante.

Pero esa misma cronología revela que ese repulsivo método siempre, siempre fracasa y los autores resultan severamente castigados 

Las repercusiones de tales actos no solo afectan a los niños secuestrados y sus familias, sino que también impactan a la sociedad en su conjunto. 

La desconfianza se puede instalar por poco tiempo entre ciudadanos, quienes pueden ver el estado como un ente opresor, criminal y abominable.

Pero al final la indignación colectiva pasa factura.

 Los traumas emocionales y psicológicos que sufren tanto los niños como sus familiares pueden perdurar por generaciones, creando un ciclo de sufrimiento, opresión y venganza.

Por eso, nacional e internacionalmente, el secuestro de niños por parte de Maduro y sus cómplices debe ser denunciado y combatido con urgencia. 

La comunidad global tiene la responsabilidad de actuar con prontitud y firmeza ante tales violaciones.

 Organizaciones de derechos humanos y gobiernos deben presionar para que sean severamente castigados los crueles violadores de los  derechos de todos los ciudadanos, y muy especialmente los más vulnerables, como los niños y adolescentes.

Los esfuerzos para sancionar a los responsables y ofrecer apoyo a las víctimas son vitales para sanar las heridas y restaurar la justicia en sociedades afectadas por este tipo de abusos.

Costará mucho olvidar esta afrenta y por eso mientras más pronto termine, menor serán las consecuencias. 

El secuestro de niños como método de represalia contra opositores políticos es una de las manifestaciones más crueles del abuso de poder. 

Es imperativo que como sociedad reconozcamos esta problemática y luchemos juntos para erradicarla, como plantea sin rodeos María Corina Machado, asegurando un futuro donde los derechos humanos de los venezolanos sean respetados y protegidos.

Para eso tiene que salir ya del poder Maduro y su pandilla de malvados. Así de cuajo. ¡Ya basta!

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