Morfema Press

Es lo que es

Pedro carmona Estanga

Se aproximan las elecciones presidenciales en Venezuela, convocadas para el día 28 de julio. Son menos de dos meses los que median para dichos comicios, en los cuales se define el futuro del país para el próximo sexenio, con una clara incidencia sobre el destino nacional hacia las próximas décadas. Los pronósticos son desfavorables al gobierno, aferrado al poder sin miramientos.

En 25 años de régimen chavista se ha producido un profundo retroceso en todos los ámbitos de la vida nacional: en lo institucional, político, macroeconómico, en la afectación del tejido productivo, en lo social y en el clima hacia la inversión. Como consecuencia, en esta oportunidad se evidencian tendencias favorables a un cambio, reflejadas en todas las encuestas de opinión recientes.

Han sido manifiestas las barreras impuestas por el oficialismo a la celebración de elecciones limpias, ignorando los compromisos asumidos en el Acuerdo de Barbados, el cual terminó convertido en un saludo a la bandera. La decisión del gobierno de mantener la inhabilitación de María Corina Machado, y en forma arbitraria de la segunda opción, Corina Yoris, se suman a las trabas del CNE para facilitar la inscripción de nuevos votantes, o los cambios de residencia de millones de venezolanos a nivel nacional e internacional. Así, el Registro Electoral Permanente quedó truncado en millones de votantes fundamentales. En el exterior, el número de inscritos fue exiguo, pues los Consulados existentes operaron pocos días, con deliberada lentitud y largas colas.

Al final, en la Plataforma Unitaria surgió la opción de que la tarjeta de la MUD tuviese un “candidato tapa”, Edmundo González Urrutia, convertido luego por decisión unánime en el candidato de la unidad, e inscrito y aceptado por el CNE, junto a algunos candidatos marginales del llamado “alacranato”, es decir de fuerzas políticas interesadas en afectar la unidad y hacer juego a las estrategias divisorias del gobierno. A partir de allí, González Urrutia, un Embajador de carrera, preparado y de impecable trayectoria, asumió el reto de la candidatura, reconociendo el liderazgo de María Corina Machado y trabajando de la mano con ella, en un mensaje comprometido con una transición incluyente, en la que se garantice la libertad de los presos políticos, el retorno de parte de la diáspora, la recuperación de la independencia de los poderes públicos, y la generación de un clima favorable a la inversión, en una Venezuela confiable como socio, y firmemente democrática.

En el multitudinario acto realizado en su ciudad natal, La Victoria, Estado Aragua, González dirigió un mensaje a tres sectores claves para la vida nacional. A la comunidad internacional le solicitó acompañar el proceso, pues es esencial para el mundo frenar la diáspora de cerca de 9 millones de venezolanos que hacen vida en 90 países del globo. Al chavismo ofreció un gobierno inclusivo, con garantías de alternancia en paz, y garantías de que podrán ejercer sus derechos en el marco de la Constitución. Y un claro mensaje a las Fuerzas Armadas para que asuman el respeto a la Constitución y sean garantes de la voluntad popular, como lo consagra el artículo 328 de la Constitución.

María Corina Machado, bloqueada para inscribir su candidatura pese al abrumador resultado de las elecciones primarias en octubre de 2023, ha continuado recorriendo el país con un arrastre popular que supera los logros de los mejores líderes políticos del pasado. Así, estados de tradición chavista como Portuguesa, Trujillo, Guárico, al igual que Zulia, Bolívar y Lara, entre otros, han acompañado con fervor a MCM, pese a no ser ya la candidata, configurando el mayor fenómeno político de tiempos contemporáneos. Por ello, el régimen le teme y la bloquea, hasta el punto de prohibir a las líneas aéreas que le vendan boletos, o cerrando hoteles o restaurantes que la acojan, además de apresar a sus asesores de campaña, o negar el salvoconducto a seis de sus allegados que se vieron obligados a asilarse en la Embajada de Argentina en Caracas. MCM pide ahora a sus seguidores a organizarse para promover y cuidar el voto, a través de una red de miles de “comanditos”, y respalda con entusiasmo el voto por Edmundo González, única opción en el escenario político actual, y quizás la última oportunidad para ganar y cobrar, camino al rescate de la libertad y la democracia, y al inicio del arduo proceso de reconstrucción de la nación, virtualmente desde las cenizas.

Será un difícil y costoso esfuerzo, cuyo primer paso es sin duda, ganar las elecciones. La magnitud del reto comienza con el rescate de la independencia de los poderes públicos y su despolitización; con la refundación de las Fuerzas Armadas conforme a los postulados de la Constitución de 1999 que el mismo chavismo escribió, en la cual se les define como una institución al servicio de la nación y no de persona o parcialidad política alguna; la reactivación de la industria petrolera ya sin sanciones, con una amplia participación de capital privado; la privatización de empresas en manos del Estado, con prioridad en sus antiguos dueños; el restablecimiento de la plena libertad de prensa e información; la devolución de los partidos políticos intervenidos a sus legítimas bases; la reestructuración de la deuda externa, cercana a US$ 160.000 millones; el estímulo al retorno del talento humano que ha huido del país; la reorientación de las relaciones externas en función del interés nacional y no de ideologías foráneas; el combate a las agrupaciones del crimen organizado y de la minería ilegal depredadora en zonas protegidas, ecológicamente vulnerables.

Son estos apenas un asomo de los inmensos retos que aguardan a un gobierno de cambio, que como tales exigen estructurar un acuerdo nacional entre las fuerzas democráticas. Si en 1958-59 a la caída de Pérez Jiménez, que duró solo 10 años en el poder, fue necesaria la suscripción entre los tres principales partidos del llamado Pacto de Punto Fijo como sostén de la naciente democracia, ahora, con 25 años de totalitarismo, es vital lograr un entendimiento nacional en lo fundamental, como es el rescate del Estado de Derecho y del régimen de libertades. Hay que admitir que se requerirá de diálogos, y quizás de una justicia transicional aplicable a miembros o beneficiarios del régimen que dejaría el poder. No se trata de ofrecer impunidad a esbirros y torturadores, de lo cual se ocupa ya la Corte Penal Internacional, sino de la posibilidad de que algunos saqueadores del régimen o violadores de los derechos humanos pudieran recibir atenuantes si entregan parte de sus fortunas mal habidas, o que paguen penas menores si se someten a la institucionalidad jurídica.

El país respira aires de moderada esperanza. La preservación de la unidad, la motivación a los votantes, y la transmisión de un mensaje firme hacia el cambio, con garantías de que no se freirán cabezas como lo proclamaba Chávez en su campaña, son piezas clave de la estrategia. Así, el mensaje de la campaña opositora del reencuentro de las familias dispersas por el mundo, ha calado con alto efecto emocional. Por ahora, es crucial organizarse para contrarrestar el ventajismo y el fraude, y para cobrar el resultado, y que no se repita lo del 2013 con el triunfo de Capriles sobre Maduro, en que faltó determinación para defenderlo. Subsiste el peligro de que el régimen decida suspender las elecciones alegando algún pretexto de seguridad nacional, o que, en el largo lapso de seis meses entre la fecha de las elecciones y la posesión presidencial en enero de 2025, se menoscabe o burle la entrega del poder. En la medida en que el pueblo siga movilizado y resuelto a defender su derecho a elegir, será más difícil que esas posibles perversidades se materialicen.

Por Pedro Carmona Estanga

El mundo vive la mayor ola migratoria tras la Segunda Guerra Mundial, exacerbada por los conflictos bélicos prevalecientes, el hambre, las sequías, y la plaga representada por los regímenes autoritarios en diversos países, caracterizados por la intolerancia y la persecución política, étnica o religiosa.   

Según el informe 2022 de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de las Naciones Unidas, para el año 2020 había 281 millones de migrantes internacionales en el mundo, equivalente a un 3,6% de la población total, ello con anterioridad a la invasión rusa a Ucrania. El porcentaje no espanta, pero es que no considera los desplazamientos internos que ocurren en diferentes regiones del globo, en algo atenuados por la pandemia, ni la exacerbación reciente de la migración mundial.

Los principales movimientos migratorios y de desplazamientos son atribuidos a los conflictos en Siria, Yemen, la República Centroafricana, la República Democrática del Congo y Sudán del Sur, o a la grave inestabilidad económica y política que afecta a millones de venezolanos y afganos. Ello, amén de los desplazamientos originados en desastres naturales ocurridos principalmente en China, Filipinas, Bangladesh, India y Haití.

En relación con el destino de los flujos migratorios, según la OIM, Europa recibió el 30,9% del total, (87 millones), seguida por Asia con el 30,5% (86 millones), América del Norte con el 20,9% (59 millones), y África con un 9% (25 millones). En América Latina y el Caribe, el número de migrantes se duplicó en los últimos 15 años, al pasar de 7 a 15 millones, el 5,3% del total mundial.  Y en cuanto a países receptores, EE.UU. recibió 51 millones de migrantes, Alemania 16 millones, Arabia Saudita 13 millones, Rusia 12 millones y el Reino Unido 9 millones, solo por citar algunos.

El corredor migratorio México-Estados Unidos se configuró como el mayor del mundo, con unos 11 millones de personas, seguido del de Siria-Turquía, asociado al conflicto que ha vivido Siria por más de diez años. El tercero es el de India-Emiratos Árabes Unidos, con más de 3 millones, y ahora se agrega la ola migratoria de Ucrania a numerosos países, que supera ya los 6 millones de personas.

En cuanto a la nacionalidad de los migrantes, el puesto número uno es ocupado por India, con 18 millones, México 11 millones, Rusia 10,8 millones, China 10 millones, Siria 8 millones, y Venezuela con más de 7 millones en el lugar No. 10 en el mundo, aunque en términos proporcionales a su población es el más elevado, pues más del 20% de los venezolanos ha emigrado, sin que pueda compararse con países como India, China, o México, de muy alta población.   

Pese a la pandemia, las remesas internacionales alcanzaron en 2020 la astronómica cifra de US$ 720.000 millones, de lo cuales US$ 540.000 millones se dirigieron a países de ingresos medianos y bajos. Por su parte, el número de desplazados al final de 2020 alcanzó 89,4 millones, aunados a 26,4 millones de refugiados y 4,1 millones solicitantes de asilo. Solo en 2020 los nuevos desplazamientos internos ocasionados por conflictos, violencia y desastres alcanzaron a 55 millones de personas.

Es de destacar el creciente papel del corredor centroamericano, que incluye el paso por el peligroso “tapón” del Darién, con un escalofriante saldo de muertes, explotación sexual, y proliferación, hasta la frontera de México con EE.UU. de redes mafiosas o “coyotes” que expolian a gente sin recursos ofreciendo llevarlos a su destino. Es frecuente el caso de contenedores con gente hacinada, que suelen terminar asfixiados, o en otro escenario, botes sobrecargados de africanos en el Mediterráneo, que con inusitada irresponsabilidad naufragan y provocan numerosas víctimas.

Es por ello evidente que, más allá de las buenas intenciones y declaraciones de gobiernos e instituciones, la comunidad internacional debe abordar con mayor contundencia el grave problema de la trata de personas en las rutas migratorias, mientras el número de migrantes en el mundo no ha parado de aumentar en el curso de los últimos 50 años, como lo evidencia la cifra señalada de migrantes internacionales en 2020 de 281 millones de personas, contra 84,4 millones en 1970.

Un problema de la dimensión analizada no puede ser visto en forma ligera. Se trata de los flujos migratorios mayores de la historia, en medio de duras condiciones como los que existen en campamentos en Turquía para contener migración hacia Europa, con el apoyo de la Unión Europea. El hecho es que, además, los efectos geopolíticos asociados a la migración están cambiando el mapa político en Europa en favor de gobiernos conservadores, los cuales por definición son más nacionalistas o antiinmigración, como es el caso de Hungría, Polonia y otros países del este, como también los recientes cambios políticos en Suecia e Italia, los efectos que el tema migratorio tuvo sobre la decisión del Brexit en el Reino Unido, y el visible crecimiento de la derecha en Francia y España. A ello hay que agregar la aguda polarización existente entre los partidos Demócrata y Republicano en EE.UU., entre otros por la polémica asociada a las políticas migratorias aplicadas durante sus respectivos gobiernos, que incluyen la reciente decisión de deportar a migrantes venezolanos llegados a través de México, aún antes de la promulgación de las nuevas medidas.  

En un sentido positivo, hay que destacar las buenas prácticas aplicadas en Colombia por la administración Duque en favor de los migrantes venezolanos, otorgándoles permisos temporales para trabajar y beneficiarse de la salud y la educación pública, así como el reconocimiento de los hijos nacidos en su territorio, todo lo cual ha merecido reconocimientos internacionales.

Lo anterior debe mover a considerar que en las raíces del problema migratorio subyacen la pobreza, la falta de empleo en los países de escasos recursos, la mala calidad de los servicios públicos, o la violación de derechos humanos en países oprimidos por regímenes dictatoriales. Están también presentes las secuelas de regímenes coloniales, sobre todo en África, que no fueron capaces de generar fuentes de empleo y riqueza, o la profunda asimetría existente entre los países del llamado Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador), o el vecino Haití, y EE.UU., sin que hasta ahora se hayan definido políticas orientadas a estimular el desarrollo en esos países, como forma de mejorar su calidad de vida, y de atenuar las presiones migratorias.

Por su parte, la situación de Venezuela, protagonista del mayor fenómeno migratorio registrado en la historia del Continente, aparte del de México a EE.UU., no cambiará a raíz de la decisión del gobierno de Colombia de restablecer las relaciones con el país vecino y de reabrir las fronteras, lo cual es en general de buen recibo. La presión migratoria hacia Colombia y el mundo continuará mientras Venezuela esté sumida en la grave crisis múltiple que la afecta, que es política, económica, social y moral. Solo un cambio de sistema económico y político en Venezuela permitirá detener el éxodo de venezolanos al exterior, el cual se proyecta a todo el mundo. Hoy la migración venezolana afecta especialmente a Colombia, con más de 2 millones de personas, aunque en décadas pasadas fue a la inversa, cuando Venezuela recibió a unos 4 millones de colombianos, con la particularidad de que llegaron en forma gradual y cuando Venezuela representaba un país de oportunidades. 


Pedro Carmona Estanga es ex Presidente de Fedecámaras, de Conindustria, de Asoquim, de la Cámara Colombo-Venezolana de Comercio e Integración, del Consejo Empresarial Andino. Doctor en Economía. Actualmente es Profesor Titular en la Universidad Sergio Arboleda, Bogotá

Veinte largos años han transcurrido desde aquel 11 de abril de 2002, en que un millón de personas colmó las calles de Caracas para protestar pacíficamente contra el gobierno de Hugo Chávez. Ante el deseo irrefrenable de la multitud de llegar al Palacio de Miraflores para expresar su malestar, la manifestación fue emboscada por el oficialismo, provocando muertos y heridos, ante lo cual altos representantes de las Fuerzas Armadas desconocieron las órdenes de Chávez de reprimir con armas de guerra a la población civil, situación que condujo a su renuncia, anunciada al país por el alto mando militar, al repliegue del gobierno, y a un vacío de poder que se intentó llenar con la conformación de un breve gobierno de transición democrático, al que fui llamado a presidir sin ambicionarlo. El objetivo de la transición, como recordatorio a los jóvenes, era llamar a elecciones limpias, con garantías y supervisión internacional, para la relegitimación de los poderes públicos, cuya independencia ya se encontraba conculcada por el régimen. En otras palabras, llamando al pueblo, depositario del poder constituyente primario, a definir en las urnas la ruta para el restablecimiento del orden constitucional. Y para que evitar equívocos respecto a mis intenciones, quedó establecido por escrito, que en tales comicios yo no podría aspirar a posición alguna.

Dos condiciones puse al grupo de altos oficiales con quienes me reuní en el Fuerte Tiuna, al ser llamado a concurrir en la madrugada del 12A, cuando ya trascendía la decisión de la renuncia de Chávez: 1) Que se diera a conocer al país que la presidencia del gobierno de transición no obedecía a un deseo personal sino a un llamado que se me hacía para llenar el vacío de poder existente; y 2) La concordancia en una hoja de ruta para en un plazo perentorio, garantizar el restablecimiento del orden constitucional por vía electoral. No faltaron incomprensiones sobre las intenciones de la transición, mientras desde La Habana Fidel Castro se comunicaba con Generales, conminándolos a restablecer a Chávez en el poder. Internamente, oficiales fieles al gobierno y algunos comunicadores, confundieron una crisis política con una jurídica, sin reparar en que la solución estaría apegada a la Constitución de 1999, la cual juré restablecer, pues estaba siendo violada sistemáticamente por el régimen desde el día de su aprobación, como lo ha hecho hasta el presente.

En la crisis de abril de 2002 mediaron antecedentes determinantes que conviene recordar:

a) La deriva autocrática de Chávez, al tratar de neutralizar la independencia de los demás poderes públicos, entre ellos la declaración de la emergencia judicial con fines políticos, así como el afán de legislar mediante Decretos-Leyes con poderes extraordinarios concedidos por la Asamblea Nacional, con los cuales aprobó un primer paquete de 49 Decretos-Leyes, que abarcaban desde la agricultura hasta los hidrocarburos y las telecomunicaciones, ello pese a disponer de mayoría parlamentaria. Se generó así un hondo malestar, pese a los esfuerzos que personalmente realicé tratando de persuadir a Chávez de la conveniencia de abrir espacios de debate sobre temas de alto interés nacional, los cuales no valoró. Ello motivó el primer paro nacional el 10 de diciembre de 2001, que lideré en nombre de Fedecámaras con el respaldo de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), paro que, pese a sus solo 12 horas de duración resultó en un rotundo éxito, pues el país entero se detuvo, enviando una alerta al gobierno del rechazo a los abusos de poder.

 b) El descontento presente en el sector sindical venezolano, por el desconocimiento de contratos colectivos de los trabajadores del sector público, situación que alentó a la CTV a promover una multitudinaria marcha el 23 de enero de 2002.

 c) El ataque del gobierno a los partidos políticos para debilitarlos, y el propósito manifiesto de manipular ideológicamente la educación de los niños, que motivó la reacción de los padres de familia con el famoso lema de: “con mis hijos no te metas”.  

d) La alianza de Chávez con Fidel Castro, lesiva a la soberanía nacional, y entregas de hasta 100.000 b/d de petróleo sin pago, como no fuera a través de unos 30.000 cubanos: médicos, maestros, entrenadores deportivos y agentes de seguridad e inteligencia, todos con una función política. Así se evolucionó a la entrega a Cuba de sectores estratégicos como la identificación y extranjería, inteligencia, doctrina militar, notarías y registros, comercio exterior y sector eléctrico. Chávez desarrolló con Castro una relación de clara dependencia, a raíz de la cual el sagaz líder cubano logró el viejo sueño de tomar el control de Venezuela;

e) La aprobación, entre los Decretos-Leyes de noviembre de 2001 de una Ley de Tierras, que al decir de Chávez permitiría repartir tierras entre los pobres, pero que no configuraba una reforma agraria, que implicaba indemnizaciones justas y oportunas a sus propietarios, sino un subterfugio jurídico para promover incautaciones e invasiones de tierras productivas.

f) El golpe dado a PDVSA, mediante la designación de una Junta Directiva política, convirtiendo a la estratégica empresa en caja chica del gobierno y desviándola de su “core” de producir hidrocarburos, para exprimirla y dedicarla a objetivos ajenos. PDVSA, fue una de las primeras empresas energéticas del mundo y fue entregada a afectos al régimen, provocando justificada inconformidad al interior de PDVSA, y una cadena de protestas en marzo de 2002, que precedieron al paro nacional del 9 de abril y a la marcha del 11A.

 g) La corrupción en el manejo de recursos públicos y en programas sociales, que fueron fuente de enriquecimiento para un grupo de oficiales y funcionarios públicos. De ello dejó testimonio el Tcnel. Jesús Urdaneta Hernández compañero de armas y aventuras golpistas de Chávez, quien afirma que como director de la DISIP presentaba a Chávez pruebas de la corrupción en el gobierno, recibiendo como respuesta el pedido de no crearle problemas. Ello motivó la renuncia de Urdaneta y el paso a la oposición, pues además fue testigo del apoyo logístico y financiero que ya entonces se brindaba a la guerrilla colombiana, ante la cual Chávez tenía interlocutores de confianza, y le reconoció el estatus de beligerancia;

h) La orientación de la política internacional de Chávez, más acorde a afinidades ideológicas que a intereses vitales del país, lo cual tuvo luego como expresión el retiro de Venezuela de la Comunidad Andina, la ruptura de relaciones con Israel, el despliegue de una profunda política antinorteamericana, y el acercamiento a Rusia por intereses armamentísticos y geopolíticos, a China, país del cual se obtenían créditos pagaderos en petróleo, y con Irán, al cual Chávez le abrió puertas en América Latina. Chávez promovió además cambios en la arquitectura institucional interamericana, tratando de debilitar a la OEA, y creando mecanismos de influencia política a cambio de petróleo y dinero, como Petrocaribe, el ALBA, el Banco del Sur, amén del apoyo al Foro de Sao Paulo y el financiamiento a campañas electorales de candidatos ideológicamente afines en la región;

i) El control progresivo del sistema electoral, con la designación de militantes del partido oficialista en el CNE, y la introducción de un voto electrónico manipulable, que luego facilitó sucesivos fraudes, ventajismos e irregularidades presentes hasta el día de hoy.

Estos factores, entre otros, concurrieron en la crisis de abril de 2002 y deben ser recordados 20 años después, pues tienden a desdibujarse con el transcurrir del tiempo. En una siguiente etapa, entre diciembre de 2002 y febrero de 2003, encontrándome ya en Colombia, se produjo un nuevo paro nacional que dio pie a la profundización de purgas en PDVSA, a drásticas medidas como la implantación de un control de cambios, y a argucias para impedir más tarde, en 2004, la revocatoria del mandato presidencial, que terminó en una burla avalada por la Fundación Carter y por la OEA. Igualmente se acentuó la represión contra los firmantes de la convocatoria, y un mayor control de los poderes del Estado y de las Fuerzas Armadas, las cuales fueron mutando en un partido político armado, ideologizado y sumiso, violando preceptos clave de la Constitución de 1999.

Chávez falleció en 2013, y fue a no dudar el responsable del fracasado modelo del Socialismo del Siglo XXI, que postró a la iniciativa privada con miles de expropiaciones, incautaciones de tierras, y el desconocimiento de contratos de asociación de PDVSA con compañías extranjeras, causante luego de cuantiosas demandas contra la nación en instancias arbitrales internacionales. Su sucesor, Nicolás Maduro, formado en cuadros ideológicos en Cuba, agravó la crisis múltiple en la cual se encuentra sumida la nación. PDVSA y la infraestructura petrolera están en ruinas, y el país es ahora un actor marginal en el mercado, pese a poseer una de las mayores reservas petroleras del mundo. El rescate del sector solo será viable a futuro con inversión extranjera, pues se requieren cerca de US$ 90 mil millones para recuperarlo y poder explotar los recursos energéticos disponibles, que de lo contrario quedarían enterrados, dada la inatajable transición energética en marcha en el mundo.  

El PIB venezolano se derrumbó en un 80% en los últimos 7 años, las reservas internacionales apenas superan los US$ 5 mil millones, los índices de pobreza afectan a más del 90% de la población, la desnutrición infantil compromete irreversiblemente a nuevas generaciones, el éxodo migratorio supera los 6 millones de personas, el Banco Central de Venezuela perdió su autonomía y se convirtió en emisor de dinero para financiar gasto público estimulando la hiperinflación, y la dolarización de facto de la economía, si bien ha reducido el fenómeno, ha causado más desigualdad entre quienes disponen de divisas y los que reciben sus ingresos en bolívares. Los “bodegones” de productos importados sin aranceles han creado burbujas artificiales de abastecimiento, mientras todos los análisis ubican a Venezuela entre los países más pobres y desiguales del mundo.

En lo político, la represión ejercida por el régimen contra sus detractores ha sido implacable: persecuciones y detenciones arbitrarias, desconocimiento del derecho al debido proceso y a la legítima defensa, desapariciones extrajudiciales, torturas, inhabilitaciones, tratos lesivos a la dignidad humana, todo ello documentado en informes de la Representante de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, y por instituciones internacionales encargadas de la materia, incluyendo una investigación preliminar por parte de la Corte Penal Internacional (CPI). La corrupción imperante ha supuesto un saqueo y enriquecimientos sin parangón en la historia.

Volviendo a las complejas circunstancias que rodearon la crisis política del 2002, y a sus eventuales fallas u omisiones, hay que afirmar que la misma no obedeció a un plan premeditado, sino a la intención de rectificar el peligroso rumbo del gobierno procubano de Chávez, y evitar la tragedia nacional que se avecinaba como la crónica de una muerte anunciada, hasta llegar en la actualidad a un totalitarismo radical, que desconoce por completo la alternabilidad política y la voluntad popular.

El anhelado cambio en Venezuela exige unidad de propósitos en las fuerzas democráticas en torno al objetivo de la salida del régimen, por ser ilegítimo en sus orígenes en virtud de fraudes y ventajismos, por el control de los poderes públicos, y por el abuso y arbitrariedad como normas de conducta. Se requiere claridad en que el adversario no es democrático, sino una tiranía asociada a estructuras criminales, razón por la cual los medios no pueden ser los convencionales de diálogos y presiones internacionales, sino el ejercicio de una resistencia no violenta, un liderazgo opositor renovado, y claridad en que solo a través de la suma de voluntades puede contrarrestarse la desmovilización provocada por la siembra del terror en la población por parte del régimen. Igual ocurre con la comunidad internacional: no debe ceder en el levantamiento de sanciones, si no es a cambio de una agenda clara, con garantes, hacia la celebración de elecciones justas y transparentes.

En suma, si alguna lección hay que aprender de la crisis política del 2002 en Venezuela, y de las numerosas oportunidades perdidas por la oposición a lo largo de los 23 años de dictadura, es el imperativo de la unidad, y no subestimar a un adversario claramente antidemocrático, para poder vencerlo. Sin olvidar que Fidel Castro y sus sucesores se han adueñado de Venezuela, presa que le proporciona suministro petrolero, jugosos negocios y poder geopolítico. Por ello tratarán de impedir cualquier cambio. Si algún error hubo en el estamento castrense en 2002 fue oponerse a que Chávez saliera a Cuba, pues debía ser juzgado. Aunque desde La Habana se hubiese intentado incendiar al país para recuperar el poder, se habría consolidado el abandono del mismo por parte de Chávez, sin perjuicio de que, como fuerza política, el chavismo hubiese podido luego participar por vía electoral.

El Decreto de formación del Gobierno de Transición Democrática, que definía la ruta electoral, pese a ser denostado o incomprendido, tenía sentido. ¿Se podía entregar el poder a Diosdado Cabello, que huyó, es millonario y más radical que Chávez y Maduro? Veamos el estado del país, destruido en lo económico, institucional, social y moral. La historia muestra, en no pocos casos, que salvar la democracia puede requerir de brevísimos períodos de facto. Aun así, hubo disposición de rectificar el Decreto, respetando el papel del Poder Legislativo. Faltó además cohesión en el Ejército, y firmeza en algunas figuras militares que se opusieron a cambios indispensables en las líneas de mando, y ello despejó el camino al General Raúl Isaías Baduel, QEPD, figura determinante en el restablecimiento de Chávez, quien fue luego víctima de años de cárcel, incomunicación y vejámenes, por desacuerdos con la Constitución Socialista de 2007. Se cumplió así la conseja de: “así paga el diablo a quien bien le sirve”. Hoy, el General Vladimir Padrino, cabeza de una cúpula militar abyecta, es el máximo responsable de la permanencia en el poder de un sistema descompuesto y corrupto hasta los tuétanos, sustentado en estructuras mafiosas vinculadas al crimen organizado.  

Este aniversario coincide también con mis 20 años de vida en Colombia, segunda patria que me ha acogido generosa, de lo cual estaré eternamente agradecido. El asilo fue necesario, pues estaba en juego mi integridad personal y se pretendía sentenciarme sin juicio por el presunto delito de rebelión, un despropósito, pero para el régimen era clave sentar un precedente para situaciones futuras. En Colombia he pasado más de un tercio de mi vida útil, he sembrado amistades, he recorrido sus regiones conociendo mejor su idiosincrasia, historia y realidades, recibí el honor de la ciudadanía en 2018, y he tratado de retribuirle con un corazón grancolombiano, dedicándome desde la academia a la formación de profesionales útiles al país, y ayudando a moldear mejores seres humanos. Quiera Dios que la querida Colombia comprenda y asimile el estruendoso fracaso del totalitarismo socialista en Venezuela, y la necesidad de preservar por encima de todo la democracia y la libertad, que solo se aprecian cuando se pierden. Indudables problemas como la corrupción, la pobreza o la inequidad, no han sido resueltos en ningún país del mundo sino agravados, bajo banderas populistas o modelos autocráticos patrocinados por la izquierda radical.  

Por Pedro Carmona Estanga

La invasión de Rusia a Ucrania cobra miles de víctimas inocentes. El anuncio inicial de Putin de que no se atacarían instalaciones civiles sino objetivos militares ha resultado en un engaño. La destrucción de conjuntos habitacionales, hospitales pediátricos y maternidades, escuelas, centros culturales, infraestructura de comunicaciones y refugios, ha sido masiva e inmisericorde. Las imágenes valen más que mil palabras.

Como resultado, son ya más 3, 4 millones ucranianos los que han huido del país hacia los vecinos de la Unión Europea, y según ACNUR, 6,5 millones más se encuentran desplazados dentro del país, ello de un total unos 40 millones de habitantes, de los cuales el 78% es de origen ucraniano étnico, y solo un 17% de origen ruso.

Pese a los incuestionables antecedentes que vinculan histórica y culturalmente a los pueblos ucraniano y ruso, tal como lo afirmara en mi artículo anterior, Ucrania pasó a ser en 1991 un Estado independiente y soberano, reconocido por tratados internacionales y otros acuerdos válidos.

Es del caso recordar que los Estados están obligados a cumplir los tratados internacionales legítimamente suscritos conforme a la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados de 1969, la cual estipula que las partes deben respetar, conforme al principio de buena fe, lo dispuesto en los tratados vigentes, amén del principio universal derivado del derecho romano del “pacta sunt servanda”, es decir que los tratados celebrados entre Estados deben ser plenamente observados.

Son comprensibles las diferencias que puedan surgir entre países por razones geopolíticas, geoestratégicas o de seguridad, pero nada invalida los compromisos internacionales en vigor, ni mucho menos justifica la vía de hechos, como es la violencia ejercida contra un pueblo que lucha por preservar su integridad territorial e independencia, más allá de las pretensiones de la potencia rusa, de que los territorios de mayoría étnica rusa, como es el caso de Crimea y ahora la región oriental de Donbás, se escindan de Ucrania y pasen a formar parte de la Federación Rusa. Se entiende sí, que la eventual membresía de ese país a la OTAN, sería una provocación innecesaria contra Rusia y por ello, el propio presidente Zellesnky ha manifestado que no estaría contemplada.

Occidente ha respondido a la invasión a Ucrania con duras sanciones, es decir, con una guerra económica, consistente en restricciones financieras, congelación de fondos nacionales y bienes personales de dirigentes y de oligarcas cercanos a Putin, el retiro de los bancos de la plataforma Swift, cierre de espacios aéreos, restricciones a la compra de hidrocarburos, a viajes, a la operación de empresas y bancos rusos, el bloqueo a las compras de productos de alta tecnología, y el envío de ayuda militar a Ucrania, sin que implique la intervención directa de fuerzas de la OTAN en ese país.  

Los efectos económicos de la invasión a Ucrania no han demorado en sentirse.

El petróleo, el gas y otros commodities se han disparado en los mercados internacionales, provocando en Europa por el precio del gas un aumento desmedido en las tarifas eléctricas que duelen a la población, así como en el de los combustibles en EEUU, donde el nivel alcanza ya en promedio US$ 4,26 dólares por galón. Los minerales y los cereales han batido récords, entre ellos el trigo, que ha llegado a US$ 344 por TM, así como la cebada, el maíz y la soya, estimulando la inflación mundial, que era ya preocupante a raíz de la pandemia.

De otra parte, la decisión de Alemania de suspender la certificación del gasoducto Nord Stream II para el transporte del gas ruso hacia su país ha afectado duramente a las petroleras rusas Gazprom y Rosneft y ha llevado a los constructores a la quiebra, golpeando también a algunas empresas británicas, francesas y austríacas asociadas al proyecto.

La visita a Caracas 

Estados Unidos ha tratado de estimular a otros países productores a aumentar su oferta de hidrocarburos, lo cual podría resultar factible en países como Canadá, Arabia Saudita y los del Golfo Pérsico, pero ello no ocurre de un día para otro. La polémica visita de funcionarios de EEUU a Venezuela tuvo al parecer más que ver con las gestiones para la liberación de presos estadounidenses, y con las posibilidades de reanudación de los diálogos entre oposición y gobierno en México, pues la realidad es que para paliar la crisis energética mundial la producción petrolera venezolana no es suficiente, apenas cercana a los 800.000 b/d, y en el mejor de los casos podría llegar al millón de b/d, muy lejos de la capacidad de producción al momento de asumir Chávez el poder en 1999, de 3,4 millones de b/d.

La industria petrolera venezolana, hoy destruida por el régimen gobernante requeriría de miles de millones de dólares de inversión para superar el millón de b/d. Por tanto, Venezuela no es actualmente un actor relevante en el mercado, pese a disponer de inmensas reservas y, de otro lado, el gobierno de EEUU ha reafirmado que el levantamiento de las sanciones contra ese país deberá tener como contraparte la definición de una agenda creíble hacia la celebración de elecciones limpias y con garantías en el país. 

El impacto en Rusia

En cuanto a la economía rusa, el impacto inmediato de las sanciones ha sido descomunal, motivando interrogantes sobre cuánto podría soportar Rusia un costo tan elevado sin que sucumba en una crisis mayor, que arruinaría la calidad de vida de su pueblo, con adicionales efectos complejos de política interna, o que incurra en un default en las obligaciones de su deuda externa.

Por lo pronto, decenas de empresas internacionales han suspendido sus operaciones en Rusia, entre ellas las operadoras de tarjetas de crédito internacionales, y empresas como BP, Shell, Equinor, Exxon Mobil, PWC, General Motors, Ford, Volkswagen, Toyota, Samsung, Microsoft, Apple, HP, Intel, Nike, Inditex, Netflix, EA, Airbnb, Google, Ikea, Oracle, Dell, Boeing, Airbus, Spotify, Walt Disney, Paramount, WarnerMedia, Universal y TikTok, a las cuales se agregan proveedores de repuestos para aviones, equipos, y productos de alta tecnología de origen europeo o estadounidense, que afectan gravemente la actividad económica y la vida corriente de la población rusa.  

De otra parte, el rublo ruso se ha devaluado entre un 40% y un 50% desde el inicio de la guerra, el PIB ha perdido alrededor de US$ 30.000 millones, con lo cual la contracción podría alcanzar este año entre 10 y 15%, con una inflación potencial de a 15% según la OCDE, hechos que irradian a la economía global haciéndole perder 1 punto porcentual al PIB, y presiones inflacionarias en torno al 2,3% para el planeta. Las autoridades rusas se han visto además obligadas a aplicar un “corralito” a los movimientos de divisas, limitando los retiros de titulares de moneda extranjera a US$ 10.000 hasta septiembre, y si se excede dicho tope, deberán hacerlo en rublos a la tasa oficial del día.

En suma, colocando primero la triste pérdida de vidas humanas incluyendo miles de niños y heridos, el Papa Francisco ha suplicado a los responsables de la guerra a detenerla, por “insensata y repugnante” por representar una “crueldad inhumana y sacrílega, porque va contra vidas humanas e indefensas”, siendo que la vida debe ser respetada y protegida por encima de cualquier interés o estrategia.

A ese llamado se han sumado millones de voces de protesta en el globo, que claman por un inmediato alto al fuego y por la retirada de las tropas rusas de Ucrania, las cuales han sufrido también innumerables bajas guerra, incluyendo hasta ahora cinco altos Generales. ¡Basta de ríos de sangre y lágrimas en Ucrania! Y ojalá que las negociaciones entre  las partes lleven a un feliz término.

El pasado 9 de enero se celebró una segunda elección en el Estado Barinas de Venezuela, feudo de la familia Chávez, y como se comentó en anterior entrega, el régimen sufrió un doble y duro revés, del cual no se repone. Algunos ven en ello una reacción popular ante las arbitrariedades oficialistas, al mal manejo del Estado por parte de la familia Chávez, y muestra de otra parte una lección al país opositor de que, cuando media una unidad de propósitos en torno a un objetivo, los logros resultan factibles. También ha aflorado una realidad que luce imposible de ocultar: la lucha de poderes entre Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, y las fisuras entre Maduro y la familia Chávez, todo lo cual podría representar elementos futuros a favor de las fuerzas democráticas venezolanas.

Tras la victoria en Barinas, hubo euforia en sectores de la oposición venezolana, y esperanzas en que el recurso de un referéndum revocatorio contra Maduro, que puede legalmente convocarse desde este mes de enero (mitad del período de Maduro), abriría la anhelada salida a la tragedia política que vive Venezuela, que cumplió ya la friolera de 23 años. El Consejo Nacional Electoral (CNE) oficialista fue diligente al aceptar la petición de convocatoria presentada por tres organizaciones, motivando ingenuas ilusiones, pues tan solo días después, ese servil órgano decidió dar 12 horas de plazo, el día 26 de enero, y con solo 1.200 mesas, para ejecutar el proceso de recolección de firmas. Fue una bofetada más e irrespeto del CNE a los derechos constitucionales consagrados en el artículo 72 de la Carta Magna, según el cual: “Todos los cargos y magistraturas de elección popular son revocables, transcurrida la mitad del período para el cual fueron electos”.

Constitucionalmente se requiere que un número no inferior al 20% del registro electoral solicite la convocatoria al referéndum, es decir, 4 millones de ciudadanos; que una vez convocado, el número de votantes a favor de la revocación sea igual o superior a los que eligieron al presidente, equivalente a 6.248.865 votos, y por su parte, el régimen agregó que los votos por el sí deben ser mayores que los votos por el no. Si ocurre la revocación, y la falta absoluta del presidente ocurre dentro de los primeros cuatro años del mandato, debe convocarse a una elección directa y secreta dentro de los 30 días siguientes, y mientras toma posesión el nuevo presidente, se encarga el Vicepresidente Ejecutivo. En tanto que, si la falta absoluta ocurre en los últimos dos años del mandato, asume el Vicepresidente Ejecutivo hasta completar dicho período (artículo 233).  

Además de la burla atroz del CNE, con dos votos en contra y tres a favor de rectores irrestrictos al régimen, al imponer un plazo de 12 horas para recoger más de 4.000.000 firmas requeridas, y limitar al exiguo número de 1.200 los centros de recolección de firmas en el territorio nacional, es matemáticamente imposible lograr la convocatoria, demostrando así que el régimen no está dispuesto a contarse, pues sabe que está perdido. Además, la interpretación dada a la previsión constitucional de que el 20% de las firmas debe corresponder a cada Estado, y no a nivel nacional como debería ser, hace aún más difícil cumplir dicho requisito. Y si se lograra, basta con que el gobierno aliente la abstención o recurra a la intimidación, para impedir el quórum necesario.

Es importante además remontarse a los antecedentes históricos. En el año 2004, tras la crisis política de 2002, la oposición organizó marchas y paros, entre ellos el paro petrolero de 2002-2003, hasta lograr que Chávez aceptara a regañadientes someterse a un revocatorio. En ese entonces fue posible recoger las firmas con la mediación de la OEA y el Centro Carter. Fue una transacción de Chávez para enfrentar el clima de crispación política que prevalecía desde antes de la crisis de 2002. Pero ¿qué ocurrió?: Chávez ejerció sin pudor toda suerte de presiones para influir sobre la consulta. Los firmantes de la convocatoria fueron discriminados implacablemente por el régimen, convirtiéndolos en ciudadanos de segunda categoría. Hubo despidos masivos de empleados públicos firmantes, tildándolos de “actos de terrorismo”, se impidió a los convocantes a contratar con el Estado, visitar instalaciones oficiales o recibir beneficios del sector público. Fue la tristemente célebre “Lista Tascón”, denominada así por el liderazgo asumido por el diputado Luis Tascón, designado por Chávez para obtener del CNE la lista de firmantes y manipularla ilegalmente. Así, con ventajismo y fraude, Chávez ganó el referéndum con el 59% de los votos, con el aval precipitado e irresponsable del expresidente de EEUU Jimmy Carter, que arrastró también al reconocimiento del Secretario General de la OEA César Gaviria, pese a las irregularidades denunciadas por la oposición.

Más adelante, en 2016, cumplidos los primeros tres años de mandato de Maduro, el 53% de la población expresaba su disposición de firmar para la convocatoria a un referéndum revocatorio presidencial. La oposición se activó en la recolección de firmas, pero un conjunto de tribunales penales estadales las declaró ilegales, con lo cual quedó bloqueado el proceso y se burló una vez más la voluntad popular. Maduro no admitió medirse en revocatorio, en la mitad de su cuestionado primer mandato, pues en 2013 le arrebató el triunfo a Henrique Capriles. En otras palabras, ni Chávez ni Maduro han tenido jamás voluntad sincera ni de diálogo, ni de respeto a la voluntad popular, desconociendo un principio fundacional de la Constitución vigente, según el cual la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo (art. 5); que Venezuela es un Estado democrático y social de derecho y de justicia, cuyos valores superiores son la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la democracia, la responsabilidad social, los derechos humanos, la ética, el pluralismo ideológico (art. 2), el respeto a la dignidad humana, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la prosperidad, el bienestar del pueblo, y la garantía de los derechos consagrados en la Constitución. Todo ello ha sido barrido por un régimen que mutó a un talante totalitario, que lo deslegitima en su esencia, pues no solo en ese, sino en la integralidad de sus principios, ha convertido a la Carta Magna que el mismo régimen promovió en letra muerta, desvirtuándola profundamente.  

Una de las reservas medulares que se discute en ámbitos de la oposición, es que Nicolás Maduro fue elegido en 2018 mediante un proceso electoral viciado de nulidad por haber sido convocado por una Asamblea Nacional Constituyente no convocada por el pueblo, y antes del plazo constitucional establecido y que, por tanto, convocar ahora a un revocatorio de Maduro equivaldría a reconocer su legitimidad y que, más aún, en caso de perderse dichos comicios, el régimen lograría el objetivo que afanosamente persigue, que es lograr su reconocimiento y legitimidad. Hasta el día de hoy la elección de Maduro de 2018 está viciada de nulidad absoluta, al igual que la Asamblea Nacional Constituyente, y así lo han reconocido numerosos países democráticos del mundo, quienes han brindado apoyo al gobierno de transición democrática presidido por Juan Guaidó. Pero yendo más allá de las aprehensiones existentes en círculos de la oposición, las barreras impuestas al reconocimiento a la voluntad popular, y a que la recolección de firmas se haga con garantías, convierten el revocatorio casi en un imposible. El régimen sabe que sería su fin. Y de parte de la oposición, dicha opción exigiría unidad y alineación, como ocurrió hace justo 64 años, el 23 de enero de 1958, cuando fue derrocada la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, para abrir una etapa democrática y de libertad con progreso, como ciertamente el país hoy lo anhela.

Por Rogelio Guevara Cantillo en El Nacional

El empresario residenciado en Bogotá cree que no hay que pensar que el triunfo de la oposición en Barinas marcan el principio del fin del régimen. Al presidente interino le recomienda lograr los tres objetivos de su oferta

Venezuela transita nuevamente por una posible solución política en base a la herramienta de las elecciones. Sergio Garrido, el abanderado por la oposición venezolana, salió victorioso en los comicios a gobernador en la emblemática Barinas, en otros tiempos bastión del poder la familia Chávez y del PSUV. Freddy Superlano del partido Voluntad Popular había ganado previamente el día 21 de noviembre de 2021, pero desde Miraflores, Nicolás Maduro no quiso ceder el poder en Barinas y el Tribunal Supremo de Justicia, liderado por Michael Moreno, ordenó la repetición de los comicios para el día 9 de enero del año corriente.

Con el triunfo de la oposición en Barinas, ¿es esto garantía para deponer a Nicolás Maduro y reconstruir Venezuela en lo político y social por la vía electoral? El empresario Pedro Carmona Estanga, quien vive en Bogotá, y se dedica a actividades académicas en el ámbito de la investigación de la administración, negocios y energía en la Universidad Sergio Arboleda, comparte sus impresiones sobre el tema.

-¿Los resultados en Barinas son un paso importante en materia de la solución política del país? 

-La contundente derrota sufrida por el oficialismo en Barinas, cuna y feudo de la familia Chávez, tiene una indudable significación, por tratarse de una región emblemática para el régimen. A pesar de las maniobras, del desconocimiento del resultado electoral, inhabilitaciones y ventajismo, fueron dos las derrotas, y mucho más amplia la segunda, con el triunfo del candidato opositor Garrido. El excancilller y exvicepresidente Jorge Arreaza salió literalmente con las tablas en la cabeza. Hay lecciones importantes que surgen de este episodio, en especial que, con unidad de propósitos de parte de la oposición, es factible alcanzar logros mayores que con dispersión o el predominio de intereses individuales o grupales. Sin unidad es más difícil salir de la tiranía que oprime a Venezuela. Empero, no hay que pensar que los hechos de Barinas marcan el principio del fin del régimen, el cual seguirá aferrado al poder con todo. De hecho, el régimen ha montado una estructura dura para perpetuarse, mientras el escenario político venezolano se ha enrarecido con factores geopolíticos complejos, determinados por la presencia e injerencia de fuerzas externas como Cuba, Rusia, China, Irán, Turquía, el mundo islámico, la guerrilla colombiana y el crimen organizado. El país se ha convertido en una pieza internacional de gran valor, lo cual hace más compleja la situación nacional y sus perspectivas. De hecho, con las insolentes declaraciones recientes del gobierno ruso, se constata que Venezuela ha devenido en una pieza de la nueva guerra fría.

-¿Qué tienen que hacer los venezolanos para evitar el avance del estado comunal?

-El proyecto de implantación del estado comunal fue siempre una de las obsesiones de Hugo Chávez, hasta el punto de que antes de su muerte le encomendara públicamente dicho proyecto a Maduro, como su legado y prioridad. Aunque el país está totalmente desinstitucionalizado, y las abiertas violaciones a la Constitución que se dio el régimen en 1999 son el pan nuestro de cada día, el tema del estado comunal avanza a pasos lentos pero firmes. Tratar de implantarlo por la fuerza significaría arrojar por la borda la propia Constitución Bolivariana, pues reemplazaría la institucionalidad republicana por una de tipo revolucionario o comunista, en la medida en que barrería con alcaldías, gobernaciones, y hasta con el poder legislativo como se conoce hasta hoy. En pocas palabras, significaría un golpe de Estado que orientado a consolidar el proyecto comunista. Las comunas son una analogía de lo que fueron los soviets en la extinta Unión Soviética, o del esquema cubano, con el agravante de que serían totalmente controladas por el poder ejecutivo. De allí que, no tenga dudas de que ello implicaría un reemplazo de facto de la Constitución de 1999, existiendo, según los artículos 333 y 350 de la Carta Magna vigente, el mandato a los ciudadanos de preservarla.

-¿Cree que los procesos en tribunales exteriores como el de la Corte Penal Internacional (CPI) sería un punto de inflexión futuro para deponer a Nicolás Maduro?

-Sin duda. La reciente decisión del nuevo Fiscal de la CPI Karim Khan de iniciar una investigación formal a Maduro y su gobierno por presuntos delitos de lesa humanidad, no es poca cosa. Es primera vez que ocurre en la región, y la solicitud primigenia nace de petición presentada a la CPI por un grupo de Jefes de Estado, bajo el liderazgo del presidente Iván Duque de Colombia. Los procesos en la CPI son lentos, pero haber dado el paso de la investigación formal supone que existen suficientes evidencias o presunciones de violaciones sistemáticas a los derechos humanos en el país, traducidas en asesinatos, desapariciones extrajudiciales, torturas, inhabilitaciones arbitrarias, etc., todo lo cual ha quedado reforzado por los informes de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michele Bachelet, por una comisión independiente, y por varias ONG que se ocupan de la materia. La espada de Damocles pende pues sobre Maduro; los delitos de lesa humanidad no prescriben, pero pensar en que habrá un resultado de la investigación de la CPI en corto plazo, sería pecar de optimismo. Pero algún día, como ocurrió con algunos de los victimarios en la guerra de los Balcanes, llegará la larga mano de la justicia internacional.

-¿Qué ha hecho positivo y que le recomendaría corregir a Juan Guaidó Márquez? 

-El pueblo venezolano desea por abrumadora mayoría un cambio político, pero no ha sido posible por las astucias del régimen para dividir, intimidar o perseguir a sus detractores, y por el mencionado apoyo internacional al régimen de parte de sus aliados, de la vergonzosa entrega de la cúpula militar a los designios del régimen, del creado paramilitarismo oficialista, amén del pacto con las más oscuras estructuras criminales. La labor de Guaidó ha sido compleja, pese al reconocimiento internacional logrado de parte de numerosos países democráticos del mundo, pero no ha podido llevar a término su lema de cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones limpias. Por ello, su capital político se ha erosionado, aunque sigue siendo reconocido por la Asamblea Nacional legítima, y por países como Estados Unidos y la Unión Europea. El tiempo juega en su contra. No tiene ahora otra opción que lograr los tres objetivos de su oferta, pues no hay que confiar en que las negociaciones de México conduzcan a algo creíble, ya que todos los intentos previos solo han significado oxígeno y tiempo en favor del gobierno. De hecho, resulta insólito que Maduro se haya levantado de la mesa de México, por la extradición del estrecho aliado y delincuente Alex Saab a Estados Unidos, como si una cosa tuviese que ver con otra. Si Guaidó no logra unificar propósitos y estrategias en la oposición, será casi imposible una salida.

-Si las tiranías no salen con votos, ¿qué hacer entonces por los venezolanos?

-Debe persuadirse a la comunidad internacional de que, con criminales, violadores de derechos humanos, pauperizadores y depredadores de un país que merece un mejor destino, no es posible convivir. El derecho a proteger a un pueblo que está siendo exterminado, es un deber del mundo civilizado, contemplado en el ordenamiento jurídico de la ONU, pese a que en el Consejo de Seguridad exista el derecho a veto de Rusia y China. Cabe además el ejercicio de la resistencia civil organizada y no violenta, aceptada por la Constitución, ante los atropellos que día a día comete el régimen sin pudor alguno. De otra parte, un país convertido en una federación de estructuras criminales, que atentan contra la paz continental y mundial, no puede ser visto con indiferencia.

-¿Venezuela sigue siendo una «potencia energética» o por el contrario debería desarrollar otras áreas industriales de cara al futuro?

-El mundo avanza indetenible hacia una transición energética que, a la vuelta de pocas décadas, disminuirá el papel de las energías fósiles, en favor de las energías renovables más limpias. La infraestructura petrolera del país está destruida. De ser un país exportador de petróleo con liderazgo en la OPEP, ha pasado a ser un productor marginal, con apenas unos 600.000 barriles diarios, sin incidencia en los mercados mundiales. PDVSA involucionó de ser de la segunda o tercera potencia energética mundial, a un papel irrelevante. Se dejó de invertir en tecnología y mantenimiento, las refinerías estás canibalizadas, y toda la infraestructura petrolera está en un estado calamitoso. La PDVSA del pasado no es rescatable. Tendrán que venir nuevas formas de asociación con capital privado internacional. El país corre el riesgo de dejar enterradas grandes reservas de hidrocarburos, sin aprovechar coyunturas favorables de precios como la actual, para diversificar su base productiva. Por el contrario, las demás industrias básicas como el acero, aluminio, petroquímica, electricidad, están también en bancarrota. Hay que tener como referente a Arabia Saudita y a los Emiratos Árabes Unidos, que están invirtiendo cuantiosas sumas en la diversificación productiva, mirando inteligentemente hacia el futuro. ¿Volveremos entonces a ser el país pobre del siglo XIX y principios del siglo XX? Es el riesgo que se cierne si no hay un pronto cambio de sistema y de modelo.

-¿Será el referéndum revocatorio una posible salida de Nicolás Maduro este año 2022?

-Las barreras legales para la convocatoria a un referéndum revocatorio son numerosas, y la voluntad del régimen para impedirlo es inmensa. Recuérdese el referéndum revocatorio de Chávez en 2004, que convirtió a los firmantes en ciudadanos de tercera categoría, y estuvo lleno de presiones e irregularidades. O la estrategia de Maduro, con la complicidad de los demás poderes, de ni siquiera permitir la convocatoria de un revocatorio a partir de 2016. La idea suena atractiva, después de la derrota en Barinas, pero si no se logra, el régimen obtendría la carta de legitimidad que busca afanosamente.

-¿Cómo cree que quedará para la historia de Venezuela ante su participación en los hechos del poder para principios de los años 2000?  

-Fue una oportunidad perdida para impedir la dramática tragedia que vive el país, como han sido tantas las oportunidades perdidas a lo largo de estos 23 años de gobiernos totalitarios. La intención, frente a la crisis política de 2002 y la renuncia anunciada de Chávez, no era otra que llamar a elecciones limpias, con garantías y supervisión internacional, para restablecer rápidamente el orden constitucional quebrantado por Chávez, llamando al pueblo, depositario del poder constituyente originario, a decidir el futuro político de la nacióny relegitimar los poderes públicos. Poderosos intereses políticos y militares e internacionales se interpusieron. Entre ellos, Fidel Castro se comunicó directamente con altos oficiales de las FANB, conminándolos a restablecer a Chávez en el poder. Hoy, lo que el país anhela y por lo cual lucha, es lo que en aquel entonces se buscaba: elecciones transparentes y con garantías y respeto a la voluntad popular, la cual es continuamente burlada por el régimen. Me queda la tranquilidad de haber dado un paso adelante, no buscado pues fui llamado para intentar salvar el régimen de libertades, mediante la apertura de un breve período de transición democrática, hasta celebrar en pocos meses los comentados comicios. Venezuela estaría hoy, con los gobiernos que hubiesen sido escogidos por el pueblo, a la vanguardia de América Latina y no en la retaguardia del planeta. Véase cómo pagó el régimen la lealtad y acciones lideradas en aquel entonces por el fallecido general Raúl Isaías Baduel, que en paz descanse, determinantes del retorno de Chávez al poder, y cómo terminó tristemente su vida, según sus familiares, incomunicado y llevado a la muerte por falta de la debida asistencia médica. Así actúan las tiranías, al puro estilo cubano, nicaragüense o bielorruso. Más temprano que tarde, pese a los obstáculos, la voluntad de las grandes mayorías se impondrá, y Venezuela será de nuevo un país libre y soberano.

Escribo esta última reflexión del año 2021 en el día de Navidad, fecha que evoca el nacimiento de Jesús de Nazareth, príncipe del amor y de la paz, valores que es necesario realzar en tiempos en que el mundo parece moverse a contravía. No hay que olvidar que las celebraciones de estos días evocan ese magno acontecimiento espiritual y de unidad de la familia, y que no se trata de una fiesta pagana alentada por el materialismo que trata de arraigarse en el mundo con soterrados fines ideológicos. Jesús promovió entre los hombres la fraternidad universal, abrió caminos de diálogo, dio contenido a la cultura de la vida, de solidaridad en la actividad humana, y afirmó la superioridad del espíritu sobre la materia, de la persona sobre las cosas, y de la ética sobre el relativismo. Fuimos testigos hace pocos días del intento en la Unión Europea de reemplazar el saludo de Feliz Navidad por el de Felices Fiestas, en un continente que ha sido baluarte de la cultura occidental, fuertemente ligada al humanismo y a las raíces judeo-cristianas. En América Latina, ha sido también estrategia de la izquierda, bajo las banderas de un pluralismo que nadie discute, desdibujar los valores espirituales de nuestros pueblos, especialmente en la juventud, pivote de la generación de relevo.

El año termina con una nueva arremetida del virus del COVID 19, que no quiere abandonarnos, ahora bajo la variante Ómicron, en buena parte por la absurda negativa de ciertos segmentos de la población mundial a vacunarse, sea por desinformación o por una absurda defensa de los derechos individuales, siendo que los derechos individuales terminan donde comienzan los derechos colectivos, en este caso el de la salud. Como si fuera poco, el inmenso costo del sistema de salud y de las UCI como consecuencia del virus no es sufragado con recursos que bajan del cielo, sino del bolsillo de todos los contribuyentes. De allí que no se entienda la resistencia de algunos a vacunarse, cuando está demostrado que es precisamente en el segmento de los no vacunados donde se ha enraizado con mayor fuerza esa variante, que es más contagiosa, aunque al parecer menos letal. En ese duro contexto, es justo resaltar los logros del plan nacional de vacunación de Colombia, uno de los más exitosos de la región latinoamericana, gracias a los 65 millones de dosis de vacunas aplicadas con las cuales cerrará el año, y a la exigencia del certificado de vacunación para ingresar a espacios cerrados, como está ocurriendo también en otros países del mundo, donde se han restablecido además limitaciones horarias y de aforos. El lamentable resultado es el de nuevas afectaciones a los servicios de turismo y recreación en el mundo, con efectos sobre transportes, hoteles, restaurantes y la cadena de apoyo, cuando se esperaba que habrían desaparecido hacia finales del presente año.

La pandemia ha afectado además duramente la cadena mundial de suministros con las restricciones del transporte marítimo y la crisis de los contenedores en el mundo, provocando indeseables efectos inflacionarios que, entre otros, bate récord en EE.UU. Pese a todo, en materia de reactivación, las últimas cifras del FMI revelan que la economía mundial crecería en 5,9% en 2021, con 5,2% en las economías avanzadas y 6,4% en los países emergentes. Resaltan EE.UU. con 6%, la zona del Euro 5%, el Reino Unido 6,8% y Canadá 5,7%, en tanto que en el mundo emergente lideran India con 9,5%, China 8%, México 6,2%, Brasil 5,2% y Sudáfrica 5%. Es en este segmento donde brilla Colombia, ya que, según estimaciones oficiales, el PIB cerrará el año con un crecimiento del 9,7%, marcando uno de los mayores del mundo, ello pese al nocivo efecto de los paros y bloqueos de mayo de 2021. Buenas noticias pues para Colombia, que recupera así los niveles de la economía en 2019. Falta que esta tendencia se vea acompañada de una más acelerada reducción del desempleo, desde la cifra decreciente de 11,8% registrada a finales de noviembre de 2021.

En lo político, como hemos comentado en entregas anteriores, el panorama en varios países América Latina no es alentador, y no se orienta hacia un derrotero favorable a la inversión y al desarrollo. Los conocidos casos de Argentina, Perú, Nicaragua, Venezuela y ahora los de Honduras y Chile, así lo revelan. La situación especial de Chile ha sido objeto de innumerables análisis en el curso de los últimos días, tras el triunfo del izquierdista Gabriel Boric en la segunda vuelta sobre el candidato de la derecha José Antonio Kast, por más de 11 puntos. Boric en su alocución inicial trató de transmitir un mensaje de confianza, expresando que será el presidente de todos los chilenos y que defenderá la democracia, pero la experiencia histórica nos revela que uno es el discurso en tiempos de campaña y de triunfo, y otras las realidades posteriores. Así ocurrió con Chávez en campaña y en sus inicios, y bien diferentes distintas sus ejecutorias ulteriores.

El hecho es que los antecedentes de Boric están asociados a la izquierda radical, es inexperto, y desde muchos años está identificado con el Socialismo del Siglo XXI y el régimen venezolano. Así, con un Ejecutivo de tendencia izquierdista, y una Asamblea Constituyente del mismo signo, no se puede esperar algo promisorio para Chile. Merece especial reconocimiento la actitud democrática asumida por el presidente Piñera y por el candidato Kast, no solo al reconocer sin reservas el triunfo de Boric, sino al abrir un proceso de empalme civilizado con el presidente electo. Siempre me pregunto si en un escenario de triunfo de Kast, la postura de la izquierda habría sido similar, remontándonos a la violencia generada en 2019. Al final, la Democracia Cristiana chilena, que respaldó en 1970 la elección de Salvador Allende una vez derrotado en primera vuelta su candidato Radomiro Tomic, es de nuevo protagonista en el triunfo de la izquierda, en otro error histórico en su haber. Ojalá y Boric no signifique la reedición de la negativa experiencia del gobierno de Allende, tan marcada por los grupos radicales que lo respaldaban, y por los dictados de Fidel Castro, quien recordemos, en noviembre-diciembre de 1971 se instaló en Santiago durante 24 días, en reuniones permanentes con Allende y su equipo de gobierno. Y si de algo no hay dudas, es que Boric tiene también coaligados de tendencia comunista o radical, que no cejarán en su empeño en influir en las decisiones del nuevo presidente. Y en cuanto al equilibrio que podría cumplir el Congreso, hay que recordar que, como ocurrió en Venezuela, este podría ser disuelto si así lo determina el texto de la nueva Carta Magna, y si el pueblo lo vota a favor en el referéndum aprobatorio previsto en 2022. No cabe duda pues que el mapa político de América Latina se ha ido tiñendo de rojo, y que el panorama de Brasil y Colombia, países con elecciones presidenciales en 2022 es incierto, con opciones que podrían favorecer a Lula y a Petro, respectivamente. Colombia debe decantar sus numerosas opciones presidenciales a no más de tres o cuatro candidatos en la primera vuelta prevista para el mes de mayo, para que, junto a la izquierda de Petro encarnen las corrientes de centro, de centro-izquierda y de centro-derecha. Algo en dirección contraria sería totalmente insensato. Colombia es un trofeo para la izquierda internacional, como aliado estratégico que es de Estados Unidos, y como pieza geopolítica fundamental para el Foro de Sao Paulo, al cual, como lo sostiene Maduro, le están resultando “a la perfección” las estrategias decididas en sus reuniones de 2019 y 2020. De allí la vehemencia con la cual Maduro, Diosdado y sus aliados han celebrado los recientes triunfos en Honduras y Chile. Todo ello sin olvidar la importancia vital de las elecciones al Congreso previstas en Colombia en marzo de 2022, de las cuales dependerá el control legislativo 2022-2026.

Un Feliz Año Nuevo para mis pacientes lectores, a quienes envío un muy cordial abrazo.


Pedro Carmona Estanga es Doctor en Economía por la Universidad ESEADE, Buenos Aires, Argentina. Profesor Titular en la Universidad Sergio Arboleda, Bogotá. Ex Presidente de Fedecámaras, de Conindustria, de Asoquim, de la Cámara Colombo-Venezolana de Comercio e Integración, del Consejo Empresarial Andino

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