Vía REL
Ante la pregunta de si se puede dejar de ser homosexual y hacerlo al margen de las llamadas terapias de conversión, la respuesta generalizada es un rotundo «no», asumiendo que, como mucho, solo es posible la «represión» de una tendencia que siempre estará ahí. Pero de entre los muchos casos que refutan esta sentencia, el de Tove y Bjørn Refstand es especialmente representativo.
Residentes en Tørboda (Suecia), se encuentran celebrando sus 36 años de un feliz matrimonio. Cuentan a Christian Network Europe que hubo un momento en su vida en que se convirtieron en personas «completamente nuevas», en la que «lo viejo desapareció y todo se volvió nuevo«. Incluidas las prácticas y relaciones homosexuales de ambos e incluso adicciones que conllevarían sórdidas y agresivas «terapias de choque».
Una infancia dura desencadenó problemas de identidad
En el caso de Bjørn, empezó a frecuentar la comunidad gay de Oslo, buscando satisfacer una fuerte soledad y necesidad de compañía que le acompañaba desde la infancia.
Cuando tenía dos años, Bjørn fue internado en un orfanato. «Aquellos años difíciles probablemente me crearon problemas de identidad. Me sentía muy inseguro sobre quién era y en mis relaciones con las mujeres. Crecí en una institución dominada por mujeres y no tuve contacto con mi familia», explica.
Pasaba el tiempo y el sentimiento de miedo hacia la familia no hacía más que aumentar en el sueco: los únicos recuerdos o asociaciones que tenía de la suya eran negativos.
Cuenta que en el sector de la banca en Oslo, donde trabajaba, había muchos homosexuales y no tardó en unirse a las reuniones con la «comunidad» después de cada jornada.
Antros, caos y vacío: «Nunca me sentí feliz»
En 1972 Bjørn estaba en un famoso bar gay, también Tove, a quien aún no conocía.
«Me sentí atraído por ese ambiente y, poco a poco, comencé a aceptarme e identificarme como gay. Nunca podría decir que me sintiera feliz en ese ambiente. Aunque conseguí un novio, siempre sentí que algo no iba bien. Pero eso me ayudó a sobrellevar la soledad. Fue bueno pertenecer a ese ambiente», comenta él.
Pero pronto descubrió que aquel entorno, plagado de intrigas, infidelidades y excesos, no era lo que esperaba y pudo ver «la otra cara de la moneda». Su vida, repleta de «caos y sinsentido«, le llevarían en última instancia a una sobredosis en la Nochevieja de aquel año.
Habiendo tocado fondo, tuvo un encuentro callejero con una comunidad cristiana y lo que escuchó fue «demasiado bueno para ser verdad». Prácticamente de inmediato, Bjørn se convirtió al cristianismo, hace ya algo más de medio siglo, y todo empezó a «encajar» respecto a su identidad.
«Nunca hablé de ello ni recé. Simplemente conocí al Dios resucitado. Experimenté que Dios había limpiado mi vida sin darme cuenta de quién era Él», confiesa.
Destrozada y adicta
La infancia de Tove no fue tan traumática como la de Bjørn. Sí lo fue la muerte de su padre. Ella cayó en una depresión, visitas al psiquiatra y finalmente una aguda adicción a las drogas por las que circularía en instituciones psiquiátricas durante 14 años.
Allí recuerda haber sufrido agresivas terapias con descargas eléctricas, mientras veía como muchos de sus compañeros y pacientes se suicidaban.
«Al cabo de dos años tuve una sobredosis. No porque quisiera morir, sino porque era un grito de socorro. Entonces me encerraron en un pabellón cerrado, en una celda con barrotes y un baño en un rincón. Era como una prisión«, comenta.
Desde la adolescencia recuerda sentirse atraída por sus amigas mientras sus conocidos la animaban a vivir la homosexualidad. No tardó en frecuentar los mismos bares que Bjørn y llegó a convivir con varias chicas, pero su vacío solo se hacía más grande. Con 34 años tenía la vida destrozada, era adicta y carecía por completo de ilusión.
Entonces Tove ingresó en un centro de rehabilitación, pero para su sorpresa, desde el primer día no experimentó síndrome de abstinencia alguno. Tras 15 meses «transformadores» y «abrazada por la oración», encontró un trabajo y una comunidad que la acogió.
«Me convertí en una nueva criatura y adquirí una nueva mente, la mente de Cristo. Comencé a pensar los pensamientos de Dios y a reflexionar en Dios sobre quién soy«, admite.
Dos exgais, casados y felices: «Fue completamente natural»
Pronto conoció en a Bjørn en un grupo de oración. Lo que no esperaba era que él sería el primer hombre del que se enamoraría.
El sentimiento fue recíproco, pero a él le seguía invadiendo el pánico con solo pensar en el matrimonio o la familia.
«En el orfanato solo había visto el lado oscuro de la vida familiar: familias desestructuradas, caracterizadas por el alcohol y la violencia. Pero entonces Dios empezó a sanarme por dentro», explica.
Pasaron siete años hasta que, tras superar aquel antiguo trauma, Bjørn le pidió matrimonio a Tove. Él tenía 39 años y Tove 44, pero casarse tras una vida de militancia en agrupaciones LGBT, casarse fue «completamente natural». Algo que, «desde un punto de vista humano, es imposible de comprender. Muchos pensarán que somos nosotros los que lo hemos logrado. Solo la fuerza sobrenatural de Dios podría darnos la libertad».
En este sentido, cuentan que nadie intentó «convertirlos» o «liberarlos» de la homosexualidad. Todo fue «de una forma natural», provocado por su «nueva vida».
«No se puede explicar, hay que vivirlo. Nos convertimos en criaturas completamente nuevas. Lo viejo desapareció y todo se volvió nuevo«, comentan.
Convencidos de que no están llamados a ser jueces, sino «testigos», han ayudado a muchos otros en su misma situación esperando que su mensaje traiga «esperanza y fe a quien está pasando por momentos difíciles», pero también están convencidos de que los homosexuales «no deberían ser los únicos que tengan derecho a hablar».
En lo LGBT, «parece que siempre sale el sol: no es así»
Hoy, su historia y experiencia en la comunidad gay es un testimonio viviente de que, aunque «da la impresión que [en la comunidad LGBT] siempre sale el sol, no es cierto. Dios ve las lágrimas y la miseria y quiere hablarles del amor sobrenatural que les tiene. Simplemente tienes que aceptar quién eres».
Hoy llaman a no temer las consecuencias de pronunciar un mensaje «políticamente incorrecto»: «A veces es importante sacar a la luz lo que es real y verdadero, y entonces deberíamos asumir las consecuencias. Quienes luchan en el otro bando son muy francos en su convicción de que deben ser comprendidos, aceptados y respetados».
Preguntados por las llamadas «terapias de conversión» -para dejar la homosexualidad- se muestran convencidos de que no son necesarios métodos ni terapias, sino «que Dios entre en nuestras vidas y arregle nuestro caos. Para nosotros, la transformación no fue obra del hombre, fue divina», dice Bjørn Refstad. «Cuando la Palabra de Dios tuvo efecto en nuestras vidas, todo encajó. Recibimos una nueva identidad», concluye su mujer.