Vía LaPatilla
En un momento crítico para Venezuela, donde la lucha por la democracia y los derechos humanos enfrenta desafíos sin precedentes, conversamos con uno de los defensores más destacados de estos valores esenciales a nivel internacional: el Profesor Robert Carmona-Borjas. En el exilio en la ciudad de Washington, DC desde hace 22 años, es reconocido por su compromiso incansable con la promoción de la democracia, la transparencia y el Estado de derecho. El Prof. Carmona-Borjas (@CarmonaBorjas) a lo largo del tiempo ha emergido como una voz clave en la discusión sobre la seguridad nacional, la gobernanza y la integridad institucional en Latinoamérica.
La Patilla: Profesor Carmona-Borjas, en el complejo panorama político venezolano, ¿cómo valora usted el intento del régimen de manipular el proceso electoral a su favor?
En un entorno electoral cada vez más intrincado, el régimen venezolano pretende configurar un proceso electoral a la medida de sus intereses, apoyándose en lo que resta de un madurismo que incluso el «chavismo original» rechaza. Frente a esto, surgen los denominados «alacranes» y otros actores que, sin clasificarse propiamente dentro de este grupo pero funcionando como cohabitantes remunerados, contribuyen a la fragmentación y al intento de desmantelar la candidatura de María Corina Machado. Esta candidatura, lejos de ser una mera aspiración personal, encarna las esperanzas y demandas expresadas contundentemente el pasado 22 de octubre por la ciudadanía venezolana.
María Corina Machado, líder de Vente Venezuela, fue escogida como la candidata de la oposición democrática, un reconocimiento no solo a su liderazgo sino a su rol esencial en la dirección hacia el cambio deseado por la abrumadora mayoría de la oposición venezolana. A pesar de ello, figuras como la de Enrique Capriles Radonski, cuyo crédito político se halla considerablemente mermado por sus fracasos del pasado y por retirarse de las primarias para evitar evidenciar su falta de respaldo popular, persisten en socavar la unidad y la fuerza colectiva que millones de venezolanos, pertenecientes a diversos sectores y regiones del país, han depositado en María Corina, sugiriendo incluso la designación de un sustituto para las próximas elecciones, impuestas de manera arbitraria por el régimen para el 28 de julio.
María Corina ha reafirmado su compromiso de luchar «hasta el final», un posicionamiento que despierta inquietudes en un régimen incapaz aún de comprender la determinación y el alcance de su participación en el proceso electoral con miras a una victoria legítima. Frente a la postura de Capriles, que parece inclinarse por la genuflexión ante las arbitrariedades del régimen, surge la interrogante: ¿por qué Capriles más bien no propone brindar un apoyo incondicional a María Corina y convocar a la ciudadanía a demandar, de forma pacífica, el derecho a elegir libremente a su representante, en lugar de conceder ante las imposiciones de una dictadura que actúa en beneficio a su perpetuidad? ¿No le parece a Capriles que 25 años intentando infructuosamente restaurar la democracia en Venezuela es ya más que suficiente como para darle paso al liderazgo político de una mujer que la oposición escogió para que nos condujera al cambio?
Las palabras y acciones de María Corina Machado distan de ser meras declaraciones sin fundamento; representan, por el contrario, un acto de valentía y un compromiso inquebrantable con el mandato otorgado por el pueblo. Su candidatura no solo simboliza la lucha por una Venezuela libre, sino que ha catalizado un movimiento sin precedentes, obligándola a persistir hasta que el régimen y sus instituciones subyugadas reconozcan la voluntad popular.
La propuesta de un «plan B» o la designación de un sustituto sólo serviría para debilitar la candidatura que representa la aspiración democrática de la inmensa mayoría de la oposición y, según las encuestas, de más del 75% de la población venezolana. Ceder ante tales maniobras equivaldría a una capitulación ante la dictadura, algo completamente inadmisible. Ni María Corina Machado, en virtud del sólido mandato recibido, ni ningún otro actor político poseen la legitimidad para contemplar la figura de un «sustituto».
Apostar por María Corina hasta el final es la única vía viable hacia la restauración de la democracia en Venezuela. Cualquier forma de concesión a las presiones del régimen no es solo un acto de cobardía, sino una traición a los principios fundamentales que deben guiar el liderazgo político de la oposición. La lucha por una Venezuela democrática exige el camino hacia el reencuentro con los valores democráticos y la dignidad nacional.
Este análisis y llamamiento reflejan la urgencia y la profundidad del compromiso democrático necesario para confrontar y superar los desafíos que enfrentamos los venezolanos. La candidatura de María Corina Machado, lejos de ser una simple aspiración política, se ha erigido como un faro de esperanza para millones de venezolanos que ansiamos un cambio genuino y sustantivo en la gobernanza de nuestro país. La solidaridad, la firmeza y la unidad serán fundamentales para asegurar que esta esperanza se materialice en un futuro donde prevalezcan la libertad y la justicia.