Por Roderick Navarro

La comunidad judía comienza a desarrollarse en Venezuela a partir de la llegada de los grupos que huían de las guerras más allá del Atlántico durante el siglo XX. Venezuela fue tan hospitalaria que muchas familias se arraigaron con un profundo sentido patriótico, cultivando una identidad propia que la hace inseparable del Ser venezolano.

Recordemos que en 1947 Venezuela fue uno de los países que votó a favor de la resolución 181 de la ONU que abrió el camino para la creación del futuro Estado de Israel. En 1948 el entonces canciller Andrés Eloy Blanco reconoce al Estado de Israel y su gobierno provisional, mediante un radiograma enviado al Secretario de Relaciones Exteriores judío, Moshe Shertok. A partir de allí comienza una amistad entre los países, reflejándose en el apoyo de Venezuela al año siguiente para la incorporación del Estado de Israel en la ONU. Moshe Avidan fue el primer embajador de Israel en Venezuela, presentando sus credenciales el 28 de agosto de 1958.

Pero en 1998 Hugo Chávez gana las elecciones y con la llegada de la revolución bolivariana comienza una época de antisemitismo como nunca antes se había vivido en el país.

El chavismo, siendo un agente títere del proyecto multipolar contra los EE. UU. y Occidente, ha colocado a Venezuela en una posición de peón insignificante, rebajando la grandeza del país a un territorio estratégico que sirve a intereses ajenos a los nacionales. Para lograrlo, llevaron adelante un proceso de subversión ideológica dirigido por la inteligencia cubana, que como una vez le confesó el ex ministro Jorge Giordani al ex presidente de PDVSA Guaicaipuro Lameda, este proceso llevaría al menos 3 décadas.

Para los enemigos de los EE. UU. es preferible una Venezuela corrompida y enemiga de los norteamericanos, que una Venezuela fuerte y amiga de ellos. Esta Venezuela revolucionaria controlada por la mafia chavista es perfecta para debilitar al principal enemigo del proyecto antioccidental. De allí que era necesario que esa revolución fuese un agente subversivo en la América del Sur.

En este sentido el chavismo es enemigo de Israel.

Vale recordar que en 2009 Venezuela rompe relaciones con el Estado judío y en 2010 ocurre aquella famosa rueda de prensa de Chávez maldiciendo al pueblo de Israel. Todo esto hizo que se desataran ataques a las sinagogas y a los judíos en el país, lo que trajo luego como consecuencia un éxodo de esta comunidad hacia Israel y otros países.

El terrorismo islámico es un componente importante en el conflicto contra Occidente, que tiene asediada a Europa y que ha construido una presencia importante en Suramérica con la ayuda principal del chavismo y en menor termino por grupos de izquierda asociados al Foro de São Paulo. El Estado de Israel como un país libre con un gobierno democrático es el contraste más fuerte que hay en el Medio Oriente contra el extremismo islámico que tiene una forma de vida radicalmente diferente a la occidental. Los extremistas islámicos tienen el propósito de eliminar a los infieles y con ello destruir cualquier rasgo de la cultura y tradición judeo-cristiana. Este propósito destructivo, especialmente iraní, es lo que el ideólogo Aleksandr Duguin encuentra atractivo para explotarlo e incorporarlo al discurso de la multipolaridad, que es la agenda global que la Rusia de Putin comparte circunstancialmente con la China comunista de Xi Jinping en nuestra época.

La izquierda mundial promueve la propaganda de que los palestinos son los oprimidos. Por lo tanto, grupos como Hamas y Hezbollah, así como el régimen de Irán, son los actores revolucionarios que abanderan la justicia social contra el enemigo “judío-opresor”. Millones de dólares son inyectados a través de ONGs y programas como UNRWA para fortalecer a los grupos extremistas en los territorios fronterizos con Israel para desestabilizar al país, como bien lo ha documentado durante años el Center for Near East Policy Research LTD.

Este final de semana Hamas emprendió una masacre por el sur de Israel, en la que a la hora que escribo este artículo la cifra ya pasa de 300 judíos asesinados. En las redes sociales rondan las fotos de ancianos y niños masacrados, así como de los grupos terroristas derribando las puertas de los hogares judíos para asesinar a las familias que allí se encuentren. Se hizo viral el video en el que los extremistas exponen el cuerpo desnudo de una mujer judía, asesinada por ellos, paseándola por las calles de Gaza celebrando su muerte.

Ante todos estos acontecimientos, veremos al chavismo apoyando a Hamas y sus acciones, así como también veremos el apoyo a la agenda iraní de lanzar una bomba atómica contra los judíos y lograr su más preciado objetivo: la destrucción del Estado de Israel en el siglo XXI. Ninguna dictadura o gobierno constitucional en los más de 200 años de historia de Venezuela, jamás, había promovido un genocidio tan atroz en la tierra.

¿Para los judíos no sería mejor una Venezuela fuerte, libre de los extremistas islámicos y como protagonista del desmantelamiento de estas redes terroristas en la América del Sur? ¿No sería mejor una Venezuela aliada de los EE. UU. que con su diplomacia sea un actor influyente en Occidente en defensa del Estado de Israel? La naturaleza de la relación Venezuela-Israel es esencialmente preservar la existencia de sus pueblos hermanos que comparten identidad y cultura. Lo que promueve el chavismo es artificial y ajeno al Ser venezolano.