Por Pedro Carmona Estanga
La invasión rusa a Ucrania continúa implacable. Ucrania ha sido destruida por el poderío militar ruso. La toma de la región del Donbás es un hecho, así como la consolidación del corredor que une la península de Crimea con el este, un objetivo estratégico para Rusia, que luce difícil revertir. Los estragos sobre los centros urbanos y la población civil no cesan. El último episodio de ataque a un centro comercial en Kiev demuestra que no hay límites en las órdenes de Putin a las fuerzas imperiales rusas. Las noticias dan cuenta ahora del accionar de la organización mercenaria paramilitar rusa denominada el grupo Wagner, que actúa no solo en el este de Ucrania, sino en varios países del mundo, entre ellos en Siria, África y hasta en nuestra región, organización que es uno de los secretos más guardados por el régimen ruso.
Si Putin imaginaba que la toma a Ucrania iba a ser rápida y sin consecuencias, le faltaron elementos de juicio. No solo por la guerra económica con que ha respondido Occidente, de un altísimo costo económico, político y social para Rusia, tanto por el aislamiento de que ha sido objeto, como por el peso de las sanciones, que es descomunal, llevando al país por primera vez desde 1918, a un “default” en el cumplimiento del pago de la deuda externa por el orden de US$ 100 millones, alegando que parte de sus fondos se encuentran congelados en la banca internacional.
En el plano geopolítico, destacan varios hechos recientes de enorme importancia, con un efecto inverso al que Putin esperaba. De una parte, la Unión Europea aceptó a Ucrania y Moldavia, países vecinos de Rusia, como candidatos a miembros de la Unión, decisión de una relevante significación geopolítica, recordando que por menos se originó la revolución del Maidán en 2014 en Ucrania. Este paso no supone la membresía inmediata, pues mediarán largas negociaciones hasta llegar a ser miembros plenos, ya que la UE exige el cumplimiento de ciertos estándares y la adaptación al derecho comunitario. Por más interés que haya en acelerar el proceso, la referencia es el tiempo que ha tomado la adhesión de Serbia, Macedonia del Norte, Montenegro y Albania.
De otra parte, la noticia más importante que proviene de la cumbre de la OTAN en Madrid es el levantamiento de las objeciones de Turquía a la incorporación de Finlandia y Suecia como miembros de dicha organización, lo cual ocurrirá en forma rápida, fortaleciendo a la OTAN con 32 miembros, y dejando atrás la tradicional política de neutralidad de esos dos países. Resulta evidente que la invasión rusa a Ucrania despertó una seria alerta sobre los riesgos de seguridad que confrontan ambos países, y por esa razón sus gobiernos y parlamentos dieron un trámite “express” a la solicitud de membresía a la organización, y de igual forma procedió la OTAN, una vez que Turquía anuló la amenaza de veto. En efecto, en el marco de la cumbre, y tras intensas negociaciones, las tres partes: Finlandia, Suecia y Turquía, con la mediación del Secretario General de la OTAN Stoltenberg, convinieron en que los tres países brindarán pleno apoyo contra las amenazas a la seguridad de los demás, lo cual implica en términos claros, que Finlandia y Suecia se comprometen perseguir en su territorio a los miembros del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), considerado un partido terrorista tanto en Turquía como en la Unión Europea.
Es también importante destacar que, en la reunión de la OTAN en Madrid, los países miembros decidieron aumentar la fuerza de respuesta rápida de la Alianza en más de 300.000 hombres para caso de conflictos, multiplicando por ocho su capacidad actúa de 40.000 hombres, y que el presidente de EEUU Joe Biden, anunció que su país reforzará el contingente de la OTAN en varios lugares estratégicos en Europa, en particular en las fronteras orientales, en Italia y España. Otro indudable “boomerang” contra Putin. Y Rusia y China fueron colocados bajo alerta.
En otro orden de ideas, son indudables los efectos económicos del conflicto Rusia-Ucrania sobre el mundo, aspecto analizado en alguna de las anteriores entregas, principalmente en lo que respecta a la crisis energética, a la escasez de cereales y fertilizantes en el mercado global, causantes del repunte de la inflación, y a un agravamiento de los problemas logísticos del transporte internacional y las cadenas de suministro, que ya se encontraban afectadas por la pandemia y el cierre de puertos chinos. Las sanciones aplicadas por la Unión Europea a Rusia han implicado la suspensión de la importación de petróleo de ese país por vía marítima, con excepción de las que se realizan por oleoductos a Hungría, Chequia y Eslovaquia. Así mismo, la exigencia de Rusia de pago en rublos de sus exportaciones de gas a la Unión Europea, no aceptada por varios países, llevó a la suspensión de los envíos de dicho hidrocarburo a Holanda, Dinamarca, Finlandia, Bulgaria y Polonia, afectando la seguridad energética de esos países y provocando aumentos significativos en las tarifas eléctricas en toda Europa. Tangencialmente hay que señalar que la reciente crisis de España con Argelia, por la posición asumida por ese país ante el tema del Sahara Occidental, si bien no significa una interrupción de los contratos de gas existentes, de los cuales depende en gran medida España, provocó la decisión unilateral de Argelia de dejar sin vigencia el Tratado de Amistad existente entre los dos países, colocando una alerta naranja sobre el futuro de la seguridad de suministros.
Es sabido además que en puertos ucranianos están bloqueados cerca de 30 millones de TM de cereales por el bloqueo ruso, lo cual está provocando escasez y encarecimientos alimenticios en el mundo, que según los organismos internacionales especializados podría llevar a hambrunas, especialmente en África, y a aumentos de precios en los diversos tipos de ganadería a nivel global. A manera de ejemplo, Estados Unidos está registrando la mayor inflación histórica en 40 años, a un nivel de 8,3%, obligando al Banco Central (Federal Reserve) a aumentar apreciablemente las tasas de interés para tratar de contenerla, lo cual podría conducir a una posible recesión, que sería nociva para el planeta. Solo entre febrero y marzo del presente año, según la FAO, los productos alimentarios comercializados a nivel mundial registraron un aumento del 12,6%, el nivel más alto desde 1990, en tanto que el índice de precios de los cereales subió aún más, en un 17,9%, en gran parte debido a las interrupciones de las exportaciones de Ucrania, uno de los mayores exportadores de trigo del mundo. En la zona del euro la inflación en mayo fue del 8,1%, otro máximo histórico, arrastrado por los precios de la energía y de los alimentos. América Latina no se ha quedado atrás en tan compleja coyuntura, pues según la CEPAL, la inflación regional se ubicó en abril último en 8,1%, con una previsión de desaceleración promedio del crecimiento del PIB a alrededor de tan solo 1,8% para este año, con todas las consecuencias colaterales sobre la pobreza y el desempleo.
En suma, importantes acontecimientos están en desarrollo, con claros reveses no militares pero geopolíticos y económicos para Rusia, y la devastación de Ucrania, que implicará en el futuro el diseño del equivalente a un Plan Marshall para su recuperación. Y lo más actual, la crisis económica en ciernes, que ojalá no lleve a EEUU a una perniciosa recesión, que contagiaría gravemente a la economía mundial. El planeta ha vivido una secuencia de crisis desde la financiera de 2008-2009, luego la de la pandemia desde 2020, y ahora la derivada de los efectos del conflicto Rusia-Ucrania, del cual ha aflorado, eso sí, una nueva realidad geopolítica, al menos desde la óptica de Occidente.