Vía 14ymedio
Con tantas opciones para emigrar, la gente ya no quiere luchar por el cambio interno, lamenta el sacerdote Alberto Reyes
De visita en Madrid, el sacerdote católico camagüeyano Alberto Reyes habla de Cuba como una isla fuera del tiempo. «Allí no hay presente ni futuro», resume, sino el letargo de la continuidad. El síntoma más evidente: la reelección de Miguel Díaz-Canel, una apuesta definitiva por el estancamiento y los discursos anticuados, mientras se trama el lugar del país en el juego de sus aliados –Rusia, Venezuela, Nicaragua, México– con una posición cada vez más turbia.
La vida real, sin embargo, va por otra parte: represión, miedo, desabastecimiento y muchas razones para emigrar, enumera Reyes, una de las voces más críticas del régimen dentro de la Iglesia católica, en conversación con 14ymedio. «Ha ganado terreno el ambiente represivo, no sólo los actos. Cada vez hay más personas citadas por la Seguridad del Estado y muchas actas de advertencia. Cualquier manifestación contra el Gobierno es rápidamente controlada. La gente tiene mucho miedo», asegura.
El estado general, explica el sacerdote, es de «indefensión aprendida», lo cual significa que, tras las protestas del 11 de julio de 2021, los cubanos han sido «inoculados» con la noción de que no hay nada más que hacer. Un año después de las protestas, preguntado por este diario, Reyes, había ofrecido su diagnóstico: «Somos un pueblo cansado y desgastado, al cual se le va la vida en la lucha por la supervivencia; somos un pueblo que ha aprendido a defenderse como puede y que sale a desfilar y aplaude con energía mientras prepara su emigración definitiva del país».
La situación no ha cambiado sino para peor, porque ahora la emoción predominante, dice, es la desesperanza y el anhelo de escapar. «Como ahora se han abierto tantas posibilidades de emigrar –pienso en Nicaragua, en el patrocinio de EE UU, en la posibilidad de hacerse ciudadano español, además de las salidas ilegales en barco, que siguen existiendo– el foco está puesto el extranjero». El pensamiento es casi unánime: «¿Para qué me voy a marcar si tengo la posibilidad de irme y salir de esta pesadilla?».
El miedo generalizado frena el levantamiento que muchos están esperando. Hay, expone Reyes, protestas privadas y comentarios, además de pequeñas manifestaciones contra el régimen en toda la Isla, pero una protesta masiva como la del 11J es muy difícil que se dé. «Además, hay una falta de liderazgo opositor», observa, «¿Quién coordinará una manifestación? ¿Quién canaliza la energía de la gente? ¿Quién levanta la voz? Yo no descarto que ocurra un levantamiento. De hecho, me parece que es muy probable que ocurra, pero hay muchos factores en contra».
En cuanto al exilio, el sacerdote celebra que haya mucha gente trabajando con seriedad por el futuro de Cuba. Sin embargo, opina, «el cambio tiene que venir de dentro». «El exilio puede apoyar, ayudar, pero no es tan sencillo. Se hace lo que se puede, con honestidad», afirma.
La Iglesia católica de la Isla, por otra parte, tiene sus propios límites. La reciente visita del cardenal Beniamino Stella, quien pidió «una amnistía o alguna forma de clemencia» para los presos políticos de la Isla, no parece haber calado hondo en el régimen, que ha seguido dictando severas condenas para los que participaron en el 11J. La Conferencia Episcopal de la Isla continúa, en apariencia, la misma estrategia de no confrontación.
Sin embargo, Reyes es tajante: a pesar de su impacto social y las obras de caridad, «la Iglesia católica no es una organización benéfica ni un partido político», afirma. Tiene una misión esencialmente religiosa, aunque no ha descuidado por un minuto el acompañamiento a las familias de los presos políticos y la creación de iniciativas sociales para aliviar la miseria del pueblo. La otra parte, lamenta, la oración y la cercanía con la gente todos los días, «no suele salir en las noticias».
«En cuanto al ámbito político y social, intentamos, desde nuestra posición, acompañar a la gente en su desesperanza. Tratamos también de iluminar las conciencias y ayudar a la gente a pensar. Si un sacerdote escribe un artículo o invita a reflexionar, yo me alegro y lo comparto», dice. Reyes, al igual que otros curas y religiosas de la Isla como José Castor o Nadieska Almeida, ha denunciado los atropellos del régimen en los últimos años.
Como no se prevé una apertura del país a una nueva era, el problema más urgente es la estampida de los jóvenes. «Yo los entiendo», asegura. «Quieren irse, vivir, aprovechar la única vida que tienen. En cuanto pueden, se van. ¿Resultado?: Somos el país más envejecido de toda la región».
Mientras, el Gobierno de Díaz-Canel, quien ratificó en sus puestos a casi todos los miembros de su gabinete, se acerca cada día más a potencias como Rusia –cuya invasión a Ucrania ha mirado con buenos ojos– o aliados locales como México y Nicaragua. A la gente, opina Reyes, no le importa mucho la diplomacia del régimen. «Hay cosas más importantes a las que tienen que mirar, como conseguir el pan de cada día», expone.
No obstante, el trasiego de cancilleres y políticos extranjeros en La Habana, felicitando a Díaz-Canel como artífice de la continuidad del régimen de Fidel y Raúl Castro, no deja de resultar desalentador: «Si siguen apuntalando el sistema con ayudas económicas, durará mil años, y eso nos trae a la conclusión que todos sacan: lo más sensato es escapar».