Por Alberto Navas

Estamos en espera de mejores y más complejas propuestas para la humanidad y su futuro, la única certeza que tenemos es que el ecologismo estará inevitablemente presente en cualquier nuevo proyecto sociopolítico y cultural para un futuro.

La matriz de la ilustración generó una descendencia política tanto en lo que hemos conocido como el liberalismo, desde el siglo XIX, junto a su hermano “siamés” encarnado en lo que identificamos como el Socialismo. Ambas corrientes poseen una gran variedad de tendencias internas, determinadas no solamente por su composición ideológica, sino también condicionadas por el contexto histórico correspondiente a cada proyecto de realización de ambos sistemas de ideas y acciones políticas. Igualmente, ambas tendencias han estado montadas siempre sobre una metafísica basada en la Fe en la idea del progreso ilimitado de la humanidad (lo cual hoy está puesto en duda muy profunda), y, por un lado, el capitalismo liberal o neoliberal aspira vanamente alcanzar un tope histórico futuro hacia la sociedad de alto consumo en masa, que nunca llegará. Mientras que todo socialismo sobre vive bajo la utopía de alcanzar la sociedad “comunista” después del fin de la Historia, un sueño basado en los vapores de lo imposible, como lo diría Andrés Eloy Blanco.

Dicho fracaso del socialismo se basa en la ignorancia política e histórica de sus actores y partidarios sobre la naturaleza estructural de los procesos históricos, creyendo que la acción política y la voluntad por sí solas pueden superar las barreras temporales y estructurales de la Historia. Ignorando inclusive el propio pensamiento de Marx, quien dejó muy clara la idea de que el socialismo solo podía ser construido en sociedades avanzadas en sus fuerzas productivas y medios de producción y, por lo tanto, nunca en escenarios atrasados como Rusia, China, Cuba, etc. Plasmado está en su “Crítica al Programa de Gotha”, donde señalaba que el socialismo en sociedades sin esa capacidad productiva moderna estaba condenado a distribuir la pobreza y, en ningún caso, la riqueza necesaria para con esa “felicidad” que ofrecían para con las masas desamparadas generadas por el capitalismo industrial de aquel siglo XIX.

El autoritarismo totalitario militarista se impuso en aquellas sociedades que intentaron forzar la historia hacia un socialismo inalcanzable, los proyectos de Stalin, Mao y Fidel Castro, montados sobre millones de víctimas, se convirtieron en una paranoia institucionalizada de la “Revolución” como lo señaló Sartre en los años de 1970. Todos estos planes terminaron en un rudo viraje hacia un capitalismo mixto que asocia hoy a aquellos estados con los intereses privados de una oligarquía interna cívico-militar que controla los negocios internos y externos. China, al menos, ha tenido un gran éxito en este modelo de “Marxismo Liberal”, concepto que escuche por primera vez a nuestro amigo sinólogo Miguel del Pozo en la Escuela de Historia de la UCV.

Sin embargo, aún tenemos políticos que no comprenden que biológicamente no se puede pasar de la infancia a la vejez, al menos que se padezca de la terrible patología de la Progeria (síndrome de Werner), pues, de manera parecida, el socialismo ha sido una especie de enfermedad del capitalismo liberal, como también en buena medida lo han sido el fascismo y el nacionalsocialismo en diferentes contextos históricos. Estamos en espera de mejores y más complejas propuestas para la humanidad y su futuro, la única certeza que tenemos es que el ecologismo estará inevitablemente presente en cualquier nuevo proyecto sociopolítico y cultural para un futuro en el que más que al progreso deberá estar atado al concepto de supervivencia.

En un poco conocido ensayo, Oscar Wilde, en 1891, titulado “El alma del Hombre bajo el socialismo”(1) explica mucho mejor que nosotros, con una visión profética lo que sería la tiranía del socialismo autoritario en el siglo XX:

“Es, pues, evidente que ningún socialismo despótico podrá servirnos. Pues, mientras bajo el actual sistema son muchos los que pueden llevar una vida de relativa libertad, expresión y felicidad, bajo un sistema industrial cuartelario, o un sistema de tiranía económica, nadie en absoluto podría disfrutar de una libertad parecida. Es muy de lamentar, indiscutiblemente, que una parte de nuestra comunidad se halle de hecho en esclavitud, pero pretender resolver el problema esclavizando también al resto de la comunidad es pueril.”

Y eso que Oscar Wilde era un simpatizante del Socialismo, el que lea entienda.

1/ Oscar Wilde, Obras selectas, Buenos Aires, Editorial Ateneo, 1959, p.1127.


Alberto Navas es Cronista Oficial de la Universidad Central de Venezuela