El kilogramo es la única medida del Sistema Métrico Decimal cuyo modelo sigue dependiendo de un objeto físico: Le Grand K, o el famoso cilindro guardado bajo llave (3 para ser más exactos y repartidas entre 3 personas diferentes) en la Oficina Internacional de Pesas y Medidas (BIPM) en Sèvres, cerca de París, Francia. Aunque por poco tiempo.
El cilindro que sirve de modelo fue construido en 1880 y con el paso del tiempo se han detectado variaciones en su peso producto del deterioro, unos 50 microgramos menos hasta 2013 y en ese mismo año, todo lo contrario. Por eso el SI (Sistema Internacional de Unidades) lleva años buscando un modelo nuevo no físico y más fiable.
La solución parece estar en una esfera perfecta de cristal de silicio que contendrá un número exacto de átomos. La intención es definir la unidad del kilogramo a partir del número exacto de átomos que contenga un elemento específico partiendo de la información que la esfera desprenda. Todo esto forma parte del llamado Proyecto Avogadro que es una colaboración entre diferentes laboratorios en Alemania, Italia, Bélgica, Japón, Rusia, Australia y Estados Unidos.
Solamente el material con el que está hecha esta bola supera el millón de euros y es el objeto más redondo jamás construido. La redondez tan perfecta se consigue gracias a que la esfera está compuesta por un isótopo concreto de Silicio que permite contar con exactitud sus átomos. En proporción, si la Tierra fuera así de redonda el Everest tendría cuatro metros de altura.
Desde el 20 de mayo de 2019 la nueva definición del kilogramo no depende de ningún objeto físico como el «Gran K», sino de la constante de Planck (h), un valor fundamental de la física cuántica.