Cada poco tiempo nos despertamos con la noticia de que han apuñalado a una persona en éste o en aquel país de la vieja Europa. Cada cierto tiempo se quema una iglesia. A diario nuestras calles se ven invadidas por inmigrantes ilegales que no respetan ni las leyes del decoro, defecando o masturbándose en público. No lo digo yo, busquen en las RRSS y lo comprobarán. El espacio público se ha ido cediendo, al igual que el cumplimiento de las leyes, a esos colectivos que nos amenazan con colonizar nuestros países, subvirtiendo nuestra cultura secular, nuestra religión, nuestra manera de ser. Esgrimen machetes ante la falta de argumentos. La policía teme enfrentarse a ellos porque saben que les puede caer un paquete simplemente por detenerlos.
Por: Miquel Giménez – La Gaceta de la Iberosfera
¿Cómo hemos llegado a este punto? Muy simple, porque los dirigentes europeos, singularmente los de izquierdas, han querido cerrar los ojos ante lo que hace décadas consistía el mayor problema del continente. Recuerdo algunos viajes a la Alemania de los noventa y el problema con la inmigración turca ya era un hecho gravísimo; en Francia pasaba tres cuartas partes de lo mismo con las banlieues y, de hecho, si Sarkozy ganó las elecciones fue por su coraje al atreverse a meterse en una de ellas, porque ni la policía osaba hacerlo; en Bruselas había barrios donde tampoco podías entrar y lo mismo regía para Londres, Liverpool, Hamburgo y muchas otras capitales. Al desaparecer la ley por un malentendido complejo de culpables, los políticos occidentales se inhibieron de hacer cumplir la ley y la democracia dejó de existir a partir de ese momento porque no puede haberla si se consagra la desigualdad por parte del poder. Por eso ahora el concepto democracia vale tan poco en esta Europa que agoniza ante la reacción, lenta pero válida, del europeo medio que cada vez otorga más su confianza a políticas serias en el terreno de esa invasión a la que nos vemos sometidos.
La política de casta, tradicional y cobarde, ha empezado a dar también un viraje. Pero jamás el culpable puede reparar el delito. Por eso Meloni es presidenta en Italia, Viktor Orbán lo es en Hungría, en Francia ha sido preciso que todo el establishment se conjure para que Marine Le Pen no llegase a gobernar y en Alemania AfD está subiendo como la espuma. Es ese nuevo fantasma, el del «o reaccionamos o se nos comen por los pies» que recorre Europa porque se basa no en melindres multiculturales sino en realidades crudas e inaceptables. Y será cada vez más rápido el éxito de estas formaciones patrióticas, porque la amenaza vive entre nosotros y no se corta un pelo. ¿Por qué no reacciona la izquierda? ¿Por qué no lo hace tampoco la derecha tradicional? ¿Por qué ambas coinciden en criminalizar a los partidos que plantan cara al problema? Son preguntas legítimas que mucho me temo no nos van a responder. Los responsables de acabar con esto somos nosotros con nuestros votos. Aquí. Ahora. En legítima defensa.