El agua es el disolvente universal y uno de los elementos fundamentales y responsables de la aparición de la vida en la Tierra. Forma parte de casi todo lo que nos rodea, incluidas nuestras propias células. Pero, ¿y si te dijera que hay gente que tiene alergia al agua?
Una alergia rara
Aunque pueda parecer imposible, existe un tipo de alergia conocida como urticaria crónica inducible por el agua. Su nombre técnico es urticaria acuagénica, y se considera como una enfermedad rara, ya que afecta a menos de 1 persona por cada 2000. Los síntomas de esta alergia son los típicos de cualquier urticaria: ronchas en la piel, picor, hinchazón y enrojecimiento. A veces viene acompañado la aparición de ampollas de tamaño variable (entre 1-3 milímetros). Los síntomas aparecen entre 20 y 30 minutos al entrar en contacto con el agua y desaparecen a la hora. Esta reacción ocurre con cualquier tipo de agua: del grifo, salada, de ríos… Y a cualquier temperatura.
Los síntomas están localizados en unas áreas concretas de la piel, que suelen ser el tronco y los brazos. Sin embargo, algunos pacientes pueden presentar una predisposición por una zona en concreto. Este tipo de urticaria es tremendamente incómoda para quienes la sufren y supone un gran deterioro en su calidad de vida, ya que algunos deben reducir las veces que se duchan a la semana o incluso cambiarse de ciudad o país si viven en un clima con mucha humedad en el aire.
Incluso aunque presenten unos síntomas leves, estas personas no pueden realizar actividades que consideramos tan normales como nadar en el mar, en la piscina o tomarse un simple baño.
¿Cuál es su causa y cómo se trata?
La urticaria acuagénica entra dentro de una categoría de urticarias causadas por estímulos físicos. En esta categoría también encontramos la urticaria por vibración o presión, aunque son estímulos diferentes, se consideran que todas pueden presentar un mecanismo similar. Sin embargo, la causa exacta de la reacción al agua se desconoce a día de hoy.
Los urticariólogos expertos en esta urticaria siguen investigando el mecanismo de acción para dar con tratamientos efectivos, pero todavía tienen más preguntas que respuestas.
En muchos de estos pacientes, beber agua no supone ningún problema ni causa reacción alguna, por lo que parece indicar que el problema se debe tratar de algo localizado en la piel. En otros tipos de alergias o enfermedades de la piel, pueden aparecer síntomas gastrointestinales, pero no suele ser el caso de la urticaria al agua.
El diagnóstico de esta enfermedad se suele realizar con base en la historia clínica del paciente, ya que una vez que aparece, se repite cada vez que entre en contacto con el agua. En caso de dudas, existe una prueba diagnóstica conocida como provocación con agua, donde el paciente puede sumergir una parte o la totalidad de su cuerpo en agua.
El tratamiento depende del grado de gravedad que presenten los síntomas y de cómo afecten estos al paciente en su día a día. Algunas personas pueden mantener la enfermedad bajo control si reducen el número de duchas durante la semana, evitan lugares húmedos y no se bañan en lagos, piscinas o el mar. Sin embargo, a veces es necesario añadir un tratamiento para prevenir o minimizar la aparición de ampollas. El tratamiento estándar para esta enfermedad es similar al de otras urticarias y alergias: antihistamínicos. Se podrán tomar de manera oral acorde a lo que necesite el paciente para controlar los síntomas y llevar una vida normal en su día a día. Sin embargo, no todos los pacientes mejoran con este tratamiento y aunque lo hagan, supondría tener este tratamiento de por vida mientras continúen los síntomas.
Por este motivo, hay en marcha varios estudios que intentan encontrar tratamientos alternativos o complementarios para esta y otras urticarias. Uno de los candidatos más prometedores es xolair, un compuesto que se encarga de secuestrar los anticuerpos IgE de la sangre y que se usa en otros tipos de alergias.
Aunque la causa de la urticaria acuagénica no está clara, este tratamiento resulta efectivo en algunos pacientes que la sufren, lo que apoyaría la hipótesis de que se trata de una alergia clásica. En estos pacientes, los anticuerpos detectan el agua y la reconocen como un peligro para el organismo, al igual que ocurre en la alergia al polen.
Incluso si este fuera uno de los posibles mecanismos, seguimos con la duda de qué le lleva al organismo a detectar como peligroso una de los elementos fundamentales de la vida.