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«Que ningún padre envíe fotos de sus hijos en la playa, no las suban a redes», pide la Policía española

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Vía REL

A menudo los padres envían a sus contactos o publican en redes sociales fotos de sus hijos con poca ropa en la playa.

«¡Por favor, no lo hagan, ni en Facebook ni en ningún otro lugar!», insiste Daniel Huerta, subinspector de la sección de Protección del Menor de la Unidad Central de Ciberdelincuencia de la Policía Nacional en España.

Esas fotos en redes sociales pueden ser usadas luego en redes de pederastas y llamar la atención de éstos sobre los niños.

«Es un gancho perfecto para que los pederastas conversen (chantajeen, coaccionen y ofrezcan recompensas lúdicas) con sus hijos», explican policías en un extenso reportaje en el periódico ABC sobre los peligros de la pederastia y su influencia en Internet.

«Tenemos muchos casos de jóvenes de 14 años que distribuyen ellos mismos contenido de porno infantil que encuentran en páginas en las que se meten mientras sus padres piensan que están entretenidos; o que inician juegos online que acaban con un vídeo suyo o la difusión de una imagen que, sin quererlo, acaba en manos de miles de personas…», avisan en Protección del Menor.

La agente Beatriz Hermosilla constata: «No estamos preparados para lo que viene. Avanza la tecnología y a la sociedad no le está dando tiempo a asimilarla. El mejor ejemplo son los padres: dan aparatos a sus hijos que exigen un nivel de madurez que no tienen. Habría que respetar las edades legales para el uso de las redes sociales, que son de 16 años o 18 según los casos, y no dejar que ningún chaval las usara antes. Vivimos esclavos del móvil. Es un auténtico problema social. Y esto no lo puede solucionar la Policía».

En 2017 se registraron 81.300 delitos cibernéticos, según el Ministerio del Interior, un 22% más que el año anterior. De ellos 1.312 fueron delitos sexuales; 60.511 de fraude informático y 11.270 coacciones online.

Daniel Huerta, uno de los principales cazadores policiales de pederastas y abusadores, tiene una hija de 3 años. Comenta que lo primero que hizo al llegar a la guardería fue «regañarles» por geolocalizar una foto con la que cualquiera puede saber dónde está su niña en cada momento.

También pidió el certificado de delitos sexuales de todos cuantos trabajan en una granja donde su pequeña acude a realizar actividades extraescolares. «¡Es la primera vez que nos lo solicitan!», espetaron en el centro. Daniel cree que debería ser una petición de los padres mucho más común.

Hoy los pedófilos se organizan en redes, orgullosos de serlo

Los pedófilos de hoy son distintos a los de hace 20 años. Antes se escondían y vivían su vicio en soledad, conscientes de que su atracción sexual por menores estaba mal. Hoy crean comunidades a través de Internet, se apoyan y reafirman unos a otros.

«El pedófilo es muy oportunista; no hay pedófilos muy evidentes, muy obvios, pero son conscientes de su situación. Y ya no tienen sentimiento de culpa«, explica Huerta. Hoy, añade, los pedófilos se pavonean de su vicio, y ganan dinero con él, vendiendo imágenes.

La última moda en pedofilia es retransmitir actos pedófilos de extrema dureza en directo, con legiones de mirones al otro lado. Para el subinspector Eduardo Casas el peor de los escenarios es cuando los pedófilos fuerzan a que un niño y su hermanito realicen actos «que harían vomitar al más cuerdo y sobrio de los sujetos».

Dicen los agentes que lo peor de su trabajo es «la burocracia» que se desencadena hasta que dan con los huesos de los perturbados en la cárcel.

También es duro el momento de identificar a las víctimas, de informar a los padres. Muchos padres lo niegan. Otros padres admiten que fueron sobornados para «mirar a otro lado». 

Dos o tres redes grandes se desmantelan cada año

La Policía Nacional, Interpol y Europol luchan contra estos delitos. El departamento dedicado a ello en Madrid resuelve dos o tres casos de grandes redes de pederastas cada año. Pero para eso han de dedicar muchas horas a ver vídeos aberrantes.

En su mente intentan pixelar los rostros de las víctimas. Usan varios métodos para no bloquearse ante las horrendas imágenes: técnicas antiestrés, cursillos de apoyo psicológico, «mindfulness» o yoga.

Los policías especializados en este sucio sector intentan pasar muchas horas con su familia. Y a sus esposas no les hablan de los casos que llevan.

«Es muy duro. Tienes que llegar a desarrollar una empatía con el delincuente, hasta tal punto –relata Huerta, con naturalidad– que, al salir a pasear con mi niña en el Retiro, uno de ellos se acercó a saludarme. Éramos amigos, del grupo de pedófilos al que me estaba acercando como cebo. Tocó a mi niña para saludarla. No imagina la repulsión».

«A mi mujer no le comento nada de lo que vemos cada día», reconoce Huerta, sobre todo «desde que es madre».

No pueden llevarse el trabajo a casa porque –y asiente a su vera el subinspector Eduardo Casas–, para reconstruir el puzle de casos de pederastia internacional que investigan (unos 2-3 de gran envergadura al año), tienen que visionar muchos vídeos de abusos y escenas abominables. 

En la sección de lucha contra la pornografía infantil, de 21 agentes, 18 son hombres. Las tres mujeres se dedican a otros delitos tecnológicos, como Fraude Empresarial.

«Quizás ellas lo llevan de otra manera. Hay un instinto ahí que no se lo permite», deduce Huerta.

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