A las 9:34 de la mañana, hora local, un rugido ensordecedor rompió el silencio en la base de Cabo Cañaveral. La nave Freedom 7, propulsada por un cohete Redstone, despegó hacia el cielo, llevando a bordo al astronauta Alan Shepard, un piloto naval de 37 años que estaba a punto de hacer historia. En tan solo 15 minutos y 28 segundos, Shepard se convirtió en el primer estadounidense en viajar al espacio, un hito que marcó un punto de inflexión en la carrera espacial durante la Guerra Fría.
El mundo estaba en vilo. Apenas un mes antes, el 12 de abril de 1961, la Unión Soviética había enviado al cosmonauta Yuri Gagarin al espacio, el primer ser humano en lograrlo. Estados Unidos, bajo presión para no quedarse atrás, aceleró su programa espacial. Shepard, seleccionado como parte de los “Mercury Seven” (el primer grupo de astronautas de la NASA), fue elegido para esta misión suborbital, un vuelo breve pero crucial que alcanzaría una altitud de 187 kilómetros.
A bordo de la diminuta cápsula Freedom 7, Shepard enfrentó condiciones extremas. La nave, descrita como “un cubo de basura con un asiento”, apenas tenía espacio para moverse. Durante el vuelo, Shepard mantuvo la calma, monitoreando los sistemas y realizando observaciones científicas. “¡Qué vista tan hermosa!”, exclamó al contemplar la curvatura de la Tierra desde el espacio. Tras un ascenso vertiginoso, la cápsula descendió en el Atlántico, donde Shepard fue rescatado por un helicóptero de la Marina.
El vuelo de Shepard no solo demostró que Estados Unidos podía competir en la carrera espacial, sino que también inspiró a una nación. En un discurso posterior, el presidente John F. Kennedy prometió llevar a un hombre a la Luna antes del fin de la década, una meta que se cumpliría en 1969. Shepard, quien más tarde caminaría sobre la Luna en la misión Apolo 14, se convirtió en un héroe nacional. El 5 de mayo de 1961, Estados Unidos dio su primer paso hacia las estrellas, y el mundo supo que la conquista del espacio apenas comenzaba.
