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Bonnie y Clyde, forajidos de leyenda

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Ustedes leyeron la historia de Jesse James, de cómo vivió y de cómo murió. Si aún les quedan ganas de leer algo a estas horas, escuchen la historia de Bonnie y Clyde». Este es un breve fragmento de un poema escrito por Bonnie Parker, quien junto a su gran amor, Clyde Barrow, se convirtieron en leyendas del crimen antes de ser abatidos por agentes de la ley en la mañana del 23 de mayo de 1934.

Por: National Geographic Historia

ROBOS Y POESÍA

La infancia de estos dos forajidos arrancó cuando los Estados Unidos se encontraban sumidos en una grave crisis económica conocida como la Gran Depresión. Muchos de los jóvenes a los que tocó vivir aquella época sólo contemplaban la delincuencia como único camino para poder sobrevivir y dejar atrás una vida miserable.

Bonnie Elizabeth Parker nació en 1910 y perdió a su padre, albañil de profesión, cuando apenas tenía cuatro años. Tras la muerte de su progenitor, se trasladó con su familia a Dallas, donde desarrolló una gran afición por la literatura y la poesía, algo que en el futuro formaría parte de su leyenda. En el colegio conoció a Roy Thornton con quien decidió huir y casarse. Pero la vida de la joven con su marido estuvo envuelta en sufrimiento y malos tratos, así que cuando Roy fue detenido por asesinato, Bonnie aprovechó aquel momento para escapar, pedir el divorcio y conseguir un trabajo como camarera.

Tampoco la vida de Clyde Chestnut Barrow fue un camino de rosas: estuvo marcada por las deudas que asfixiaban a su familia. Éstas fueron el detonante para que a los 17 años, Clyde empezara a delinquir. Al principio eran pequeños hurtos que le ayudaban a conseguir algo que comer. La influencia de su hermano mayor, Marvin Ivan, apodado «Buck», no le ayudó mucho, ya que juntos robaban desde coches hasta animales de corral. A partir de ahí, los pequeños robos se convirtieron, primero en allanamientos y luego en atracos, secuestros y hasta asesinatos. Con 21 años, Clyde ya había pisado dos veces la cárcel.

PRISIÓN PARA CLYDE

El 5 de enero de 1930, el destino puso en el mismo camino a los futuros amantes. Una de las muchas versiones que circulan sobre su primer encuentro cuenta que los dos jóvenes se conocieron en casa de unos amigos y que el flechazo fue inmediato. Bonnie compartió con Clyde su pasión por la poesía y sus ganas de escribir y él, su decisión de dejar su carrera delictiva y el deseo de empezar una nueva vida y encontrar un trabajo honrado.

A los tres meses de conseguir un trabajo en la construcción, Clyde lo dejó y cometió un robo que lo llevó a la cárcel por tercera vez. El deseo de estar juntos queda reflejado en unas desgarradoras cartas que obligaron a Bonnie a hacer llegar una pistola a Clyde. Tras huir de la cárcel, Clyde fue capturado y encarcelado de nuevo. Fue condenado a trabajos forzosos y el joven tuvo que soportar vejaciones y violaciones continuadas por parte de otro recluso sin que las autoridades interviniesen. Clyde decidió poner fin a aquella situación y asesinó a su agresor golpeándolo con una tubería. Para no cargar con el crimen, convenció a otro preso que cumplía cadena perpetua para que se autoinculpara. Más tarde pasó un mes en cama tras pedirle a otro recluso que le cortase dos dedos de un pie para librarse de los extenuantes trabajos que se veía obligado a realizar. Por fin, dos años después, salió en libertad condicional.

LA TRAICIÓN DE UN COMPINCHE

La carrera delictiva de la pareja empezó poco después, en febrero de 1932, y finalizaría trágicamente en mayo de 1934. Durante aquellos años, Bonnie y Clyde cometieron numerosos robos en tiendas y gasolineras, atracaron bancos e incluso asesinaron a nueve personas, todos ellos agentes de la ley. Al volante de su Ford V8 robado, un vehículo sumamente rápido e ideal para huir durante las persecuciones, iban armados con varios fusiles automáticos. Ante la imposibilidad de atraparlos, en 1934 las autoridades solicitaron a Frank Hamer, un ex ranger de Texas, que se encargara de su captura.

Tras semanas de infructuosa persecución, Hamer, harto de que los dos criminales se le escurrieran de entre las manos continuamente, tejió una intrincada tela de araña para dar caza a los «enemigos públicos número uno» del país. Su primer paso fue conseguir que una de las personas más cercanas a la pareja, Henry Methvin, un veinteañero con un historial criminal muy extenso, les traicionara. Según parece, Hamer, prometió al padre del delincuente el perdón de todos los crímenes cometidos por el joven en Texas a cambio de que le llevara hasta Bonnie y Clyde. Tras cerrar el trato con las autoridades, la familia de Methvin informó de que la pareja tenía pensado reunirse en su granja familiar.

EL FINAL DEL CAMINO

Así pues, el final de los Romeo y Julieta del crimen, como fueron bautizados por la prensa, empezó a labrarse en una carretera al norte de Louisiana, de camino a la granja de los Methvin. Así, en mayo de 1934 estuvo listo el plan que Hamer llevaba preparando desde hacía semanas, tras meses y meses de persecuciones fallidas y desesperantes. A pesar de contar con la traición de Methvin, el veterano agente sabía que no iba a ser fácil acabar con los forajidos y para ello dispuso del apoyo de cinco representantes de la ley, incluido un patrullero retirado llamado Manny Gault.

El 21 de mayo el grupo tomó posiciones junto a la carretera y comenzó una larga espera que culminaría dos días después. Durante ese tiempo hubo varias discusiones entre ellos. Al parecer, dos miembros del grupo pensaban que había que dar a los forajidos la oportunidad de rendirse, mientras que Hamer y su colega eran partidarios de no darles ninguna opción y acribillarlos a tiros. También es posible que el grupo se planteara dejar con vida a Bonnie por el hecho de ser mujer. Finalmente prevaleció la idea de Hamer de no dejar a ninguno de los dos con vida.

¡ACRIBILLADOS A BALAZOS!

Poco después de las nueve de la mañana del 23 de mayo, el Ford V8 de la pareja se detuvo en una posición que el grupo consideró idónea para no fallar el objetivo. Pero cuando el ranger de Texas se disponía a dar la orden de disparar, Prentiss Oakley, uno de sus ayudantes, se adelantó. Tal vez vio algo que le hizo sospechar que Clyde empuñaba un arma. Se desconoce el motivo, pero sin esperar la orden, se levantó y vació su rifle contra la ventana de Clyde. Tal como habían acordado: sin advertencias. La pareja no tuvo la más mínima oportunidad.

El primero en caer bajo esa lluvia de balas fue, evidentemente, Clyde, quien recibió un disparo en la cabeza que acabó con su vida al instante. Como el forajido tenía puesta la primera marcha del automóvil, cuando su pie se levantó del embrague el vehículo se puso en marcha. Cuando se dieron cuenta de que el coche empezaba a moverse, los policías intensificaron las ráfagas creyendo que la pareja intentaba escapar.

A pesar de la ingente cantidad de tiros, Bonnie sólo recibió una herida mortal. Al darse cuenta empezó a gritar desesperadamente y Hamer decidió cortar por lo sano. Se acercó al vehículo y disparó hasta dos veces a bocajarro a la indefensa joven. Más tarde explicaría: «Odio reventar la cabeza a una mujer, especialmente cuando está sentada, pero si no hubiese sido ella, habríamos sido nosotros».

PÓLVORA Y PERFUME

Los cuerpos de los fugitivos quedaron destrozados; se dice que el cadáver de Bonnie había recibido 57 impactos, mientras que el de Clyde recibió 51. Ted Hinton, uno de los agentes, contaría más tarde: «La veo [a Bonnie] caerse por la puerta abierta, una joven hermosa y pequeña que es suave y cálida, con el pelo cuidadosamente arreglado, y huelo un ligero perfume que contrasta con el olor a pólvora quemada y el olor dulce e irreal de la sangre».

Bonnie y Clyde tuvieron un funeral como si de estrellas de cine se tratase. Fue el broche de oro de una vida que terminó igual que había empezado, con las armas. Como afirmaron los medios de comunicación del momento: «No hay nada más que decir, se acabó, la justicia y el orden han hecho su trabajo».

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