En un mundo sacudido por la Gran Guerra y los vientos de cambio revolucionario, un pequeño pueblo portugués se convirtió en el epicentro de un fenómeno que trascendería fronteras y generaciones.
El 13 de mayo de 1917, en la Cova da Iria, cerca de Fátima, tres niños pastores afirmaron haber visto a la Virgen María, un evento que marcó el inicio de las apariciones de Fátima, uno de los hitos religiosos más significativos del siglo XX. En esta nota, revivimos aquel día y su impacto imborrable.
Un encuentro celestial en tiempos de guerra
En la primavera de 1917, Europa se desangraba en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, mientras en Rusia los primeros pasos de la revolución bolchevique estremecían el orden mundial. Portugal, aunque neutral, vivía su propia tormenta: la joven Primera República, establecida en 1910, promovía un anticlericalismo que chocaba con la devoción rural. En este contexto, Lucía dos Santos, de 10 años, y sus primos Francisco y Jacinta Marto, de 9 y 7 años, cuidaban ovejas en un campo remoto de Fátima cuando, según sus testimonios, una figura luminosa apareció sobre una encina.
“Era una señora vestida de blanco, más brillante que el sol”, relató Lucía años después. La figura, que se identificó como la Virgen María, pidió a los niños rezar el Rosario diariamente para lograr la paz y la conversión de los pecadores, instándolos a regresar el día 13 de cada mes. La visión, breve pero impactante, fue el preludio de una serie de apariciones que culminarían el 13 de octubre de 1917 con el célebre “Milagro del Sol”, presenciado por unas 70,000 personas.
Escepticismo y fervor
La noticia del encuentro celestial se propagó rápidamente por Fátima, pero no sin controversia. Las familias de los niños, especialmente la de Lucía, dudaban de la veracidad de la historia, temiendo que fuera una fantasía infantil. Las autoridades civiles, alineadas con el laicismo republicano, también reaccionaron con recelo, llegando a interrogar a los pequeños en los meses siguientes. Sin embargo, la fe de los niños y la creciente afluencia de curiosos a la Cova da Iria comenzaron a transformar el paisaje de Fátima.
El 13 de mayo de 1917 no fue un evento aislado, sino el primer capítulo de un fenómeno que desafió las tensiones de su tiempo. Las apariciones posteriores incluyeron los famosos “tres secretos” —visiones proféticas sobre el infierno, la conversión de Rusia y futuros sufrimientos—, que capturaron la imaginación de millones y alimentaron debates teológicos y políticos.
Un impacto global
Las apariciones de Fátima revitalizaron la devoción católica en Portugal, erosionando el anticlericalismo de la Primera República y allanando el camino para el conservador Estado Novo. A nivel global, Fátima se convirtió en un símbolo de esperanza en un siglo marcado por guerras y totalitarismos. La Iglesia Católica, tras una rigurosa investigación, aprobó las apariciones en 1930, y el santuario de Fátima emergió como un destino de peregrinación que hoy atrae a millones de fieles cada año.
Los mensajes de Fátima, centrados en la oración, la penitencia y la paz, resonaron especialmente durante la Guerra Fría, cuando el llamado a la conversión de Rusia fue interpretado como un desafío al comunismo. Incluso en América Latina, donde la devoción mariana es profunda, Fátima inspiró movimientos espirituales y sociales, incluyendo en países como Venezuela, donde la crisis contemporánea ha avivado la fe en figuras como la Virgen.
El 13 de mayo en perspectiva
Aunque el 13 de mayo de 1917 también fue testigo de otros eventos históricos —como los avances en el frente occidental de la Primera Guerra Mundial o los preparativos de la Revolución Rusa—, ninguno tuvo la trascendencia duradera de Fátima. Mientras los cañones retumbaban y los imperios se tambaleaban, tres niños en un rincón olvidado de Portugal recibieron un mensaje que, para millones, iluminó un siglo de oscuridad.
Hoy, más de un siglo después, el 13 de mayo sigue siendo sinónimo de Fátima. La canonización de Francisco y Jacinta en 2017 por el Papa Francisco, y la continua relevancia de los mensajes de la Virgen, confirman que aquel día de 1917 no fue solo un evento, sino el comienzo de un legado que aún mueve corazones.



