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Cultura, ritmo, resistencia y… garotas: El Carnaval de Río es un símbolo de la creatividad humana

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Cada año, cuando el verano alcanza su apogeo en el hemisferio sur, la ciudad de Río de Janeiro se transforma en el epicentro de una de las celebraciones más vibrantes y reconocidas del mundo: el Carnaval. Este festival, que en 2025 comienza oficialmente el 28 de febrero, no es solo una fiesta de excesos y alegría desenfrenada, sino una manifestación profundamente arraigada en la historia, la diversidad y la identidad cultural de Brasil.

Armando Esteban Quito

El Carnaval de Río tiene sus raíces en las tradiciones europeas traídas por los colonizadores portugueses, particularmente en las festividades previas a la Cuaresma, un periodo de reflexión en el calendario cristiano. Sin embargo, lo que hoy se vive en las calles cariocas es una reinterpretación única, moldeada por siglos de influencias africanas, indígenas y locales. La samba, el alma sonora del carnaval, nació en las comunidades afrobrasileñas de Río, y su ritmo contagioso es el hilo conductor que une a millones de participantes, desde los bailarines de las escuelas de samba hasta los espontáneos «blocos» callejeros.

El evento más icónico del Carnaval es el desfile del Sambódromo, una pasarela diseñada por el renombrado arquitecto Oscar Niemeyer, donde las escuelas de samba compiten en un espectáculo de creatividad y destreza. Cada escuela, que representa a diferentes barrios y comunidades, invierte meses de preparación y recursos para presentar coreografías elaboradas, carrozas monumentales y disfraces que deslumbran por su colorido y detalle. Temas sociales, históricos o mitológicos suelen inspirar estas presentaciones, convirtiendo el desfile en una narrativa visual que trasciende el entretenimiento y ofrece un comentario sobre la realidad brasileña.

Fuera del Sambódromo, el Carnaval se vive con igual intensidad en los «blocos», fiestas callejeras que reúnen a multitudes vestidas con disfraces improvisados o temáticos. Estos eventos, gratuitos y accesibles, reflejan el carácter inclusivo de la celebración, aunque también enfrentan desafíos como la masificación y la seguridad. En los últimos años, las autoridades han reforzado la presencia policial y los controles para garantizar que la alegría no se vea empañada por incidentes.

El impacto económico del Carnaval es innegable. Río recibe a más de un millón de turistas durante la temporada, generando ingresos significativos para hoteles, restaurantes y comercios locales. Sin embargo, no está exento de críticas: algunos argumentan que la inversión en la fiesta podría destinarse a problemas estructurales como la pobreza o la infraestructura urbana. Aun así, para muchos cariocas, el Carnaval es más que un lujo; es un acto de resistencia, una forma de afirmar la vida y la cultura frente a las adversidades.

En un mundo cada vez más conectado, el Carnaval de Río sigue siendo un símbolo de diversidad y creatividad humana. Es un recordatorio de cómo la música, el baile y la comunidad pueden unir a las personas, trascendiendo barreras sociales y geográficas. Mientras los tambores resuenan y las lentejuelas brillan bajo el sol de febrero, Río de Janeiro invita al mundo a ser parte de su historia, al menos por unos días.

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