En un modesto documento firmado hace 533 años, el 30 de abril de 1492, los Reyes Católicos de España, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, dieron un paso que transformaría la historia de la humanidad. En la localidad de Santa Fe, en las afueras de Granada, rubricaron las Capitulaciones de Santa Fe, un acuerdo con un navegante genovés de ambición desmedida: Cristóbal Colón. Este contrato, que autorizaba su expedición hacia las Indias navegando por el oeste, desencadenó una serie de eventos que conectaron dos mundos separados por océanos y redefinieron el curso de la civilización. En esta entrega de nuestra sección histórica, exploramos por qué este día es considerado uno de los más trascendentales de la historia.
El contexto: Una Europa en ebullición
En 1492, España estaba en un momento de consolidación. Tras la conquista de Granada en enero de ese año, los Reyes Católicos completaban la Reconquista, unificando gran parte de la península ibérica bajo su corona. Europa, por su parte, vivía una transición hacia el Renacimiento, con un renovado interés por la exploración y el comercio. Las rutas comerciales hacia Asia, controladas por otomanos y mercaderes del Mediterráneo, eran costosas y peligrosas. En este escenario, Colón, un navegante con una idea audaz pero cuestionada —llegar a Asia navegando hacia el oeste—, encontró en los monarcas españoles a unos patrocinadores dispuestos a apostar por lo imposible.
Las Capitulaciones de Santa Fe, firmadas en un campamento militar, no solo otorgaron a Colón el título de “Almirante del Mar Océano” y un porcentaje de las riquezas que encontrara, sino que también marcaron el inicio de una empresa que nadie podía prever en su magnitud. El documento, redactado con precisión legal, prometía a Colón autoridad sobre las tierras descubiertas y un 10% de los beneficios, reflejando tanto la ambición del navegante como la visión estratégica de los reyes.