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El papa que tuvo un elefante albino como mascota

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El Vaticano necesitaba unos arreglillos. Corría el año 1962 y unos obreros estaban realizando unas excavaciones en el patio del Belvedere para instalar un sistema de climatización cuando la pala de uno de ellos golpeó en algo duro.

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Continuaron desenterrando materiales hasta descubrir que se trataba de un diente enorme y no iba solo, sino que formaba parte de una mandíbula y esta a su vez de un cráneo muy grande. “Hemos encontrado un dinosaurio” pensaron algunos. Pero los más avispados se dieron cuenta de que los huesos no estaban fosilizados, por lo que el animal debía ser bastante más reciente. No tardaron en descubrir que se trataba de un elefante. ¿Qué pinta un elefante enterrado en un patio del Vaticano? Esta es la historia de Hanno, el elefante albino de León X.

Una historia digna del Renacimiento

No fue hasta 1997 cuando salió un estudio sesudo que contara al mundo por qué había un elefante en el Vaticano. El historiador estadounidense Silvio Bedeni publicó “El elefante del papa” y su contenido está la altura del Renacimiento y sus locuras.

En 1513 murió el papa Julio II. Su sucesor en el trono de San Pedro fue Giovanni di Lorenzo de Médici, el hijo segundón de Lorenzo el Magnífico al que le tocó la carrera eclesiástica y alcanzó el puesto más alto de la Iglesia católica a sus 38 años bajo el nombre de León X, el papa Médici. Su elección despertó cierta esperanza para acabar con los escándalos eclesiásticos, pues se trataba de un hombre humanista que se convirtió en un importante mecenas de artistas. Su impronta ha quedado para la posteridad reflejada en la planta de la Basílica de San Pedro, León X escogió a Rafael para continuar el trabajo del fallecido Bramante y cambió el diseño de cruz griega al de cruz latina que mantiene hoy el edificio. Pero León X no dejaba de ser un noble del Renacimiento, por lo que también fue un hedonista cuyos excesos supusieron el colmo para que estallara la Reforma de Lutero. Entre luces y sombras, el papa no dejaba de ser uno de los puestos políticos más importantes del mundo en el siglo XVI. Y como tal, cuando León X fue nombrado papa recibió regalos de los demás reyes y príncipes de Europa, un agasajo público y peloteo privado para que el papa mediara a favor de los intereses de cada reino.

Manuel I de Portugal gobernaba un importante imperio que quería hacer más importante aún. Las rutas marítimas habían llevado a los portugueses a dominar ciertos enclaves en África y la India, así como la solicitada ruta hasta las especias. Manuel quería que el viento siguiera soplando a favor de sus velas y el papa, como dueño del mundo, era pieza clave en sus objetivos. Por tanto, sí, había que hacer regalos al nuevo papa, pero no valía un objeto que cualquier fortuna del momento podía costear, no. Había que llevar hasta Roma algo que no pudiera pasar desapercibido.

Un regalo llamativo

Durante el invierno de 1514, un barco procedente de Portugal llegó al puerto de Hércules, un centenar de kilómetros al norte de Roma. De su bodega empezaron a desfilar los presentes que Manuel I haría llevar hasta el Vaticano. Textiles, un cáliz de oro, bellísimas obras de arte y demás tesoros brillantes por los metales y las piedras preciosas que los componían. De todo eso ya había mucho en el Vaticano, pero Lisboa contaba una casa de fieras única en Europa de la que salieron dirección a Italia animales exóticos que hicieron las delicias de todo aquel que se topaba con semejante desfile lleno de colores y seres extraños. La pieza principal del desfile era Annone, un elefante albino traído desde la India. Su nombre pasó al inglés como Hanno, en referencia a Hannón, un antiguo líder cartaginés que se opuso al proyecto de expansión de Amílcar y Aníbal Barca, precisamente el último que trajo elefantes famosos hasta Italia.

Hanno tenía cuatro años cuando caminó por primera vez sobre suelo italiano. A pesar de que no era un gigante (los elefantes grandes son los africanos, los asiáticos no tanto), su metro y medio de altura fue suficiente para que la caravana que siguió al elefante y los demás regalos fuera creciendo en número de curiosos.

Un espectáculo en Roma

Se cuenta que cuando el elefante se presentó ante el Papa, los domadores le hicieron arrodillarse y bajar la cabeza en forma de reverencia. Acto seguido, elevó su trompa y barritó tres veces como si anunciara su llegada a toque de trompetas. El público estaba entregado con semejante actuación cuando Hanno absorbió agua en una fuente y regó con su trompa a los presentes, incluido el papa León X. Suerte que le iba la marcha y se lo tomó con buen humor.

El papa mandó construir una estancia para Hanno entre la basílica de San Pedro y el palacio Apostólico, donde el público podía acceder los fines de semana para admirar lo que se convirtió en una de las mayores atracciones de la Roma del momento. El papa llegó a sacar a Hanno en varios desfiles por Roma, con los consiguientes accidentes que provocó el animal al asustarse por el gentío, los tambores y demás elementos poco pacíficos a la vista de un elefante.

Al igual que les ocurriera a los de Aníbal, este elefante cayó enfermo al poco tiempo de residir en el VaticanoEl invierno europeo le generó problemas respiratorios y acabó estreñido por una alimentación incorrecta. Murió en 1516 después de recibir un tratamiento a base de supositorios que contenían oro. Los ricos de la época eran estrambóticos hasta para curarse, sí.

El papa sufrió bastante la pérdida del afamado elefante, por lo que no faltaron burlas del bando protestante. Encargó un fresco a Rafael donde apareciera Hanno, del que solo conservamos algunos bocetos. León X incluso compuso el epitafio de su mascota.

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