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Grandes canciones que habías olvidado: “Tiembla”, como anillo al dedo para Venezuela

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Hoy, en esta entrega de Grandes canciones que habías olvidado, desempolvamos «Tiembla» de Desorden Público, un himno ska que no solo hace vibrar los parlantes, sino que remueve las raíces de nuestra tierra herida. Si cierras los ojos, casi puedes sentir el pulso colectivo: un llamado a que todo lo podrido se derrumbe, como un eco que nunca se apaga.

MFM

Imagina Caracas en los años 90, una Venezuela bullendo entre el auge petrolero y las primeras grietas de la crisis. Desorden Público, la banda pionera del ska venezolano nacida en 1985, irrumpió en la escena con su mezcla explosiva de ritmos jamaicanos, rock latino y percusión afrolatina, influenciados por el movimiento 2 Tone inglés pero con el sabor crudo de nuestra calle.

«Tiembla» vio la luz en 1994, en el álbum Desorden Público, y se convirtió en un estandarte de resistencia cultural. No era solo música; era un manifiesto. La banda, con Horacio Blanco al frente de las voces y guitarras, capturó el pulso de una juventud harta de la corrupción rampante y la desigualdad. Ganadores múltiples como Artista Ska del Año en los Pepsi Music Awards venezolanos (2012-2015 y 2017), y nominados al Grammy, Desorden Público transformó «Tiembla» en un puente generacional: una anécdota dice que en conciertos de la época, el público coreaba la letra hasta el amanecer, como si cada «¡oh oh oh!» fuera un voto por el cambio. Su impacto fue sísmico; la canción se filtró en protestas estudiantiles y radios piratas, recordándonos que el ska no baila solo, sino que patea las puertas de la injusticia.

Y ahora, en este septiembre de 2025, la canción resuena con una cruel ironía que duele en el pecho. Mientras Venezuela lidia con una ola de temblores que ha sacudido el occidente del país —un enjambre sísmico de más de 10 movimientos en 24 horas, con epicentros en Zulia y Trujillo, magnitudes hasta 6.3 y réplicas que se sintieron hasta en Bogotá y Caracas—, «Tiembla» parece un presagio profético.

El sismo principal del 24 de septiembre, con epicentro cerca de Mene Grande, dejó daños materiales leves pero un susto colectivo: iglesias agrietadas en Maracaibo, cortes de luz y familias evacuadas en la madrugada. Pero el verdadero temblor no viene de la falla de Boconó, esa arteria geológica que cruza el país; viene de las fallas humanas. Bajo el régimen de Nicolás Maduro, los venezolanos enfrentan no solo la ira de la tierra, sino un terremoto social: hiperinflación que devora salarios, escasez que ahoga mesas, represión que silencia voces y una diáspora que ha exiliado a millones. En X, las voces claman: «La gente gritaba aterrada», tuitean zulianos, mientras Funvisis alerta de más réplicas. ¿No es esto el «tiembla» que cantamos? Una tierra que palpita con millones de corazones cansados, pidiendo que caigan los «vampiros» al poder.

Lo que hace eterna a «Tiembla» es su creación visceral, nacida de la pluma de Horacio Blanco en un taller de Caracas donde el ska se fusionaba con la rabia cotidiana. La letra es un puñetazo poético:

«Vivo en un lugar que despierta / Bajo un mismo Sol / Entre millones de corazones / Que palpitan con fuerza / Y hacen que la tierra tiembla». Habla de una gente «cansada de crisis, miseria y guerra urbana», que sueña con echar «pa’ fuera la ignorancia, la corruptela y la flojera».

Esos «mal parados que traban la puerta» —metáfora brutal de los corruptos— deben caer para que «se abran nuevos caminos». Y el estribillo, ¡ay, ese estribillo! «Y esa misma gente quiere que la tierra tiembla / Pa’ que caigan los mal parados / Pa’ que se vayan esos vampiros». Interpretada con trompetas furiosas y un bajo que late como un tambor africano —eco de los ancestros que Blanco invoca: «Tengo un acento africano / Tengo un hermano latinoamericano»—, la canción promueve la tolerancia racial y social en un país mestizo.

En estos tiempos donde la tierra y el espíritu tiemblan al unísono, redescubre «Tiembla». Ponla en repeat, siente cómo esos ritmos ska te llevan de vuelta a las plazas llenas de esperanza, y pregúntate: ¿qué revienta primero, el suelo o las cadenas?

Desorden Público nos legó no solo una canción, sino un fuego que no se apaga. Que su eco nos impulse a danzar hacia un mañana donde, por fin, la tierra repose en paz. ¿Y tú, qué esperas para que tiemble todo?

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