El intento de golpe de Estado en la Unión Soviética, también conocido como el Golpe de Agosto, fue un período de tres días comprendido entre el 19 y 21 de agosto de 1991, en el que un grupo de miembros del Gobierno y del KGB de la Unión Soviética depusieron brevemente al presidente de la URSS Mijaíl Gorbachov e intentaron tomar el control del país.
Los líderes del golpe de Estado eran miembros de la llamada «línea dura» del Partido Comunista de la Unión Soviética y de la KGB, que pensaron que el programa de reformas de Mijaíl Gorbachov había ido demasiado lejos y que el Nuevo Tratado de la Unión que había negociado dispersaba demasiado el poder del gobierno central en favor de las repúblicas soviéticas.
Sin embargo, el golpe fracasó en solo tres días y Gorbachov volvió al poder. Aun así, los hechos ocurridos minaron la legitimidad del PCUS, contribuyendo aun más al colapso de la URSS.
El golpe de estado a Gorbachov en el verano de 1991 lo desencadenó todo.
Durante tres días, del 18 al 21 de agosto, el núcleo duro del gobierno de Mijaíl Gorbachov lo puso todo patas arriba. Según ocho de sus ministros, el presidente estaba perdiendo el timón del país, abriéndose a occidente con las reformas de la Perestroika y la Glásnost, por lo que debían tomar el control.
Enviaron tanques a Moscú, intentaron tomar el parlamento ruso, la Casa Blanca y mintieron a la población diciendo que Gorbachov estaba enfermo.
Pero el primer ministro del momento, Borís Yeltsin, no lo permitió. Animó desde las calles a los rusos y, gracias a su resistencia, los conspiradores abandonaron la ciudad. Sin embargo, esta intentona no pudo evitar la disolución del Partido Comunista de la Unión Soviética y, pocos meses más tarde, el 26 de diciembre de ese mismo año, la extinción definitiva de la URSS.